Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oído (1 Abril 2010)

Published abril 1, 2010  | Available In English

Durante esta semana en las grandes comunidades metropolitanas, en los lugares remotos del trópico, y en los pequeños pueblos rurales del mundo, los católicos recordarán los acontecimientos que marcaron nuestra salvación. Escucharemos las palabras de la Sagrada Escritura y en este 2010 seguiremos las tradiciones rituales de casi dos mil años que recuerdan y renuevan el Misterio del sufrimiento, muerte, y resurrección de Jesús por todos nosotros. Celebramos lo que comenzó como una experiencia de fe para unos cuantos creyentes.

Los primeros discípulos que eligió Jesús no tenían grandes aptitudes comunicativas. Obviamente ellos no tenían la tecnología sofisticada que nosotros ahora damos por sentado. Muchos de ellos ya se habían manifestado como individuos escépticos, fanfarrones, pecadores y ambiciosos. No era un grupo de personas muy admirable. Sin embargo, este grupo reducido de hombres y mujeres pudieron hacer que el mundo en que vivían prestase atención a su fe y con el tiempo lograron invitar a otros a tener esa misma fe en Cristo. Lograron esta hazaña extraordinaria sin la ayuda de cámaras de video, Internet, editoriales en el periódico local, o conferencias de prensa. Simplemente contaron la historia de Jesús y lo Él que había hecho por ellos, y luego dieron testimonio y lo validaron con su propia vida.

Según los criterios del mundo tanto en ese momento como ahora, cuando Cristo confió la proclamación de este gran misterio de redención a su pequeña banda de camaradas débiles, las probabilidades de éxito estaban claramente en su contra. Pero tuvieron éxito y no usaron los medios de comunicación o influencia pública que nosotros usaríamos como absolutamente necesarios para lograr el propósito de nuestro Señor Jesús: Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas (Marcos 16, 15).

Veinte siglos más tarde en esta semana todavía seguimos recordando por medio de ritos los acontecimientos que ocurrieron en un lugar remoto del mundo y que involucraron a personas que apenas merecían tanto interés público. Nuestra fe católica no sólo es una consecuencia de un gran ingenio humano sino que es la gracia de Dios mismo. Aquellos primeros discípulos no tenían muchas aptitudes para realizar la tarea que se les había encomendado, pero confiaron sus vidas al poder del Espíritu Santo de Dios y por ello alcanzaron todo lo que Cristo quería que llevaran a cabo.

En esta Pascua, miles de personas acogerán el catolicismo por las mismas razones que en el pasado convencieron a tantos otros — el testimonio vivo de hombres y mujeres de fe y la gracia del Espíritu Santo. Deseo agradecerles a todas las personas de esta Iglesia regional por ser testigos de su fe: como esposos, dentro de una sociedad que no valora la estabilidad, la fidelidad, y ni siquiera la naturaleza del matrimonio como generador de vida; como padres, que luchan por impartir valores y fe en la vida de sus hijos a pesar del constante aluvión de imágenes negativas que inundan los hogares y las aulas de nuestras comunidades (muchas veces bajo la apariencia de libertad de prensa); como hombres y mujeres solteros, que viven como personas plenas y santas desafiando los estándares prevalecientes de nuestros tiempos; como sacerdotes, diáconos y religiosos, que se mantienen fieles a las promesas que hicieron en su juventud y que cumplen día tras día  (siempre con gran esfuerzo personal) con el fin de traer a Cristo al mundo a través de los ministerios de la Iglesia. A través de este testimonio el mundo se convence de la veracidad del mensaje de redención de Cristo y de su presencia entre nosotros.

Reconozco muy bien que en el mundo han ocurrido demasiados ejemplos de hipocresía, traición e infidelidad, y esto daña el testimonio de fe que tratamos de proporcionar. Estos testimonios negativos han debilitado o destruido la fe de mucha gente.

En estos momentos necesitamos una revelación Pascual. Sin embargo, la Pascua sólo llega después del sufrimiento, la humillación y la muerte. Y justo cuando las tinieblas se ven abrumadoras, justo cuando el futuro parece perdido, justo cuando la victoria parece imposible,  Cristo Resucitado asoma totalmente viviente y radiante de alegría. Ha sido siempre así, y será así también por nosotros. Esto es lo que los católicos de todo el mundo volverán a celebrar en unos días.

¡Felices Pascuas mis queridos hermanos y hermanas en Cristo!