Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oído (1 Mayo 2008)

Published mayo 1, 2008  | Available In English

Pensé que este pedido era un poco inusual, pero no inapropiado. No reconocí a este muchacho y supuse que sería un visitante que no estaba familiarizado con las prácticas de la catedral.

Me dijo entonces que esa Nochebuena, al finalizar la misa, tenía la intención de presentarle a su novia el anillo de compromiso. Pensé que era muy adecuado que lo hiciera en la capilla del Santísimo Sacramento.

Cuando finalmente el gentío de la misa salió de la catedral y yo regresé a la sacristía, vi que la joven pareja todavía estaba en la capilla del Santísimo Sacramento y me detuve para felicitarlos. ¡El problema era que él todavía no le había propuesto matrimonio formalmente, y mis felicitaciones se anticiparon a los acontecimientos! Me sentí avergonzado, al igual que la joven pareja. A veces pienso en ellos, y solo espero que mis comentarios no les haya arruinado una Navidad especial en sus vidas jóvenes.

Las propuestas matrimoniales son momentos especiales para las parejas, especialmente cuando se hace un anuncio público y se comparte con toda la comunidad (con un poco de suerte, el obispo no lo hará por accidente…).

El sábado pasado en la iglesia St. Peter Chanel, el Padre Frank McNamee compartió en dos ocasiones diferentes con toda la iglesia, que se reunió para dos ceremonias de confirmación, la linda noticia del compromiso de uno de sus miembros del personal. En ambas ocasiones, la noticia fue recibida con un aplauso entusiasta y muchos comentarios personales de buenos deseos y felicidad. Sin duda la joven pareja estaba contenta de gozar del apoyo y afecto de la comunidad parroquial en ese momento feliz de sus vidas.

El joven comprometido me comentó que le había propuesto matrimonio a su novia cuando visitaron la iglesia durante esa semana (lo cual me recordó mi anterior faux pas en la catedral de St Peter en Belleville). Su razonamiento era que, si él se lo proponía en la iglesia, “¡ella no podría decir que no frente a Jesús!” Yo solté una risita porque supuse que él ya sabía que ella lo quería, y su razonamiento de hacerlo en la iglesia para asegurarse el “sí” era más para calmar sus nervios que para garantizarse la respuesta que deseaba. De todas maneras, dudo que esta semana hubiese en St. Peter Chanel una pareja más feliz que este empleado y su novia recientemente comprometidos.

El matrimonio es una aventura que involucra a la comunidad. A pesar de la tendencia de nuestra sociedad de mantener privada esta realidad, la intención de este momento es traer alegría no solo a las dos personas, sino también a toda la Iglesia.

El matrimonio es una promesa pública que brinda tranquilidad y felicidad a dos corazones individuales y al corazón de la Iglesia. Hemos presenciado tantos cambios en la manera en que la sociedad percibe esta institución hasta el punto que, ahora, algunas personas sostienen que su significado y objetivo pueden ser determinados exclusivamente por los individuos, sin consultar con la sociedad, la historia de la humanidad, la familia, la fe, o el público en general.

Cuando una joven pareja decide casarse, está bendiciendo a la sociedad con la promesa del futuro del matrimonio; una institución que ha existido mucho antes de que ellos dos nacieran. Con la gracia de Dios, ellos lograrán enriquecerla con más alegría y felicidad que si lo hicieran por ellos mismos.

Que esa joven pareja conozca siempre el amor y afecto de la Iglesia, y que Cristo mismo bendiga su matrimonio con mucha felicidad, éxito, y buena fortuna.