Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Un poder que los humanos no deben tener

By OBISPO JOHN N. TRAN | Published octubre 24, 2023  | Available In English

“Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos –oráculo del Señor–. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes”. ~ Isaías 55:8-9

Bishop John N. Tran

Este pasado 10 de octubre, 21º Día Mundial Anual Contra la Pena de Muerte, el Arzobispo Gregory Hartmayer se unió a otros líderes religiosos para pedir a los funcionarios electos de nuestro estado que cambiaran el estándar de prueba en casos capitales para aquellos con discapacidades intelectuales. El Obispo Joel Konzen, el Obispo Bernard Shlesinger III y yo firmamos, junto a nuestro arzobispo, una declaración interreligiosa sobre el tema la cual se publicó en línea en The Georgia Bulletin.

Me gustaría aprovechar esta oportunidad para expresar mi esperanza no solo de que nuestro estado cambie el estándar de prueba en dichos casos, sino de que también elimine la pena de muerte. La pena de muerte puede acabar con una vida inocente, no resuelve el problema de la sociedad ni aporta una verdadera sanación a los seres queridos de las víctimas.

Como católicos, nos enfrentamos a la brutalidad de la pena de muerte diariamente cuando miramos el crucifijo y vemos a Jesucristo, quien fue ejecutado y murió injustamente en la cruz. Sabemos, con seguridad, que fue un hombre inocente y que murió por los pecados de la humanidad. Sabemos que no se debe ejecutar a personas inocentes.

Ese es uno de los problemas de la pena de muerte en Estados Unidos: Según estadísticas del Centro de Información sobre la Pena de Muerte (DPIC por sus siglas en inglés), entre 2020 y este año, 14 personas condenadas a muerte fueron exoneradas, la mitad de ellas mediante el uso de pruebas de ADN.
Desde 1973, 195 ex condenados a muerte han sido exonerados de todos los cargos que los ponían a la espera de ser ejecutados. Esas, por supuesto, son las que contaron con una buena asesoría legal para solicitar la exoneración.¿Qué pasa con las demás? ¿Qué pasó antes de los avances de la evidencia del ADN? No hay duda de que se ha ejecutado a personas inocentes.

Hay otras razones válidas para oponerse a la pena de muerte, incluso para aquellos que son culpables. En primer lugar, las estadísticas demuestran que no funciona como elemento disuasivo de los delitos violentos; también es costosa (una encuesta realizada en 2009 por el DPIC encontró que los jefes de policía clasificaron la pena de muerte en último lugar entre las formas de reducir los delitos violentos. Los jefes de policía también consideraron que la pena de muerte era el uso menos eficiente del dinero de los contribuyentes).

En segundo lugar, es racialmente injusta, ya que se utiliza desproporcionalmente en casos en los que la víctima del delito es blanca (vea el enlace a las estadísticas a continuación).

Finalmente, y lo más importante, como católicos debemos reconocer que ejecutar a un ser humano es una violación de su dignidad como hijo de Dios. Por eso, en 2018, el Papa Francisco revisó el Catecismo de la Iglesia Católica para afirmar inequívocamente que: “El recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, tras un juicio justo, se consideró durante mucho tiempo una respuesta adecuada a la gravedad de ciertos delitos y un medio aceptable, aunque extremo, de salvaguardar el bien común”.

Sin embargo, hoy en día existe una conciencia cada vez mayor de que la dignidad de la persona no se pierde incluso después de la comisión de delitos graves. Además, ha surgido una nueva comprensión de la importancia de las sanciones penales impuestas por el estado. Por último, se han desarrollado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la debida protección de los ciudadanos, pero, al mismo tiempo, no privan definitivamente al culpable de la posibilidad de redención.

En consecuencia, la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que “la pena de muerte es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona” y trabaja con determinación para que esta se elimine en todo el mundo.

La pena de muerte pone un poder asombroso en manos humanas, un poder que nunca debimos tener. El profeta Isaías nos recuerda que los caminos de Dios están muy por encima de los nuestros, y quienes ocupan posiciones de poder siempre deben recordarlo, especialmente al considerar las políticas que tratan sobre la vida o la muerte.

También son dignas de atención en este asunto las palabras de otro profeta, “Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios”. (Miqueas 6,8).

Todos estamos llamados a caminar con humildad, a escuchar la voz de Dios cuyos caminos están llenos de misericordia. Y es solo mostrando misericordia que los seres queridos de las víctimas encontrarán la verdadera sanación y paz. Habiendo perdido a una madre a la edad de 34 años y a un hermano en la escuela secundaria, no conozco otra opción que perdonar para experimentar la sanación y poder vivir. ¡Y Dios desea que todos vivamos!