Lo Que He Visto Y He Oído
By MOST REVEREND WILTON D. GREGORY | Published January 20, 2012
Durante estos seis años, muchos de ustedes me han advertido sobre el impacto serio y catastrófico que una gran cantidad de nieve y hielo puede producir en el norte de Georgia. Pero viniendo de Chicago, donde ya antes viví muchos eventos importantes de nieve (inclusive la nevada de enero de 1967 en Chicago donde cayó un récord de 23 pulgadas de nieve en 30 horas cuando estaba en segundo año del seminario), tomaba estas advertencias con reserva. ¡Ahora soy un verdadero creyente!
Al igual que la mayoría de ustedes, la semana pasada estuve atrapado en casa durante casi cuatro días con la nevada. Sin embargo, esa pausa fue también una bendición porque me permitió ocuparme de muchas cosas que no habría hecho si no hubiese tenido este descanso imprevisto. Sobre todo, me dio tiempo para pensar y orar más, y darme cuenta una vez más que todos nuestros planes están totalmente a la disposición de Dios.
La crítica pública sobre la manera en que la zona metropolitana de Atlanta (o incluso el norte de Georgia) manejó la situación de la nieve y el hielo continuará por las próximas semanas con muchas oportunidades para evaluar la forma en que se respondió a la situación y cómo podemos prepararnos mejor para la próxima vez. Sin embargo, al final, aún con la mejor preparación, la fuerza de la naturaleza y el poder de la naturaleza del Señor siempre podrán superar nuestra exigua capacidad humana de resistir un acontecimiento tan potente. Después de todo, aún las comunidades que están acostumbradas a este clima tan severo, a veces ellos mismos se encuentran abrumados por fuertes situaciones climáticas poco comunes.
Nuestra experiencia con la naturaleza debería proporcionarnos a todos la oportunidad de reflexionar sobre el poder y la supremacía de Dios en nuestra vida. Unos pocos años atrás soportamos una sequía crítica, y hace justo un año tuvimos que hacer frente a las inundaciones. Hemos vivido varias circunstancias donde nos vimos forzados a reconocer nuestras limitaciones humanas frente al poder y autoridad de Dios sobre la naturaleza. Hemos tenido varias oportunidades de considerar fervientemente cómo nuestro estilo de vida puede perjudicar al medioambiente y de qué manera debemos actuar.
Uno de los cánticos que la Liturgia de las Horas a menudo presenta es el cántico dedicado al profeta Daniel. Los tres jóvenes que fueron arrojados dentro de la caldera ardiente ofrecen una oración de alabanza a Dios por toda la creación. “Escarchas y nieves, bendecid al Señor” expresa el cántico, y nos recuerda que todo en la naturaleza tiene un propósito y refleja la creación generosa de Dios.
La semana pasada muchos de nosotros no debe haber encontrado fácil ver que la nieve y el hielo reflejaban la bondad de Dios mientras estábamos obligados a permanecer en nuestros hogares, acabando rápidamente las cosas que necesitamos o deseamos. Sin embargo, aún en esos momentos difíciles, Dios nos ofrecía oportunidades para ver su intervención en nuestra vida (que veríamos si sólo tuviésemos el coraje y la perspicacia para descubrirla).
Uno de los miembros del personal me comentó que se sorprendió al leer que las estadísticas de crimen en nuestra comunidad habían bajado drásticamente la semana pasada. Aún los que podrían haber intentado hacernos daño vieron frustrados sus planes por el mal tiempo.
Me alegro que estos trastornos hayan terminado, y ahora podemos continuar con nuestra vida normal. Sólo ruego que no nos olvidemos de esos momentos inconvenientes y quizás de privaciones, y que alabemos a Dios porque los hemos sobrepasado y lo alabemos aun más por todo lo que Él hace para que nos acerquemos más a Él y a nuestros hermanos.