Lo Que He Visto Y He Oído
By MOST REVEREND WILTON D. GREGORY | Published April 28, 2011
No podríamos tener una feliz celebración de Semana Santa en nuestras parroquias si no fuera por la gran generosidad de tantos feligreses que ofrecen su ayuda para que sus comunidades de fe puedan realizar todos sus proyectos y planes necesarios para tener hermosas ceremonias que marcan la época más importante del año cristiano. Agradezco a las cientos de personas que cantaron, leyeron, limpiaron, decoraron, trabajaron, ayudaron en el altar, y asistieron a las celebraciones de la Semana Santa realizadas en todo el norte de Georgia.
En Semana Santa, el arzobispo tradicionalmente participa periódicamente de los oficios de la Catedral Christ the King. Como siempre, la catedral se superó a sí misma con hermosas celebraciones que fueron realmente inspiradoras. La iglesia rebalsaba de feligreses, visitantes e invitados cuya presencia enriquecía todas las ceremonias. No pude evitar observar el ambiente familiar y amigable en todas las ceremonias de la Iglesia Catedral donde la gente se sentía que estaba en un verdadero hogar durante esta especial semana.
La mañana del Domingo de Ramos comenzó con la procesión tradicional del burrito y la Pasión de San Mateo, representada por los alumnos, que se enfocó en la participación de los más jovencitos. Yo miraba y escuchaba con embelesado placer cómo las voces de los niños llenaban la iglesia con su fe simple pero profunda, con el regocijo de los padres y los abuelos. Algunos padres jóvenes se sentaron en el piso de la Catedral intentando contener a los inquietos pequeños (¡Ganaron los pequeños!) y concentrar su atención en lo que ocurría en el santuario. Las familias están hechas para estar juntas en la iglesia, y el corazón de este arzobispo se llena de alegría cuando observa a los jóvenes padres iniciando a sus hijos en las tradiciones de Semana Santa de la Iglesia.
En la Misa Crismal hubo mucha participación de sacerdotes de toda la arquidiócesis como también algunos presbíteros invitados, que participaron de un día de reflexión en anticipación de esta celebración anual de la Oficina Sacerdotal y la bendición de los santos óleos. Los sacerdotes disfrutaron encontrarse y parecían fortalecidos por la renovación de las promesas de servicio y testimonio que todos hicimos por primera vez el día en que fuimos ordenados sacerdotes.
El sacerdocio nunca ha sido una vocación fácil, y en muchos aspectos se ha vuelto aún más desafiante dentro de un ambiente que cuestiona los valores de fondo del sacerdocio: fidelidad, compromiso e integridad de vida. Las tribulaciones llegan de todos lados, inclusive desde adentro mismo del sacerdocio lamentablemente.
Sin embargo, cada año, este grupo de hombres se mantiene unido y proclama ante la Iglesia su deseo y buena voluntad de ser fieles ministros servidores de esta comunidad, y entonces una asamblea afectuosa de fieles los aplaude y les agradece su dedicación y sus promesas.
La Eucaristía misma se convierte en el foco de atención de la ceremonia del Jueves Santo cuando alabamos a Dios por el don de este tesoro de inestimable valor. La Eucaristía que recibimos nos lleva al servicio; con ella tenemos la obligación de amar humildemente a nuestros hermanos y hermanas.
Al igual que en años anteriores, durante la ceremonia del Jueves Santo se remarcó al grupo de jovencitos que recibieron su Primera Comunión el año pasado. Les lavé los pies, y ellos condujeron la procesión del Santísimo Sacramento a su lugar de reposo al finalizar la misa. Mientras estábamos esperando para entrar a la Catedral, uno de los jóvenes, a quien le iba a lavar los pies, me aseguró que su mamá le había hecho lavar los pies la noche anterior. ¡Este comentario me reconfortó para cuando terminé de reírme!
La liturgia solemne del Viernes Santo es sobria y escueta—un altar desnudo, una simple cruz, y la música tenue contribuyen al clima de la Iglesia que nos recuerda que la muerte de Cristo es el precio para nuestra salvación. Luego por la tarde rezamos las Estaciones de la Cruz que compuso el Cardenal Joseph Ratzinger para la Pascua de 2005, justo antes de ser elegido Papa.
Lo más importante de la semana fue, por supuesto, la Vigilia Pascual que comenzó afuera de la Catedral con la bendición del Fuego Pascual y los nuevos cirios pascuales. También participaron varios feligreses de habla hispana junto con las 56 personas que esa tarde recibieron la bienvenida de la Iglesia en la parroquia.
El entorno dramático de oscuridad y luz nos recordó que, aún en las sombras de la vida que todos sufrimos, la Luz de Cristo destruye el temor, el odio y la muerte. Las ceremonias en la Catedral jamás nos decepcionaron durante esta semana de gracia. Les agradezco a todos los que participaron de las mismas y a todos los que trabajaron tan duro para que fuera una celebración de devoción e inspiración.
¡Les deseo un Santísima Pascua mis queridos hermanos en Cristo Resucitado!