Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Photo By Michael Alexander
Bishop Luis R. Zarama delivers his final homily in the St. Dominic Chapel at the archdiocesan Chancery, during the noon Mass Aug. 17, before moving to Raleigh, N.C. He was appointed the bishop of that diocese July 5. Photo By Michael Alexander

Atlanta

El Obispo Zarama viaja a Raleigh llevando consigo el mensaje del amor de Dios

By GRETCHEN KEISER, Staff writer | Published septiembre 7, 2017  | Available In English

ATLANTA—En una entrevista antes de dejar la Arquidiócesis de Atlanta, el Obispo Luis R. Zarama reconoció sonriendo que cada ascenso en su sacerdocio, desde su labor de párroco, vicario general y obispo auxiliar de Atlanta, hasta su posición actual como obispo de Raleigh, North Carolina, ha sido “una sorpresa” y un reto nuevo y significativo.

Cada vez que sucedió “nunca lo esperaba ni lo buscaba”, dijo.
No es un secreto que sus 10 años como párroco de dos iglesia en las montañas del norte de Georgia, St. Mark y St. Helena, fueron una gran alegría para este colombiano de nacimiento, quizás debido a que la geografía, el corazón y el espíritu, fueron los elementos ideales para un sacerdote joven que comenzaba a aprender muchas cosas, incluyendo mejorar su inglés. Eso sucedió entre los años de 1996 y 2006.

Desde que el Obispo Zarama se convirtió en administrador diocesano en 2006 y en obispo auxiliar en 2009, el Señor le ha enseñado “a disfrutar el masticar papel”, dijo bromeando durante su almuerzo de despedida en la Cancillería.

Pero aunque estas asignaciones le permitieron ver cuántos retos tiene el administrar la Iglesia y qué tan frecuentemente los correos electrónicos y las cartas reemplazan la comunicación cara a cara, él descubrió que el Señor lo llamaba para crecer y que el misterio de la vida estaba “rodeado por muchos signos de la presencia de Dios entre nosotros”.

Archbishop Wilton D. Gregory, left, smiles at Bishop Luis R. Zarama, right, outside Holy Name of Jesus Cathedral in Raleigh, North Carolina. After serving as auxiliary bishop of Atlanta for eight years, Bishop Zarama was installed as the bishop of the Diocese of Raleigh Aug. 29. Photo Courtesy of the Diocese of Raleigh

“Gratitud es la palabra que tengo para expresarles todo lo que hicieron por mí”, dijo al personal de la Cancillería. “La oficina está vacía, pero mi corazón está lleno de su amor, el cual aprecio inmensamente. Todos ustedes… me ayudaron a ser quien soy hoy. Los llevó en mi corazón. Oraré por ustedes. Por favor oren por mí. Los quiero”.

“Abrirse a la gente”

Ahora que es responsable de una diócesis, utilizará bastante su experiencia como párroco. Él piensa que el mensaje más importante que la Iglesia debe comunicar hoy en día es “transmitirle a la gente cuánto los ama Dios”, siguiendo la iniciativa del Papa Francisco.

“Necesitamos aprender del verdadero amor de Jesús” y lo que eso significa, dijo.

Su lema episcopal, elegido ocho años atrás, es “Dios es amor”. Pero el obispo recalca que el amor de Dios no es superficial o sentimental.

“El amor siempre es una relación que posee un desafío. “Es algo que nos reta, pero el reto es para ser mejores, dijo el Obispo Zarama.

Muchas personas hoy en día “están viviendo en el momento, sin esperanza”, continuó. “No le encuentran sabor a la vida”.

“¿Cómo le dejamos saber a la gente que existen el amor y la esperanza?”, preguntó.

“El amor de Jesús siempre nos ayuda a ir más allá de lo material”, dijo. “Nuestros corazones fueron creados para amar. Él nos está llamando a amar”.

“En el misterio que celebramos, siempre encontramos esperanza, y cuando encuentras esperanza, encuentras alegría”.

Le pregunté cómo, durante sus años de párroco, fue capaz de transmitirle a la gente el amor que Dios sentía por ellos, y me respondió que estaba presente en la iglesia para las confesiones todos los viernes de 2:00 p.m. a 8:00 p.m.

“Debes estar abierto para recibir a la gente y para escucharla. Debes poder salir y visitar a las personas en sus hogares, estar disponible para recibir las llamadas de emergencia en la noche para ir al hospital”, comentó.

Conducir las 25 millas que hay de ida y vuelta entre St. Mark en Clarkesville y St. Helena en Clayton para celebrar la misa “fue hermoso”.

Cuando llegó por primera vez, era una vía de dos carriles. Más adelante se amplió a cuatro. Él celebraba la misa de vigilia el sábado a las 5:00 p.m. en Clayton y a las 7:00 p.m. en Clarkesville, y los domingos a las 9:00 a.m. y a la 1:30 p.m. en Clarkesville y a las 11:00 a.m. y las 7:00 p.m. en Clayton. Además celebraba bautizos, bodas y quinceañeras.

“Manejaba muchas millas. Al final del domingo, durante mi regreso a Clarkesville, solía decir, ‘Señor, cuando muera, quiero que sea después de una de estas misas. … Si puedes hacer eso, sería fantástico’“.

“El ajuste requiere de ambas partes”

Durante sus años en la Arquidiócesis de Atlanta, la diócesis cambió radicalmente. Sus nombramientos reflejan algunos de los cambios. Fue el primer sacerdote hispano en convertirse en párroco en la arquidiócesis en una época en que se estimaba que había cerca de 200.000 católicos en total. Se convirtió en ciudadano estadounidense en 2000.

