Lo Que He Visto Y He Oido
By MOST REVEREND WILTON D. GREGORY | Published May 9, 2013
Ella era la esposa de un prominente cirujano de Chicago y la madre de cuatro hijos; y literalmente, una de las mujeres más divertidas y con más energía que jamás he conocido. Charlotte (Coke) Redden murió el mes pasado después de una larga enfermedad y durante las últimas semanas he orado por ella diariamente, pero siempre con una sonrisa. La conocí a ella y a su familia maravillosa en 1972, cuando servía como diácono en la parroquia de Mary, Seat of Wisdom en Park Ridge, Ill. La nuestra, fue una amistad que duró más de 40 años. Cuando su amado esposo Jack murió en abril de 2005, escribí en una edición anterior de esta columna sobre su deseo de rezar el Padre Nuestro como su última oración. Estoy seguro de que Coke, también ofreció al Señor esa misma oración al final de su vida, una oración que ella y su esposo enseñaron a sus hijos muchos años atrás.
He sido afortunado al encontrar a muchas personas de fe maravillosas en cada una de las tres diócesis en las que he tenido la bendición de servir como sacerdote, ellas me han inspirado y me han motivado espiritualmente de modos que yo nunca podría haber previsto el día de mi ordenación, en 1973. Algunas de ellas han sido miembros prominentes de la sociedad, pero la gran mayoría han sido personas de fe bastante comunes. Las he conocido en las parroquias, en las escuelas, en las cancillerías diocesanas y en encuentros casuales que han unido nuestras vidas de maneras que me han enriquecido tanto que me es difícil expresar plenamente mi gratitud sincera. Todo sacerdote es un ministro sacramental de la Iglesia; y yo he sido muy afortunado al compartir la vida sacramental de la Iglesia con cientos de miles de personas, muchas de quienes permanecen anónimas pero que son extremamente importantes para mi vida como sacerdote. Durante las últimas semanas, cuando me preparo para recibir alrededor de una docena de mis compañeros del sacerdocio en Atlanta, el 9 de mayo, para celebrar nuestro 40º aniversario como Sacerdotes de Cristo Jesús, los rostros de estas personas han inundado mi corazón.
Cada una de mis asignaciones pastorales me ha traído la bendición de amistades maravillosas, al Señor haberse manifestado a Sí mismo en las vidas de aquellos que se encontraban bajo mi cuidado como Su sacerdote. La gente de la Arquidiócesis de Atlanta ha demostrado ser el ápice de mi ministerio sacerdotal. En el fondo, soy un sacerdote diocesano, que es para lo que estudié, entrando al seminario en 1961 a una edad fácil de impresionar, cuando tenía 13 años. Mi energía proviene de las personas encomendadas a mí con las que comparto, entre ellos encuentro constantemente al Señor Jesús. Celebrando la Eucaristía con los fieles bajo mi cuidado es donde descubro a Cristo con mayor claridad. Visitando a los enfermos, encomendado a los muertos a la Misericordia de Nuestro Padre, presidiendo bodas, bautizando a los pequeños, escuchando confesiones. Todo ésto me acerca más al Señor.
Desde que me convertí en Obispo, también he encontrado a Cristo vivo entre los sacerdotes con quienes hago ministerio. ¡Atlanta tiene los mejores sacerdotes que jamás he conocido, no somos perfectos (ni arzobispos ni sacerdotes!), pero nos esforzamos por servir a la gente en el Norte de Georgia en la mejor medida de nuestras capacidades. La alegría está presente entre los sacerdotes de esta Iglesia local, incluso cuando debemos enfrentar los muchos retos que esta época y nuestras propias limitaciones presentan.
El ministerio sacramental del episcopado ha aumentado las oportunidades que ahora disfruto de compartir con nuestra gente. He encontrado a Cristo en nuevas maneras en estas actividades episcopales; en la alegre celebración de las confirmaciones, en el privilegio de ordenar nuevos ministros del Evangelio y en los encuentros diarios con mis colegas de la cancillería y mis amigos. Por lo tanto, este jueves, alabaré y daré gracias a Dios por permitirme ser Su Sacerdote por 40 años y especialmente por las miles de personas que me han sostenido con su amor, su paciencia y su bondad.