La Iglesia participa en diálogo liderado por el Papa
Published octubre 30, 2014 | Available In English
Siempre trato de comenzar escribiendo mi columna orando sobre un tema o asunto que parece particularmente oportuno. De vez en cuando los temas vienen a mí sin mucha dificultad; ellos llaman mi atención y me capturan por ser asuntos que requieren de mi guía pastoral.
En otras ocasiones, llego a ellos porque están más relacionados con una búsqueda espiritual y requieren una consideración mucho más reflexiva. El tema de esta semana surge porque muchas personas, tanto localmente como en todo el mundo, están considerando y respondiendo a la discusión de los asuntos que surgieron durante el reciente Sínodo Extraordinario de los Obispos sobre la familia.
El Papa Francisco, al llamar a dicho Sínodo Extraordinario como el primero de una conversación de dos partes sobre los problemas que enfrentan las familias en el mundo contemporáneo, comenzó con un proceso que primero invitó a los fieles a ofrecer sus observaciones a sus propios obispos locales. Yo presenté un informe resumido con las respuestas que había recibido de más de 5.000 personas de la Arquidiócesis de Atlanta, así como de una fructífera conversación con nuestro propio Consejo Pastoral Arquidiocesano. Mi resumen se unió luego a aquellos presentados por obispos de todo el mundo.
Esa fue la primera etapa de un diálogo en el que el Papa Francisco quiere ahora que la Iglesia participe. Las conversaciones en el Sínodo Extraordinario fueron otro paso de ese proceso. Como cualquier diálogo similar, hubo muchas opiniones diferentes sobre cuáles son los problemas verdaderamente importantes que enfrentan las familias, así como también aún más opiniones diferentes sobre la mejor manera de responder pastoralmente a esos desafíos.
Todas estas discusiones son importantes para poder invitar a las personas que pueden estar alejadas o separadas de la Iglesia a regresar y encontrar su lugar dentro de nuestra familia de fe. Estas son las mismas personas en “la periferia” de la Iglesia que el Papa Francisco nos ha desafiado a buscar y en la medida de lo posible traer a casa. Las circunstancias particulares de estas personas son frecuentemente problemáticas en relación a las enseñanzas y disciplina moral de nuestra Iglesia, pero a pesar de ello, estas personas deben permanecer cerca de nuestros corazones y en nuestras oraciones.
Este deseo de tomar en cuenta las necesidades y las situaciones de las familias en circunstancias extraordinarias ha causado otras recomendaciones y observaciones de aquellos que tienen una gran influencia sobre las normas sociales contemporáneas y que tienen acceso y control sobre las plataformas de medios sociales de gran alcance.
Vivimos en un mundo donde las deliberaciones más sensibles casi siempre al final se hacen públicas — incluso cuando la confidencialidad y discreción pudieron haber sido la norma al considerar dichas cuestiones en el pasado. Jesús le dijo a sus discípulos, “no hay nada oculto que no se hará visible y ningún secreto que no será conocido y traído a la luz.” Esas palabras nunca han sido tan significativas como lo son hoy en día, donde nuestro lema es “transparencia”.
Ben Bradlee, el legendario editor de The Washington Post, murió la semana pasada, y escuchamos en retrospectiva sobre su obsesión por asegurarse de que todo lo que fuera publicado por el Post fuera meticulosamente documentado y de buena fuente. Tal preocupación obsesiva por confirmar la veracidad de lo que uno publica no siempre tiene gran influencia sobre algunos de los medios sociales que existen en el mundo de hoy. Por lo tanto todos debemos considerar cuidadosamente la exactitud y sobre todo la parcialidad de lo que está en el foro público. ¿Que existen personas que buscarán manipular el diálogo al que ha invitado el Papa Francisco para sugerir cosas que no pueden existir dentro del legado de la fe de la Iglesia? Sin lugar a dudas. Así como también hay otras que se cerrarán a la novedad de la esperanza cristiana.
Sin embargo, hablar abiertamente de estas cuestiones puede ser desconcertante para algunas personas y obviamente ha causado que algunos se preocupen sobre a dónde nos llevará el diálogo en los próximos pasos de esta conversación.
Ahí es donde el Papa Francisco es un modelo de serenidad y confianza. Su discurso de clausura en el Sínodo Extraordinario fue un modelo de valentía y fe. Él reprendió a las personas en ambos lados del diálogo. Por un lado, amonestó a algunos para que no se aferraran tan rígidamente al pasado hasta el punto de no poder visualizar un futuro guiado por nuestra tradición y al mismo tiempo verdaderamente abierto a la sabiduría del Espíritu Santo. Luego desafió a los del otro lado para no llegar a ser tan simplistas en la búsqueda de una solución pastoral a estos asuntos, al punto de abandonar el patrimonio de fe que siempre debe conectar a la Iglesia consigo misma y con su pasado. Finalmente, nos aseguró que en su Ministerio Petrino, él es la fuente de la unidad y la verdad para la Iglesia. Luego pidió que estas conversaciones continuaran durante el año que viene y con el próximo Sínodo de los Obispos, mientras nos escuchamos humildemente el uno al otro y hablamos claramente para que todos escuchen.
El discurso del Santo Padre está impreso en su totalidad comenzando de esta edición de The Georgia Bulletin. Como ya es de esperarse del Papa Francisco, sus palabras son directas, desafiantes, y están maravillosa y accesiblemente escritas. Los animo a leerlas más de una vez y a orar por su significado ya que se refieren a ustedes como personas de fe y buena voluntad.
Confío en nuestro Santo Padre implícitamente, y creo que el diálogo debe seguir adelante para que le demos al Espíritu el espacio necesario para liderarnos a donde Él nos lleve.