Lo Que He Visto Y He Oído
By MOST REVEREND WILTON D. GREGORY | Published August 4, 2011
Durante las últimas semanas, me he encontrado con muchas personas en el supermercado, en la tintorería y en la gasolinera. En estas ocasiones, normalmente iba de vestimenta casual y recibía miradas curiosas antes de ser identificado por feligreses de las parroquias o por gente involucrada con las escuelas de la Arquidiócesis. En el verano, existen muchas oportunidades de encontrarse con gente quienes están de vacaciones o fuera de sus rutinas normales, incluyéndome a mí, el Arzobispo.
Desde que muchos de los empleados de la Arquidiócesis toman un descanso merecido en el verano, muchas veces termino haciendo quehaceres en casa que normalmente son responsabilidad de otros. Debo admitir que disfruto los encuentros con gente haciendo quehaceres del diario. También creo que ellos disfrutan verme a mí en lugares ordinarios haciendo cosas que todos tenemos que hacer como parte de nuestras rutinas.
Recuerdo que hace un año me encontré con un empresario de renombre en nuestra comunidad que, durante nuestro encuentro, estaba sacando la basura para que fuera recogida al día siguiente. Él sonrió y me dijo que sólo estaba haciendo sus quehaceres caseros. Fue simpático ver que aun las personas ricas y prestigiosas participan en labores caseros que muchas veces ni tomamos en cuenta.
Una de mis frases litúrgicas favoritas viene de la Plegaria Eucarística IV cuando la Iglesia ora, “Él compartió en toda nuestra condición humana menos en el pecado.” La Iglesia disfruta al recordarnos que Cristo realmente es como nosotros y que Él acepta nuestra humanidad y por eso entiende los secretos de nuestros corazones. La Encarnación significa que Dios realmente acepta nuestra humanidad. Dios sabe lo que es ser un humano porque Él mismo se ha hecho humano. Dios se ha hecho accesible y nos invita a acercarnos a Él. Nosotros, los meros mortales, somos llamados a compartir en Vida Divina del Señor por la humildad de Dios.
Nos gusta ver hasta a gente famosa participando en labores ordinarios porque los hace más reales y accesibles. Hace unos meses, el Arzobispo Timothy Dolan escribió en su columna semanal que a él le gusta ponerse vestimenta casual e ir a parroquias locales a confesarse. Él dijo que esto le recuerda de la igualdad que compartimos al reconocer nuestros pecados y al buscar la misericordia de Dios en el Sacramento de Reconciliación. Él sabe que por su oficio podría pedirle a un sacerdote que viniera a él para celebrar este sacramento pero reconoce que existe algo atractivo de ponerse vestimenta casual y esperar con otros pecadores para recibir la misericordia de Dios. A la gente le gusta ver al Arzobispo esperando en la fila del supermercado o esperando para comprar estampas en el correo o aun esperando en silencio a que se desocupe el siguiente confesor desde que estos hechos revalidan nuestra comunión y reafirman nuestra cercanía. Un empresario poderoso se vuelve solo un esposo y padre al sacar la basura como miembro de una familia con responsabilidades compartidas. Estos hechos tan sencillos nos ayudan a entender más completamente el sentido de esas palabras queridas de la Liturgia de la Iglesia que nos dicen que Dios mismo se acerca a nosotros a través de su Hijo Encarnado.