Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

El mensaje de Adviento de Juan Bautista

By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY | Published December 18, 2013

Juan Bautista es una figura dominante en cada temporada de Adviento. Durante la mayoría de estas cuatro semanas lo encontramos presente repetidamente—en las orillas del río Jordán, en el desierto y de acuerdo con el Evangelio del último domingo, en la cárcel de Herodes. Juan siempre está presente durante esta época de grandes expectativas porque es el profeta que constantemente apunta hacia el futuro y proclama orgullosamente la venida inminente del Cordero de Dios, señalándolo frecuentemente al referirse a Jesús.

Jesús, por su parte, es bastante elocuente al alabar a Juan y el pasaje del Evangelio del último domingo es quizás la máxima expresión de respeto que Cristo le ofrece. “En verdad les digo que entre los nacidos de mujeres, no ha habido nadie más grande que Juan el Bautista; pero aun el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él.”

¡Según Jesús, Juan es el más grande de todos los hijos que jamás hayan nacido, un cumplido bastante generoso sin duda! Sin embargo incluso, aquellos que están en el Reino de Dios son más grandes que él. El Reino de Dios es esa sociedad de esperanza y plenitud a la que todos quisiéramos ingresar, un reino de justicia. Y Juan es el visionario que apunta hacia Aquel que establecerá ese Reino, refiriéndose siempre a Jesús como el Mesías esperado, no sólo en su propio tiempo sino también en nuestro futuro. Esa doble referencia del nacimiento del Mesías en un momento determinando de la historia y su futura venida al final de los tiempos conforma el corazón del Adviento.

Si nos concentramos demasiado en el nacimiento de Jesús 2,000 años atrás, tal vez creceríamos  sólo sentimentalmente, después de todo, ¿quién no ama a un recién nacido?, ¿qué corazón no se conmueve con un Bebé que ha nacido en medio de la pobreza? Esos sentimientos y sensibilidades nos conducen a muchos a comprometernos en obras de caridad para que los niños pobres puedan recibir un regalo bajo el árbol, o para que familias que no tienen nada puedan tener una cena Navideña adecuada. Gustosamente anotamos los nombres de ancianos desamparados y nos aseguramos que tengan un buen abrigo para el invierno y quizás algo especial el día de Navidad. Todas esas actividades son maravillosas y muy importantes, sin embargo, su duración es temporal. La Navidad va y viene mientras que la pobreza continúa.

Es ahí donde debemos inspirarnos en la otra faceta del Adviento. Ese Niño recién nacido en la pobreza 2,000 años atrás regresará algún día  durante el juicio final de la humanidad y nos llamará a cada uno a hacer un recuento de nuestras vidas. Juan el Bautista le advirtió a su gente que el Mesías los haría responsables por sus vidas y a nosotros también.

La advertencia de Juan de ese entonces y de ahora es que nos arrepintamos y estemos preparados. Nuestra respuesta debe ser tanto comprometernos a trabajar por la justicia como responder caritativamente a aquellos directamente necesitados. Ésto captura lo que el Papa Francisco le ha venido recordando a la Iglesia y al mundo desde su elección, y lo que Juan nos recuerda cada Adviento.

A medida que continuamos preparándonos para la Navidad, nuestros corazones se llenan de alegría con la anticipación de estar con nuestros seres queridos, de acoger a aquellos pequeños y sus  emociones incontenibles en nuestros hogares, de disfrutar las comidas especiales que marcan esta temporada. Esos sentimientos que llenan esta época y nuestros corazones son maravillosos pero Juan el Bautista todavía nos advierte que recordemos que el Mesías regresará eventualmente como juez y se nos requerirá haber vivido correcta y justamente, no sólo durante la Navidad sino también en todo momento. El mensaje de Juan no parece desaparecer.

Que esta Navidad sea un tiempo de alegría profunda y duradera; y que el 2014 les traiga buena fortuna, y mucha salud y felicidad a ustedes y a todos sus seres queridos. ¡Feliz Navidad y próspero año 2014, mis queridos hermanos y hermanos en Cristo!