Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oido

By MOST REVEREND WILTON D. GREGORY | Published August 30, 2013

Published: August 30, 2012

“¿El hacerse un tatuaje es considerado un pecado?” Esa fue una de las preguntas que tuve que responder el martes pasado en la tarde, en Milledgeville, cuando hice mi visita anual al ministerio católico de Georgia College. Puedo asegurarles que el joven que se hizo un tatuaje, no ha cometido ningún pecado pero se podría poner en duda su prudencia, su buen gusto o lo sabio de su decisión; sin embargo esta no fue la pregunta que el joven formuló.

Ocasionalmente, nosotros los católicos, catalogamos el pecado y lo aplicamos a una gran cantidad de asuntos humanos que no tienen ninguna relación con su verdadero significado. El mundo no está claramente dividido entre las cosas que son consideradas pecado-de las cuales hay bastantes-y las que no lo son. Pecar es un asunto serio y no debe ser tomado ligeramente. El pecado involucra odio, violencia, mentiras, decepción y la destrucción intencional de la relación entre Dios y nosotros, y de unos con otros. ¡Los tatuajes por sí mismos no son los causantes del pecado!

Existen muchas cosas que hacemos que pueden ser tontas, groseras, ridículas e inapropiadas pero eso no alcanza a deteriorar hasta el punto de convertirse en pecado. El pecado habita en la voluntad y el alma de una persona y es ahí donde se convierte en una fuente espiritual de corrosión e incluso de muerte.

La siguiente pregunta esa tarde trato un tema relacionado: “¿Cómo podemos explicarle a nuestros hermanos que no son católicos nuestra costumbre de confesarnos?” Nuestra tradición católica del Sacramento de la Reconciliación, posiblemente no sólo confunda a la mayoría de la gente que no es católica sino que también confunda a muchos que lo son y simplemente no entienden ¿por qué deben confesarse ante un sacerdote que también es un pecador? Este sacramento ha sido por mucho tiempo fuente de mal entendido y la manera como nos hemos acostumbrado a practicarlo ha cambiado. En un mundo de tanto individualismo como el nuestro, la confesión sacramental puede ser una fuente mayor de confusión.

Pero aun más confuso que el Sacramento de la Reconciliación ha sido nuestro cambio de posición y nuestra actitud confusa acerca del significado del pecado mismo. Para mucha gente el pecado es una parte anticuada y bastante inútil del  comportamiento humano; y para muchos otros que tal vez reconocen su existencia,  es algo excesivamente personal y de naturaleza altamente individual. ¿Por qué uno como individuo necesita de un sacramento para resolver este tipo de asuntos? Nuestra obsesión con el individuo y su soberanía sobre la persona, generalmente separa el pecado de la comunidad. Sin embargo, las enseñanzas católicas clásicas sobre el pecado presumen que el individuo tiene una relación estrecha con su comunidad. El pecado involucra no sólo una preocupación personal entre Dios y uno mismo, sino que además afecta dramáticamente la manera en la que pertenecemos e impactamos unos a otros. Cada pecado, sin importar que tan privado parezca, destruye de alguna manera la armonía que Dios planea y desea para la comunidad humana.

De esta manera entonces,  al comenzar a responder la segunda pregunta, tuve que empezar declarando que ningún ser humano vive en absoluta soledad y que las cosas que nosotros hacemos como individuos tienen un efecto en los demás. El sacerdote se convierte en un instrumento para reconciliarnos con Dios (Él, que tiene el poder de perdonarnos y lo hace  cuando le pedimos su misericordia con humildad), pero la confesión se convierte en el momento, en el que el caos de la sociedad es restaurado. Si no nos  vemos a nosotros mismos realmente conectados unos con otros, será muy difícil entender la importancia que este  sacramento tiene para la Iglesia.

El concilio de Trento analizó la naturaleza de este Sacramento de la Reconciliación y le otorgó  al sacerdote el poder para actuar como juez en representación de la Iglesia. Debemos reconocer que la mayoría de las sociedades nombran jueces para trabajar a favor de la comunidad  los cuales son ciudadanos que comparten las mismas limitaciones y aspiraciones de sus conciudadanos. Sin embargo, ellos imparten justicia en representación de la sociedad y reconcilian a la gente que tal vez haya violado una ley en nombre de ésta. Imparten sentencias que buscan restaurar la armonía y lo hacen porque el incumplimiento de la ley crea un desequilibrio en el balance social y destruye su armonía. Existen jueces que obviamente fallan en cumplir las leyes que ellos mismos administran-jueces de cortes de tráfico que conducen a alta velocidad, magistrados civiles que mienten y roban.  Cuando estos jueces cometen una infracción realmente seria son destituidos de sus cargos. Pero no por esto, se anula totalmente el sistema judicial ya que la sociedad necesita de ellos para administrar las leyes que mantienen el balance en la comunidad. Con el Sacramento de la Reconciliación sucede algo similar, los sacerdotes somos consientes de que somos miembros pecadores de una comunidad, sin embargo también, ejercemos una función muy importante para ayudar a la familia de la Iglesia a mantener un espíritu de armonía, unidad y solidaridad porque es la voluntad de Dios que vivamos en unidad-y porque nadie vive completamente en soledad.