Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oido

By MOST REVEREND WILTON D. GREGORY | Published October 11, 2012

El Santuario Mariano de Loreto ha mantenido su posición venerable en el corazón de la Iglesia por más de siete siglos. La tradición dice que su reliquia más importante es la casa donde nació la Santísima Virgen María, quien tiene su albergue ahora en la famosa basílica de esta ciudad italiana.

Hace cincuenta años el Santo Papa Juan XXIII hizo una peregrinación especial a Loreto, con el fin de encomendar  el Concilio Vaticano II bajo la protección de la Madre de Dios. Siguiendo sus pasos, El Papa Benedicto XVI hizo aquella misma jornada la semana pasada para conmemorar el quincuagésimo  aniversario de la apertura del Concilio y una vez más, para pedir a la Santísima Madre que proteja y guíe a la Iglesia. Con frecuencia, actividades eclesiásticas importantes como ésta, hacen un llamado a la asistencia y la protección de la que es la Madre de la Iglesia, ya que ella recibió esta encomienda del  Concilio mismo. Como niños a punto de emprender una grande y nueva aventura, con frecuencia nosotros también lanzamos un grito que dice, ¡Madre mira lo que hacemos! Y con el cuidado tierno de una madre, ella mira maravillada y tal vez con algo de ansiedad, cuando nosotros, sus hijos, intentamos hacer algo nuevo y emocionante.

Al entrar en el Año de la Fe, proclamado por el Papa Benedicto XVI, con él, hacemos un llamado a María para que vele por nosotros y nos guíe a lo largo de este próximo año. Aquí en la Arquidiócesis de Atlanta, hablaremos con quien frecuentemente ha entrado a las vidas de sus hijos a través de todos los años y culturas, consolándolos, dándoles seguridad e identificándose con ellos de maneras que nos hacen suyos y a ella, la hacen nuestra.

Sin duda, al reunirse los obispos para deliberar y diseñar los 16 documentos que eventualmente fueron el producto del Concilio Vaticano II, sabían que estaban preparando a la Iglesia para responder a un mundo que había cambiado drásticamente durante su propia vida y que continuaría cambiando incluso más rápidamente en los años que seguirán al Concilio. El Concilio Vaticano II fue el esfuerzo más importante de la Iglesia para llevar el mensaje del Evangelio al mundo y bajo la guía del Espíritu Santo, para llamar a ese mismo mundo a la conversión—un proceso al que ahora nos referimos como evangelización.

La Nueva Evangelización¬¬—un término introducido por el Santo Papa Juan Pablo II y al que el Papa Benedicto XVI ha dado mayor fuerza—incluye hacer un llamado a aquellas naciones y culturas que fueron evangelizadas muchos siglos atrás, antes de un nuevo y más profundo entendimiento de sus raíces cristianas y su patrimonio de fe.

La Nueva Evangelización,  es la misión que la Iglesia tiene de asegurarse de que los pueblos y las naciones que una vez fueron consideradas con seguridad como católicos, descubran de nuevo el Evangelio y sus valores. La Nueva Evangelización está basada en el hecho de que la fe no es transmitida de una generación a otra, como los factores genéticos que explican los rasgos humanos, son compartidos a través de generaciones. Nuestra fe católica es un tesoro que debe ser protegido, valorado y transmitido en cada época. Nuestra fe católica es el vínculo que nos une con nuestro pasado y nos señala hacia el futuro. Nuestra fe católica debe abarcar nuestras tradiciones y al mismo tiempo, ofrecer esperanza para el mañana—debe, simultáneamente vincular el pasado y el porvenir. Nuestra fe católica necesita su ayer con el fin de guiar a las generaciones futuras. La Nueva Evangelización debe utilizar eficazmente los medios de comunicación sociales, con el fin de obtener una participación comprometida de nuestra juventud, la cual depende altamente de estos medios.

Así mismo, la Nueva Evangelización debe por último, ayudar a toda la gente a descubrir la propia Persona de Cristo Jesús—presente en su Iglesia, y en nuestra vida sacramental y en comunidad. Así pues,  comenzamos ahora,  este Año de la Fe con los católicos a través del mundo. Reflexionaremos sobre el gran regalo que el Concilio Vaticano II fue para la vida de la Iglesia, y continuaremos orando unidos para su cumplimiento.

Aquí, en la Arquidiócesis de Atlanta, también llevamos a la Madre de Dios cerca, en nuestra mente y nuestro corazón, ya que el Santo Papa Juan XXIII le encomendó a Ella el éxito del Concilio Vaticano II, y como toda madre, ella siempre logra hacer lo que sus hijos piden de ella.