Aprendiendo del Buen Pastor
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY | Published September 26, 2013
La mayoría de los miembros del reino animal tienen un sentido del olfato mucho más desarrollado que el de los humanos. Este sentido es una de las maneras más importantes en las que pueden encontrar su alimento y por supuesto, evitar convertirse en presa de otros animales.
Las personas han hecho uso efectivo de este sentido tan desarrollado repetidamente en la vida diaria. Por ejemplo, con frecuencia utilizamos perros que pueden detectar materiales peligrosos en lugares ocultos, algunos pueden incluso buscar a personas extraviadas o fallecidas como parte del trabajo policial. El sentido del olfato tiene una importancia crucial en el mundo animal.
“Yo soy el Buen Pastor y conozco a los míos como los míos me conocen a mí.” Quizás, no exista un animal más importante en todo el Nuevo Testamento como la oveja. Este animal es utilizado en diferentes metáforas y ejemplos a lo largo de toda la Biblia, pero especialmente en el Nuevo Testamento, donde Jesús es el propio Cordero de Dios y a su vez es nuestro Buen Pastor.
En la zona urbana de la Arquidiócesis de Atlanta no tenemos muchas ovejas, aunque recientemente, el Padre Tom Zahuta me dijo que cerca de su nueva asignación pastoral veía un rebaño casi a diario; pero aparte de Tom, la mayoría de nosotros no vemos a muchas de ellas con regularidad. Sin embargo, debido a su significado bíblico, continuamos escuchando acerca de estos pastores y estas ovejas a quienes el Señor ha encomendado cuidar en Su nombre.
El Papa Francisco ha urgido en varias ocasiones a aquellos de nosotros que somos obispos y sacerdotes que “seamos pastores con olor a oveja.” Estoy Seguro de que su recomendación tiene mucho que ver con ministros familiarizados y comprometidos profundamente con las vidas de aquellos encomendados a nuestro cuidado. Los animales a menudo reconocen a otros animales y seres humanos prácticamente sólo por su olor. Las ovejas reconocen el olor del pastor y se sienten seguras cuando él está entre ellas. Se supone que debemos estar muy cerca de nuestra gente para conocerlos y saber sus aspiraciones, sus temores y sus alegrías.
Y también se supone que nuestra gente debe conocernos, con nuestras debilidades, nuestras fortalezas y nuestros deseos de servirles. Este conocimiento mutuo por parte de los pastores y de las ovejas establece un vínculo de confianza que hace mucho más eficaz a nuestro ministerio. Podemos entonces moldearlos, instruirlos y formarlos con una autoridad que está basada sólidamente en la seguridad y en la confianza.
Jesús es el Pastor perfecto, es quien ha entregado Su vida por Sus Ovejas. Todos podemos tener plena confianza en Él, porque Él ha establecido un vínculo de confianza que no puede romperse ni destruirse nunca.
El Papa Francisco ha recomendado a los obispos y a los sacerdotes que cuiden del rebaño de Dios en nombre de Cristo y que se acerquen a su pueblo en maneras que imiten la dedicación del Señor mismo. Esta familiaridad construye confianza y cercanía. De acuerdo con el Papa Francisco, el pastor debe oler a sus ovejas para poder moverse más fácilmente entre ellas, guiándolas, santificándolas, ocupándose de sus necesidades y dándoles seguridad con su presencia y su preocupación.
Una gran parte de las personas de la Arquidiócesis me conoce especialmente a través de mis juegos de golf o de mis paradas casuales en Publix; o se ha encontrado conmigo personalmente en encuentros fortuitos en un elevador o en el centro comercial, en mis visitas frecuentes a nuestras escuelas para estar con nuestros niños en eventos escolares que van desde el preescolar hasta la secundaria, o incluso haciendo la fila para reclamar mi auto recién lavado. Y de igual manera, yo he llegado a conocer a los fieles de la arquidiócesis y sus muchos talentos y apreciado patrimonio. Conozco la profunda devoción que tiene a la Eucaristía como se manifiesta en nuestro Congreso Eucarístico anual. Conozco el gran amor que tienen por sus hijos y su dedicación a su formación religiosa. He llegado a apreciar y a valorar el carácter gentil y el decoro del sur. Hemos llegado a conocernos mutuamente en los casi nueve años en los que ha sido mi gran bendición ser el pastor de esta parte del rebaño del Señor, y debemos continuar construyendo sobre ese conocimiento a medida que buscamos encontrar juntos a Cristo.