Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oido

By MOST REVEREND WILTON D. GREGORY | Published March 29, 2012

Ya estamos por terminar la Cuaresma. Tal vez estamos fatigados de nuestras penitencias que comenzaron el miércoles de cenizas y deseamos regresar a los placeres que hemos puesto a un lado como señal de nuestra humillación y abnegación. En estos últimos días de la cuaresma, nuestras penitencias parecen ser más como un concurso de resistencia en vez de una expresión de nuestro deseo de intensificar nuestro amor para Dios y para el prójimo como fue el propósito inicial.  Con solo unos días restantes, nuestras penitencias se convierten en ejercicios espirituales que nos empujan al límite. Sé que esto sucede porque aun para mi es una realidad. Durante estos últimos días de la cuaresma, escuchamos en las Escrituras el aumento de los conflictos que llevaron a la pasión de Cristo. Sabemos sobre todo que, Él decidió soportar su mortificación que lo llevaría a su nueva vida, y no solo para Él, sino también para todos nosotros.

De vez en cuando muchos de nosotros somos impacientes y la larga temporada de cuaresma nos puede llegar a cansar pero como escucharemos varias veces durante la semana siguiente, Jesucristo es la encarnación de la paciencia. Él esta dispuesto a aceptar su Cruz y soportarla libremente en una cruel pasión para nuestro bien. Es un hecho que no se pueden compara nuestras escasas penitencias con la crueldad del sufrimiento de Cristo.

La semana siguiente es el gran testimonio del amor que tiene Cristo para todos nosotros y hace que nuestra propia humillación se vea como simple y sencilla. Al comenzar la Semana Santa, debemos terminar los sacrificios que comenzamos (o volvamos a  ponerlas en práctica si hemos fallado) como recordatorio de que el amor de Dios para nosotros es más grande que cualquier expresión de nuestro intermitente amor por Él.

Oremos y reflexionemos todos profundamente en esta semana santa que el precio de nuestra redención fue pagada por el Señor como una ofrenda total de Él mismo en una muerte cruel y que fue hecho por amor y con paciencia infinita.

Espero que todos entremos renovados a la Pascua y llenos de esperanza, sabiendo del gran valor que tenemos en el corazón de Dios. Feliz Pascua, mis queridos hermanos y hermanas. Ofrezco un cariñoso saludo a todos aquellos que por primera vez se unirán a nosotros alrededor del altar del Señor esta Pascua; que sus nuevas vidas en Cristo los enriquezcan a todos ustedes, quienes traen tanta alegría al corazón de la Iglesia en el norte de Georgia. Les deseo una santa y bendita Pascua a todos ustedes.