Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Las mujeres y hombres religiosos ‘enriquecen nuestras vidas’

By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Commentary | Published mayo 14, 2015  | Available In English

La Hermana Margaret McAnoy, IHM, nuestra Vicaria Religiosa en la Arquidiócesis, me envió un enlace a un reciente artículo relacionado con el 25 aniversario de la muerte de la Hermana Thea Bowman, la carismática monja afroamericana que jugó un papel fundamental en la Iglesia Católica en nuestro país al ayudarnos a incrementar nuestra apreciación de la riqueza de nuestras bendiciones multiculturales.

Fui afortunado de haber conocido personalmente a la hermana Thea, y era una mujer sumamente dinámica dentro de nuestra Iglesia. Ella cantaba, predicaba y manifestaba su orgulloso patrimonio afroamericano católico a todo el que tuvo el privilegio de haber estado en su presencia. Ella decidió unirse a Franciscan Sisters of Perpetual Adoration, una comunidad establecida en Wisconsin formada por mujeres religiosas que habían tocado su corazón y su vida a través de su ministerio en Canton, Mississippi y fue pionera al ser la primera negra que ingresó a esa comunidad.

A través de su personalidad dinámica, la Hermana Thea logró que sus hermanas entendieran que habían muchas bendiciones más allá de los confines de LaCrosse, Wisconsin. Ellas sabían que Thea era una ganadora, y eventualmente la comunidad la envió a hacer estudios de doctorado — probablemente no muy al tanto en ese momento de dónde la utilizarían en el futuro.

Más adelante durante esa misma semana en la que recibí el correo electrónico de la Hermana Margaret, recibí otro correo electrónico de una querida y devota amiga de mi primera asignación parroquial, la Hermana Marie Krippner, OSF, informándome de la muerte de una de las hermanas que había conocido en esa misma parroquia. La Hermana Teresene Nemmer, OSF, había muerto en la casa principal de School Sisters of St. Francis en Milwaukee a la edad de 101 años. Aunque no era famosa como la hermana Thea, la hermana Teresene había vivido sus votos religiosos por más de 84 años y le había enseñado música a miles de estudiantes de la escuela de gramática católica. Su fama y contribución a la vida de la Iglesia no fue a través de alguna celebridad a nivel nacional como la Hermana Thea, sino a través de su larga fidelidad a la misión de la educación católica.

Por último, recibí la muy triste noticia de la muerte de la Hermana Mary Ann Walsh, una querida amiga de mi servicio de liderazgo en la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, donde trabajó como directora de comunicaciones. Una Hermana de la Misericordia, experta en medios de comunicación que me enseñó mucho, por lo cual nunca podré expresar mi gratitud completamente.

La Hermana Mary Ann fue literalmente la voz y guardiana de las comunicaciones de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos durante el punto más crítico de la crisis de abuso sexual. No podríamos haber sido más afortunados de tener a una persona de su habilidad, fe y determinación en esa posición durante ese tiempo. Ella era profundamente respetada tanto por los obispos de Estados Unidos como por muchos en Roma. Ella se aproximaba a aquellos a quienes trataba con un sentido común que desarmaba y al mismo tiempo informaba. Deseo que se encuentre en la oficina de prensa celestial sirviéndole al Señor con la misma dedicación y alegría con los que le sirvió a él en su Iglesia terrenal.

Con cada una de estas tres mujeres religiosas, descubrí nuevamente el gran regalo de la vida consagrada dentro de la Iglesia. Ellas fueron mujeres de diferentes trayectorias y maneras de llevar su misión, pero bastante similares ya que vivieron un regalo religioso dentro de nuestra familia de fe que nos enriqueció con sus habilidades y su fidelidad a la Buena Nueva de Jesucristo.

Actualmente estamos observando el Año de la Vida Consagrada en la Iglesia. Las mujeres y hombres religiosos que han bendecido mi vida son innumerables, y estoy seguro que cada uno de ustedes puede recordar a una hermana que le ayudó a prepararse para la Primera Comunión, un hermano religioso que le enseñó álgebra en la escuela secundaria o un sacerdote perteneciente a una orden que presidió el funeral de su padre.

De cualquier forma que estos hombres y mujeres hayan enriquecido sus vidas, ciertamente merecen un momento de gratitud. Si han pasado al Reino de Dios, por favor digan una oración por ellos. Si residen en una comunidad de retiro en algún sitio, por favor mándenles una nota de agradecimiento. Si han perdido contacto con ellos, por favor intenten reconectarse.

Thea, Teresene y Mary Ann son sólo tres de las muchas religiosas y religiosos que han enriquecido mi vida y las vidas de muchos otros. Que cada una de ellas sea recompensada por su testimonio y su caridad – en palabras del Papa Francisco – por “despertar al mundo a las bondades de Dios.” Amén.