Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

El don y el desafío de la paz 

By ARZOBISPO GREGORY J. HARTMAYER, OFM Conv.  | Published abril 28, 2023  | Available In English

Cuando un sacerdote es elegido como obispo, una de sus primeras tareas es seleccionar un lema para acompañar su escudo de armas; una frase o versículo de la Escritura que le servirá como piedra angular para su ministerio como obispo. 

Para mí, la elección de mi propio lema episcopal fue fácil. San Francisco de Asís, de quien soy hijo espiritual, saludaba a sus hermanos con las palabras “Pax et Bonum”, las cuales significan “Paz y bien”.  

La paz y el bien son componentes centrales del carisma franciscano. San Francisco disfrutaba el uso de esta frase y, a menudo, comenzaba y terminaba sus sermones y cartas con dichas palabras. Esta frase es un recordatorio de estar en paz en todo momento con todas las cosas y de vivir una buena vida. 

Después de su resurrección, Jesús entró al sitio donde sus discípulos se habían escondido desde su crucifixión debido a que temían por sus propias vidas, y los saludó diciendo: “La paz sea con ustedes”. 

Sus palabras fueron una profunda oración y expresión de esperanza. A través de estas, Jesús estaba orando para que los discípulos encontraran paz. Eran palabras que les aseguraban su presencia en el futuro. Una fuente de tremenda fuerza en sus momentos de temor. Hubo muchas maneras en las que Jesús podría haber saludado a sus discípulos, sin embargo, eligió estas cinco palabras ya que sabía que estas ofrecerían un gran consuelo en sus momentos de angustia. 

Jesús fue fuente de paz para ellos en esos momentos, y es nuestra fuente de paz ahora. Estas palabras nos aseguran la fidelidad de Dios y su consuelo. 

En ese primer domingo de Pascua, los discípulos estaban traumatizados por lo que habían presenciado: el arresto y juicio de Jesús, su crucifixión y su muerte. Eran bastante conscientes de su propia debilidad y falta de fe. El miedo, la duda y la incertidumbre estaban a la orden del día. Le habían fallado a Jesús. 

Jesús podría haberlos amonestado por abandonarlo en su hora de necesidad. Sin embargo, los saludó: “¡La paz sea con ustedes!”. Quería que estuvieran en paz interiormente y entre ellos y con él. 

Valor en medio de nuestras circunstancias 

¿Qué nos dice el saludo pascual? “¡La paz sea con ustedes!” No importa con qué frecuencia pequemos y cuán graves sean nuestras ofensas, Dios en su misericordia y compasión perdona nuestros pecados. La paz llega a nuestros corazones cuando nos reconciliamos con Dios y unos con otros. Y esta paz también nos da el valor para enfrentar los desafíos y las circunstancias de la vida que se nos presentan. 

Jesús nunca nos abandona en nuestro momento de necesidad. En sus propias palabras: “Yo estoy siempre con ustedes”. Somos sus hijos amados, y él quiere traer paz a nuestros corazones, para que podamos seguirlo en nuestra propia vida de fe. La paz es un regalo que Dios nos ha dado gratuitamente y junto con ella viene una responsabilidad, extenderla a los demás derribando muros de hostilidad, condena y prejuicio. 

La paz de Cristo debe reinar suprema dentro de nuestros corazones. Los discípulos, especialmente Pedro, que había negado a Jesús no una sino tres veces, se dieron cuenta de lo que habían hecho mal; y, sin embargo, experimentaron el amor y la misericordia del Señor Resucitado. 

“El amor cubre multitud de pecados”. Si nos comprometemos a vivir una vida buena y pacífica, nos sentiremos más unidos y nos acercaremos al Señor en busca de fortaleza y paz para navegar las tormentas, a menudo tumultuosas, de la vida. A ustedes y a mí, Jesús nos dice: “¡La paz sea con ustedes!” Estas palabras son el saludo del obispo a la congregación en cada Misa que celebra. La paz es un regalo precioso. 

El Domingo de Resurrección, nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, durante su habitual discurso Urbi et Orbi desde la Basílica de San Pedro, dijo, “Dejémonos sorprender por el gozoso anuncio de la Pascua, por la luz que ilumina las tinieblas y las oscuridades que se ciernen tantas veces sobre el mundo”. Y continuó orando por la paz en las muchas partes conflictivas del mundo, comenzando con Ucrania y Siria, y terminando con muchas de las naciones africanas. Sus palabras reflejaron un mundo frágil. 

Oró por los vulnerables de nuestra sociedad, los pobres, los refugiados, los presos políticos y los migrantes, así como por las víctimas de la trata de personas y toda forma de esclavitud. Pidió a los líderes mundiales que garantizaran las condiciones para el diálogo y la coexistencia pacífica. 

Jesús predicó: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. En la Última Cena, sus palabras de despedida fueron: “Mi paz les dejo; mi paz les doy.” A lo largo de su vida, Jesús trabajó incansablemente para eliminar todo lo que se interponía a la paz. Y luego, en la mañana de la Pascua, se presentó ante sus discípulos y los saludó con palabras de paz.  

Permitamos que estas palabras resuenen en nuestro corazón porque son promesa y don del Señor Resucitado, y por eso, queridos hermanos, hoy las uso nuevamente para enviar un saludo a cada uno de ustedes: “¡La paz esté con ustedes!”. En el espíritu de San Francisco de Asís, oro para que experimenten Pax et Bonum, Paz y Bien, no solo en esta temporada de Pascua sino en todo momento.  

A su vez, extiendo mis deseos para pedirles que oremos por nuestro mundo recordando las palabras del Papa Francisco: “¡Que seamos conquistados por la paz de Cristo! La paz es posible; la paz es un deber; la paz es la responsabilidad primordial de todos”.  

¡Que el Señor los bendiga con su paz!