Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oído (4 Febrero 2010)

Published febrero 4, 2010  | Available In English

Sé que a esta altura no debería ser así pero me siento personalmente ofendido por una nota reciente que salió en las noticias que pretende describir la práctica de mortificación que realizaba el Papa Juan Pablo II. El autor escribió que el fallecido Santo Padre dormía con frecuencia en el piso del dormitorio y que a veces se dedicaba a practicar la auto-flagelación, y alegó que “Él mismo se azotaba con un cinturón”. La actitud arrogante del autor ridiculiza la rutina penitencial del Papa y parece insinuar que el Papa era más bien extraño y quizás estaba trastornado porque seguía esta práctica. La intención de los titulares era captar nuestra atención y no explicar las costumbres religiosas de un hombre que todavía sigue gozando de la admiración de cientos de millones de personas en todo el mundo.

Yo debería haber recordado que la persona que busca seriamente la santidad es colocada tradicionalmente fuera de lo que se considera normal en los estándares de la sociedad no importa la época. Mientras tanto, la vida de Juan Pablo II continúa siendo examinada por los procedimientos de la Congregación para las Causas de los Santos que puede llevar finalmente a su beatificación, y más y más la atención pública se enfocará en la forma en que el Santo Padre vivió su vida.

Los santos son personas que siempre viven fuera de las normas de su época. Son excéntricos porque optan por buscar a Dios fervientemente a pesar de las costumbres dominantes. Cuando una sociedad intenta dar una explicación a la vida de los santos, siempre recurre a describirlos como seres distintos, fuera de lo común y de lo usual.

Los santos entre nosotros estarán siempre fuera de lo que se considera ‘típico’ debido a su manera de enfocar la vida. Los santos de nuestra época seguirán exhortándonos a valorar y respetar toda vida humana, en especial la de los más vulnerables e inocentes. Defenderán al pobre, se colocarán junto al extraño, recibirán al recién llegado, aborrecerán la brutalidad, y respetarán también a aquellos con quienes tengan discrepancias. Los santos encontrarán tiempo para orar y honrar a Dios en su día. Ayunarán y harán penitencia para permitir que su vida espiritual florezca a pesar de los deseos de la carne. También sus opiniones serán contrarias a lo que puede estar de moda o ser popular. Hacen cosas de tal manera que los demás se sienten incómodos porque los santos desafían lo que la sociedad considera deseable y valioso.

Yo tendría que haber recordado que, cuando el mundo mira a los santos, siempre los encuentra peculiar. El Señor Jesús se lo advirtió así a sus discípulos cuando les dijo: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia”.

Necesitamos santos porque, sin ellos, simplemente creeríamos en lo que es estándar en nuestra época y perderíamos el foco de atención en los valores del Reino de Dios. Todas las religiones tienen sus costumbres de oración y penitencia, y parece que el foro público considera que las religiones son extrañas o estrafalarias. No importa si son las tradiciones de la comunidad judía durante los diez días festivos, o la tradición musulmana de ayunar durante el mes de Ramadán, o nuestras propias costumbres durante la Cuaresma cuando dejamos que los valores espirituales repercutan en nosotros y guíen nuestras vidas; a menudo somos representados como ‘algo raro’. Las personas de fe deben recordar que ser raro a los ojos de la sociedad es a menudo una muy buena indicación de que estamos yendo firmemente por el camino de la santidad.