Lo Que He Visto Y He Oido
By MOST REVEREND WILTON D. GREGORY | Published June 6, 2013
Este domingo pasado cuando visité por cuarta vez la comunidad católica de St. Helena en Clayton para dedicar y bendecir su nuevo centro pastoral, ¡el cual es verdaderamente hermoso!, decidí utilizar mi GPS para que me indicara el camino de Atlanta a Clayton. Ahora me doy cuenta de que en su lugar, simplemente, debería haber pedido a las personas que hacen ese viaje a las montañas de Georgia regularmente que me indicaran la vía más corta. En ocasiones, los sistemas de navegación tienen mente propia y toman “el camino menos transitado” como lo hizo el mío el domingo por la mañana. Sin embargo, hubo una bendición en este mal entendido tecnológico, ya que al aproximarme a Clayton por caminos desconocidos que nunca había transitado, observé una parte de la arquidiócesis que normalmente no habría observado.
Mi viaje de ese domingo por la mañana me recordó que la Arquidiócesis de Atlanta es de hecho una comunidad territorialmente diversa. Aunque la gran mayoría de nuestros feligreses viven en el área metropolitana que rodea a la ciudad de Atlanta, tenemos también un enorme territorio que es verdaderamente rural, agrícola y de zonas aisladas en las fronteras regionales. Las granjas y los pequeños pueblos que hacen parte de la Arquidiócesis de Atlanta me recordaron a la Diócesis de Belleville, Ill., la cual es principalmente una diócesis rural, bendecida con granjas y ranchos que producen cosechas que alimentan a esta nación y a muchas otras personas a través del mundo.
Cuando hablamos de nuestra diversidad como arquidiócesis, con frecuencia tendemos a enfocarnos en los aspectos culturales, étnicos y raciales de nuestra gente. Podríamos pensar incluso, en la diversidad de generaciones o de idiomas que representamos, pero somos diversos también en la variedad de nuestro territorio. Esta característica vital de la complejidad de nuestra Iglesia local está vivamente presente durante el Congreso Eucarístico que se ha convertido en parte esencial de nuestro patrimonio. El Congreso Eucarístico reúne a una gran variedad de personas. Muchas de ellas visten trajes nativos, cantan canciones tradicionales y hacen un maravilloso despliegue de nuestra complejidad internacional. Mi excursión dominical me recordó algo importante, que estamos compuestos de pueblos pequeños y de metrópolis, y que somos rurales y urbanos.
La Eucaristía que compartimos contiene toda esta diversidad y la mantiene perfectamente unida, de hecho la bendice. El partir Un Solo Pan y el beber de Una Sola Copa nos hace uno en Cristo. Éste ha sido siempre un tema clave en nuestro Congreso Eucarístico y una bendición para la familia arquidiocesana entera. El Señor se acerca a nosotros y nos une en Sí mismo, ya sea que celebremos la Santa Misa en una pequeña parroquia en el campo o en una de nuestras grandes comunidades en el área metropolitana de Atlanta.
El Señor permanece presente en la Eucaristía en todas las iglesias a través de la arquidiócesis y en Su presencia nos invita a ver nuestra unidad en Él. El mismo Dios permanece presente para todos aquellos que se acercan a Él en oración, ya sea que una parroquia tenga su adoración Eucarística solamente una hora al mes o que sea lo suficientemente afortunada como para tenerla en forma continua. Como San Pablo nos lo recuerda y se lo recuerda a los Corintios: “Aunque somos muchos, todos comemos de un solo pan, y por ésto somos un solo cuerpo.” (1 Cor 10:17)
Nuestra unidad está garantizada en Cristo. Al concluir nuestro Congreso Eucarístico este fin de semana pasado (y mi viaje a Clayton por caminos desconocidos), no puedo más que dar gracias y alabar a Dios por el maravilloso espíritu de unidad que hemos llegado a experimentar en la Arquidiócesis de Atlanta debido al Señor Eucarístico que nos mantiene unidos en Sí mismo y convierte nuestras diferencias en bendiciones.