Lo Que He Visto Y He Oído
By MOST REVEREND WILTON D. GREGORY | Published April 14, 2011
El diálogo ecuménico exige paciencia, determinación y mucha humildad. La humildad en el diálogo ecuménico no significa que una de las partes no cree firmemente en la verdad teológica o doctrinal de su herencia de fe; la humildad indica que las partes involucradas en este diálogo se dan cuenta de que el diálogo ecuménico es obra del Espíritu Santo y siempre se realiza como una respuesta respetuosa a la plegaria del Señor Jesús por una Iglesia unida. Los pontífices romanos que han gobernado la Iglesia por los últimos 50 años han trabajado y orado por el desarrollo de muchas iniciativas ecuménicas diferentes. Afortunadamente, las iniciativas de los pontífices romanos han coincidido con el trabajo y las oraciones igualmente sinceras de los líderes en otras Iglesias y comunidades eclesiásticas.
La imagen famosa y conmovedora del Papa Pablo VI abrazando al Patriarca Ecuménico Atenágoras se ha convertido en un ejemplo de respeto y afecto fraternal, y a lo largo de las últimas décadas se ha representado en las diferentes formas artísticas del diálogo ecuménico en curso. Tanto los hombres como las mujeres han sido duramente criticados por aquellos que ven el diálogo ecuménico como una traición a las doctrinas de sus Iglesias.
Sin embargo, la obra del ecumenismo ha seguido avanzado aunque no tan rápido como algunos quisieran. Aunque todavía existen muchas áreas en que hay disonancia teológica, los momentos y las ocasiones en que católicos y ortodoxos coinciden van en aumento. Uno de estos momentos ocurrió la semana pasada cuando su Eminencia Alexios, de la Santa Metrópolis Griega-Ortodoxa de Atlanta, y yo, Arzobispo Católico Romano de Atlanta, firmamos un acuerdo mutuo relacionado con la santidad de la vida humana. Este acuerdo es el resultado del trabajo y de las oraciones de mucha gente, muy especialmente de la colaboración respetuosa del Padre George Tsahakis, rector de la comunidad griega-ortodoxa de Atlanta, y el Padre Paul Burke, vicario parroquial de la Iglesia Holy Spirit y mi delegado asignado para estos acontecimientos. Ellos trabajaron intensamente para preparar un texto que recalque la veneración que ambas iglesias manifiestan a la dignidad y naturaleza sagrada de toda vida humana.
Un acuerdo mutuo y firmado sobre el tema de la vida es uno momento alegre, pero sin duda no es un indicio final de la unidad ecuménica. No podemos compartir juntos la Eucaristía; todavía no nos ponemos de acuerdo sobre el importante tema de la primacía de Pedro; y hay otros temas pendientes que nos separan en la vida eclesial. Sin embargo, el acuerdo es otro acontecimiento que señala nuestro poderoso deseo de seguir trabajando juntos y de aprender a respetarnos y amarnos más fervientemente cada día.
Los laicos, que asistieron a todos los programas ecuménicos, son ellos mismos un incentivo maravilloso para continuar con nuestro diálogo. Estas lindas personas nos reciben en sus iglesias, cantan en los coros durante estos eventos, trabajan como nuestros anfitriones, preparan las recepciones con que terminan nuestros encuentros, y nos exhortan a continuar trabajando para que llegue el día en que se cumpla la plegaria de Cristo: que todos seamos uno solo.
En sus palabras de apertura de esta ceremonia, el erudito obispo ortodoxo Kallistos Ware nos recordó que tenemos un legado optimista de más de 50 años, y esto indica que hasta los temas complejos de desacuerdo teológico se pueden afrontar con un corazón humilde y afectuoso. Sin duda, este es el indicio más genuino de la presencia del Espíritu Santo que nos está llamando a la unidad y a la paz.