Ahora que se trasladará de Atlanta a Raleigh, la arquidiócesis tiene más de 1 millón de católicos y toda la comunidad católica se caracteriza por la diversidad, tanto de sus sacerdotes como de su gente. La comunidad católica hispana es una de las causas principales de su crecimiento, pero el hablar solo de eso no comunica todo lo que ha sucedido en los últimos 20 años, dijo el obispo. “Es más que la comunidad hispana. … Contamos con una gran comunidad vietnamita. Tenemos un buen número de coreanos y hay gente proveniente de muchas naciones africanas”, añadió.

During a 2016 visit to St. Catherine of Siena School, Kennesaw, Bishop Luis Zarama strikes up a conversation as he squats down beside the desk of Joey Drisaldi while the second-grader enjoys some snacks at his desk. Photo By Michael Alexander

Experimentar este crecimiento y esta diversificación de culturas y de idiomas en las parroquias católicas le ha enseñado al obispo que “el proceso de ajuste requiere de ambas partes”.

Al igual que los hermanos se adaptan a un nuevo bebé en la familia, tanto los recién llegados como los que ya pertenecen a una comunidad parroquial necesitan tiempo para llegar a conocerse y “a verse los unos a los otros”, dijo.

“Es difícil hacer algo (juntos), si no nos conocemos”, agregó el Obispo Zarama.

La comunidad que recibe a nuevos miembros necesita encontrar una manera de “decirles lo que significa estar allí”, dijo.

“Ayudarlos a adaptarse a una nueva cultura es nuestra responsabilidad como Iglesia… ayudarlos a sentirse bienvenidos en nuestras Iglesias, en nuestras parroquias, y a saber que están en otro país. Lo más importante es que se sientan respetados”.

Esto es lo que el obispo señaló rápidamente cuando se le preguntó cuál era la mayor satisfacción que sentía de sus años como párroco en Clarkesville y en Clayton.

“La manera en la que todas las culturas trabajamos unidas”, respondió sin titubear.

“La comunidad pudo levantar una nueva iglesia porque todos trabajaron unidos para construir el templo que era necesario”.

“Lo más bello es ver la generosidad de la gente”, agregó.

La adoración en la parroquia demostró su éxito en muchos aspectos que podrían considerarse normales, pero que fueron realmente excepcionales, dijo, tales como crear unidad, ayudar a la gente a trabajar unida y estimular la generosidad.

“Luis, necesitas estar preparado”

Como obispo auxiliar de Atlanta, pudo experimentar una perspectiva más amplia de la Iglesia que lo ha dejado con dos recuerdos muy fuertes.

“Un hermoso regalo que agradezco es la manera en la que me acogieron en todas partes, en confirmaciones, escuelas, misas, en todos los lugares. Eso es una bendición, sentir el amor de la gente, estar con ellos”, dijo el Obispo Zarama.

“Otro hermoso regalo o recuerdo es que pude conducir alrededor de toda la diócesis, pude ver cómo cada parroquia tiene su propia identidad. … Cada niño en la familia es único. “Es lo mismo con nuestras parroquias, comentó.

Hace algún tiempo, el Arzobispo Wilton D. Gregory intentó prepararlo para la posibilidad de que algún día recibiría la solicitud de dirigir a otra diócesis y dejaría a Atlanta.

“Luis, necesitas estar listo”, le dijo el arzobispo.

“¿Listo para qué?”, le respondió el Obispo Zarama. “Listo para ser trasladado”, dijo el arzobispo, añadiendo que puesto que el Obispo Zarama ya había tenido que dejar su país para venir a Atlanta para desempeñarse como sacerdote, esta vez un traslado sería más sencillo.

El Obispo Zarama respondió, “Cuando salí de Colombia, tenía 30 años. He estado viviendo aquí en Atlanta por 28 años. No es sencillo en lo absoluto pensar en dejar a Atlanta, de ninguna manera. Todo mi sacerdocio ha sido en este lugar”.

Cuando su celular vibró mientras asistía a una reunión de obispos de la provincia de Charleston, South Carolina y vio el código de área 202 de Washington, D.C., residencia del delegado del Papa en los Estados Unidos, supo lo que esto significaba.

El Arzobispo Christophe Pierre le dijo que había sido nombrado obispo de Raleigh.

“Estaba petrificado”, dijo el Obispo Zarama.

“Gracias a Dios me llevo muy bien con los obispos de la provincia y cada uno de ellos será de gran ayuda para mí”, añadió.

“Saber que estaré en la misma provincia me alegra muchísimo”.

Además del Arzobispo Gregory, la provincia también incluye al Obispo Gregory Hartmayer OFM Conv. de Savannah, quien sirvió como sacerdote en la Arquidiócesis de Atlanta durante muchos años y fue colega de Obispo Zarama. El obispo mencionó que todos los obispos de la provincia lo ayudarán a medida que comienza su nuevo cargo.

“Todo es un tesoro, cada experiencia desde el principio hasta ahora. Todas las lecciones que he aprendido. … Todos aquellos que han compartido conmigo en Atlanta han sido una bendición del Señor”.

Y agregó, “Mi primera prioridad en Raleigh será conocer la diócesis. Voy allí con un deseo de conocerlos, de amarlos y de servirles”; y de ayudarles a “conocer, amar y servir al Señor”.