Georgia Bulletin

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Havana

El papa exhorta a la juventud cubana y a la gente consagrada a que amen y tengan esperanza

By CINDY WOODEN, Catholic News Service | Published septiembre 21, 2015  | Available In English

LA HABANA (CNS) — Dentro de una catedral llena de calor húmedo, después de escuchar a una religiosa de las Hijas de la Caridad hablar sobre su trabajo con personas carentes de alguna habilidad, el papa Francisco hizo a un lado la homilía escrita que llevaba preparada y habló sobre el servicio que se les debe de dar a aquellas personas que el mundo juzga como “inservibles”.
“El servicio a ‘los inservibles’ hace que Jesús brille”, dijo el papa en un servicio de oración vespertina, el 20 de septiembre, ante religiosos, sacerdotes y seminaristas que habían acudido a la catedral de la Habana.
El papa Francisco les agradeció a las religiosas de todo el mundo  su dedicación y amor puestos al cuidado de las personas que el mundo ignora o que le gustaría olvidar.
“Gracias por todo lo que ustedes hacen y, mediante ustedes, gracias a todas esas mujeres, muchas de ellas consagradas, por su servicio a ‘los inservibles'”, dijo. Las religiosas “no están construyendo un imperio, no se puede ganar dinero con eso, no se puede lograr absolutamente nada ‘constructivo’ en cuotas con esos hermanos y hermanas nuestros, los más pequeños, los menores. Es entonces cuando Jesús brilla”.
Las personas que “tratan de darle a uno un beso y lo cubren a uno con su saliva”, dijo, “hablan de Jesús”.
El papa dijo que sabía que los sacerdotes presentes a su charla, que normalmente trabajan en las parroquias, probablemente se preguntaban qué deberían estar haciendo para servir a Jesús en el más pequeño, el más débil, el menor de la sociedad.
Empiecen con el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo, dijo; empiecen a alimentar a los hambrientos, a vestir a los desnudos y a darles la bienvenida a los extranjeros. Y, les exhortó, pasen tiempo ofreciendo el sacramento de la reconciliación, acogiendo con paciencia y ternura a todos.
Jesús no regaña a los pecadores, dijo el papa; sino que “los abraza”.
Es en el confesionario, dijo, en donde cada hombre y cada mujer revelan su propia miseria.
“Si ustedes no tienen pecado, arrojen la primera piedra; pero solamente con una condición”, les dijo el papa a los sacerdotes. “Y consideren, ustedes podrían estar en ese lugar y recuerden en ese momento, ustedes guardan un tesoro en las manos de ustedes: “el poder ministerial de perdonar los pecados en el nombre de Dios.
El cardenal Jaime Ortega Alamino de la Habana le presentó al papa la congregación reunida, diciéndole: “la iglesia de Cuba es una iglesia pobre”, y la manera en la que los sacerdotes cubanos y religiosos y misioneros extranjeros abrazan la pobreza “es admirable”.
El papa Francisco respondió que el cardenal “había usado una palabra incómoda: pobreza. El espíritu del mundo no conoce esa palabra, no la busca, la esconde”.
La pobreza, dijo, puede ser la mayor riqueza de una persona; pero la búsqueda de la riqueza puede destruir la vida de una persona.
Y haciendo cita del fundador de los jesuitas, San Ignacio de Loyola, el papa dijo que sin querer hacerle publicidad a su orden religiosa, hallaba gran sabiduría en las enseñanzas de San Ignacio sobre la pobreza que “es el muro y la madre” de la vida consagrada. Tal estimula la confianza en Dios y rechaza la mundanidad.
“Amen ustedes la pobreza como ustedes aman a su propia mamá”, les dijo.
Una vez un sabio sacerdote viejo, le había dicho, dijo el papa, que cuando una comunidad religiosa llega a estar muy inclinada al dinero, Dios generalmente les manda un tesorero despilfarrado; y eso es una bendición”.
Una religiosa de la Caridad, hermana Yaileny Ponce Torres, que trabaja en una institución mayor dirigida por el gobierno para atención de personas con limitaciones, habló ante el papa y la concurrencia sobre su ministerio particular. Cuando estaba a punto de iniciar su trabajo en esa institución, dijo, otra hermana le había dicho que no podría evitar “ver a Jesús” presente en cada paciente.
“El lugar en donde vivo es hermoso”, le dijo al papa. “Es hermoso porque allí vive Dios y se muestra en el más débil de sus hijos”.
El papa Francisco respondió que el testimonio de la hermana Ponce ilustraba la respuesta que le damos a Jesús en sus enseñanzas en el sentido de que cualquier cosa que se haga por el menor de los hermanos y hermanas se hace por Él.
Después de salir de la catedral, el papa se dirigió a saludar a jóvenes, católicos, seguidores de otra fe y también otros no creyentes, en el centro cultural Padre Félix Varela.
Sueños, esperanza y amistad fueron los temas clave de la plática del papa; y como lo había hecho en la catedral, habló también de forma improvisada.
Y empezó diciéndoles a los jóvenes un dicho que le gusta a él: “La gente tiene dos clases de ojos; uno de carne y otro de cristal. Con el ojo de carne vemos lo que miramos; pero con el ojo de cristal vemos nuestros sueños”.
“Sueñen ustedes con que pueden lograr hacer un mundo diferente. Sueñen en que lo pueden convertir en algo mejor”, les dijo. “No dejen ustedes de soñar”.
Y volviendo a hacer referencia a uno de los temas de los que había tratado anteriormente con los religiosos, el papa Francisco les dijo a los jóvenes: “el imperio del dios dinero” promueve la idea que uno puede y debe descartar cualquier cosa o a cualquier persona que no es útil ni productiva, incluyendo jóvenes y ancianos.
Las sociedades y las naciones que no invierten en su juventud, dijo, se despojan a sí mismas de la esperanza.
La esperanza, dijo, no es solamente un optimismo fácil; se necesita esfuerzo y una voluntad de sacrificio, incluso sufrimiento, para alcanzar una meta.
“No es fácil. Ustedes no pueden hacerlo solos”, dijo. “Existe un proverbio africano que dice: ‘Si quieres ir rápido, ve solo; si quieres caminar lejos, ve con alguien. Yo quiero que ustedes caminen unos con otros’.
“Incluso, aunque ustedes piensen en forma diferente, aunque tengan diferentes puntos de vista, yo quiero que ustedes caminen juntos”, dijo. “Es la dulce esperanza de la tierra prometida por la que debemos permanecer juntos”.
“Yo les exhorto a que hablen de lo que tenemos en común y entonces podemos hablar de nuestras diferencias. Y esto es posible solamente cuando tenemos la habilidad del diálogo”.
Antes de terminar la reunión, el papa Francisco les preguntó a los jóvenes si querían que él rezara con ellos.
“Les pido que recen por mí”, dijo. Y aceptando la posibilidad de que no todos los presentes creyeran en Dios, añadió: “Si alguno de ustedes no es capaz de rezar por mí, al menos les pido que me deseen algo bueno”.