Lo Que He Visto Y He Oído
By MOST REVEREND WILTON D. GREGORY | Published July 7, 2011
La siguiente homilía fue presentada por el arzobispo Wilton D. Gregory en la misa de vigilia, en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, en el Congreso Eucarístico 2011.
Salmonella, E-coli y botulismo son algunas de las amenazas a la salud, que tenemos muy presentes en nuestras vidas. Muchos se preocupan porque la cadena alimenticia ha sido afectada frecuentemente por estas bacterias y otras amenazas. Lamentablemente, nos hemos acostumbrado a las amenazas que existen para nuestros alimentos como la bacteria, los problemas de salubridad, las inundaciones y las sequías. Existen más y más peligros respecto a la seguridad y disponibilidad de los alimentos de los cuales dependemos, con la excepción del alimento espiritual que celebramos y veneramos este fin de semana.
La Eucaristía del Señor es alimento que le asegura vida, salud y confianza a quienes reciben su generosidad. Al reunirnos para el Congreso Eucarístico anual, sin duda, nos damos cuenta que las amenazas a nuestra cadena alimenticia casi siempre vienen del exterior. Vienen de fuentes no relacionadas con nuestras vidas interiores. Las amenazas que enfrentamos respecto a la eucaristía casi siempre existen dentro del corazón y el alma.
La Eucaristía es la fuente de vida que nunca se agota o se encuentra escasa. La cosecha eucarística siempre es abundante como nos promete el evangelio de la multiplicación de los panes y los peces. La Eucaristía es el alimento espiritual que nos mantiene y nos asegura que no solo sobreviviremos, pero floreceremos a la vida eterna. La abundancia de Dios es el tema de este Congreso Eucarístico y es un tema que afecta cada dimensión de nuestras vidas. Nuestro Dios es un Dios de abundancia que prodiga su amor a su pueblo y nos proporciona más de lo que podemos imaginar. La Eucaristía es sólo un sentido de la generosidad del Dios de vida.
Las vocaciones son otro sentido de la generosidad de Dios. Nos hemos acostumbrado a los prejuicios de aquellos quienes analizan la vida de la Iglesia. A veces, con un poco de pesimismo, nos recuerdan de la falta de clero, la escasez de jóvenes ingresando a la vida consagrada y del número decreciente de jóvenes católicos quienes se están casando y creando familias comparado con generaciones anteriores. Cada análisis nos recomienda que cambiemos porque no hay suficientes vocaciones y no existe suficiente interés en las costumbres y creencias religiosas anteriores. Nos dice que debemos volver a considerar nuestros valores e ideales porque ya no son útiles.
Muchos católicos fieles han sugerido que hagamos cosas contrarias a nuestra tradición por la falta de vocaciones. Así no hace las cosas el Dios de la abundancia.
La situación es seria pero muchas veces creo que no es porque no hay suficientes vocaciones, sino tal vez porque no hay suficientes personas que escuchan la llamada de Dios y deciden responder. No hay suficientes personas que tienen el valor de desafiar los valores del mundo secular y que no le tienen miedo a las demandas de fidelidad que ofrecen todas las vocaciones. En nuestra sociedad, el compromiso se ha convertido en una palabra sucia, sea un compromiso de toda la vida con un esposo o por parte de una vocación religiosa. En tal ambiente, podríamos pensar que Dios no está proporcionando suficientes vocaciones en vez de reconocer que puede ser que no hay suficientes personas con el valor de oír la voz de Dios cuando están haciendo decisiones en sus vidas.
Muchas veces somos como los discípulos quienes no podían imaginarse darles de comer a las multitudes con lo poco que tenían. Primero con los discípulos y ahora con nosotros, Dios invita a los creyentes a ver las posibilidades y a imaginarse la promesa, aun con unos pocos peces y panes.
Cada pareja que se para nerviosamente frente al altar y promete amarse y ser fieles el uno al otro y cada clérigo que le entrega su vida a Dios, ofrece una esperanza para la Iglesia. Las parejas maravillosas que vienen a la Arquidiócesis cada año para celebrar sus aniversarios de matrimonia de oro y de diamante son testigos de la esperanza que existe en un mundo que se ha vuelto sínico, secular y pesimista respecto a su propio futuro. La Eucaristía es la fuente de valor y confianza en un mañana que permanece con Dios, de quien el amor y el poder de crear cosas nuevas siempre es abundante. ¿Habrán suficientes vocaciones para asegurar el futuro de la Iglesia? Claro, Dios siempre proporciona. Esta tarde pedimos que haya suficientes hombres y mujeres con valor y humildad para responder a la llamada que ha hecho Dios a sus corazones.
Los solteros y los viudos también son testigos del amor del Señor al buscar la santidad, no solos, pero siempre con Dios quien los acompaña en sus vidas diarias, los apoya en sus penas y les aumenta las alegrías de sus triunfos personales. Todos tenemos una vocación y una dignidad que vienen de Dios mismo. La cosecha realmente es abundante porque el Señor de la cosecha siempre proporciona para las necesidades de su Iglesia.
Vayámonos de este Congreso Eucarístico llenos de alegría, confianza, esperanza y entusiasmo para el día de mañana porque el Señor de Mañana está dentro del corazón de su Iglesia y su gracia nunca esta escaza! ¡Amen!