Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oído

By MOST REVEREND WILTON D. GREGORY | Published June 9, 2011

Usé Skype por primera vez la semana pasada para un ‘video chat’ con uno de los seminaristas que está estudiando en México en este momento. Para aquellos que, como yo, siguen siendo instruidos por colegas más jóvenes en las posibilidades de las comunicaciones del siglo 21, les comento que Skype es un servicio telefónico de video por computadora. Mientras uno habla, se puede ver a la otra persona a través de una camarita montada en la computadora, y ellos también nos ven y escuchan. La imagen proyectada me hizo recordar las primeras épocas de la televisión, y como ocurrió con este típico aparto doméstico, estoy seguro de que cada avance irá mejorando y definiendo más esas imágenes.

Las innumerables avenidas de comunicación social con que disponemos en este momento han hecho un mundo más pequeño y mucho más conectado de lo que alguno de nosotros se hubiese imaginado simplemente una década atrás. El próximo Domingo de Pentecostés escucharemos el pasaje famoso del Libro de los Hechos de los Apóstoles, y quizás nos cause gracia lo que los primeros apóstoles consideraban un mundo extenso. Ahora sabemos que la tierra es mucho más extensa de lo que algunos de los cristianos del primer siglo pudiesen haber pensado. Y con la capacidad que ahora tenemos, podemos hablar con personas y verlas aunque estén en lugares lejanos, pero a la vez están muy cerca de nosotros gracias a los avances tecnológicos.

Sin embargo, el semejante desafío de comunicar la fe en el mundo de hoy utilizando un lenguaje que muchas personas diferentes puedan entender todavía depende mucho de la gracia del Espíritu Santo. La emanación del Espíritu sobre los primeros discípulos produjo mucho más que una simple habilidad tecnológica. El Espíritu Santo les permitió hablar en un lenguaje que lo podían entender los corazones de los que los escuchaban. El Evangelio es el mensaje de la verdad que en última instancia afecta y cambia el corazón y el alma de una persona.

La semana pasada, mientras me secaba las manos en un lugar público local, noté que la dispensadora de toallas de mano tenía las instrucciones de uso escritas en inglés y en español. Una persona que usó la dispensadora anteriormente había rayado por encima del texto en español y en su lugar había escrito un mensaje muy ofensivo. El lenguaje del insulto era indicio de una persona muy enojada y quizás trastornada que estaba intentando expresar algo más que un simple desagrado con las instrucciones bilingües. Este individuo estaba condenando a un segmento entero de nuestro pueblo. El mensaje revelaba más sobre el autor de lo que quizás éste desearía; las palabras utilizadas demostraban el corazón de una persona que está llena de odio, temor, inseguridad, y hasta quizás violencia. Me entristeció ver esta manifestación y me entristeció más saber que en algún lugar hay una persona con esos sentimientos en su corazón; esto me entristeció pero no me sorprendió totalmente.

El Pentecostés es la celebración de la universalidad de la Iglesia; es la festividad católica preeminente  porque enfatiza la naturaleza omnímoda de la Iglesia. El mundo en que vivimos se ha vuelto más accesible por medio de nuestra amplia capacidad de llegar a personas en tierras muy distantes y traspasar culturas y naciones. No deberíamos  temer a otras personas porque son diferentes o hablan otro idioma o practican otras tradiciones religiosas.

Los primeros discípulos tenían un mensaje de esperanza y fe que querían compartir con todos aquellos que los escuchasen, y nosotros poseemos ese mismo mensaje y medios mucho más eficientes para proclamar a Cristo en el mundo. También poseemos la gracia y el poder del Espíritu Santo y por lo tanto sabemos  que al final triunfaremos.

¡Feliz Día de Pentecostés, mis queridos hermanos y hermanas en Cristo!