Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

La santidad en nuestros tiempos

Published octubre 5, 2017  | Available In English

Elizabeth Ann Seton se convirtió en nuestra primera santa americana en 1975. Seguida de Katharine Drexel, la heredera de Philadelphia, quien fue canonizada 25 años más tarde. Estas extraordinarias mujeres de fe trajeron orgullo y reconocimiento a nuestra nación.

Ahora es el turno de los “chicos”.

El Beato Stanley Francis Rother, un sacerdote de la Arquidiócesis de Oklahoma quien fue beatificado el 23 de septiembre, es nuestro primer sacerdote estadounidense en ser declarado mártir. Él fue un sacerdote y misionero extraordinariamente cariñoso y valiente quien sirvió a los indígenas de Guatemala. Solanus Casey, el humilde capuchino que fue portero durante muchos años en la Arquidiócesis de Detroit, donde su santidad acercó a miles de personas a Cristo y a su Iglesia, será beatificado en noviembre. Augustus Tolton, el primer sacerdote afroamericano reconocido, quien sirvió en mi ciudad natal de Chicago en una época en la que la idea de un sacerdote católico negro era vista como una anomalía en el mejor de los casos, está ahora avanzando con éxito a través de los procesos de canonización.

Estos hombres, al igual que las santas mujeres americanas que los precedieron, fueron extraordinarios e inspiradores debido a la manera en la que se comportaron a través de sus vidas.

Los beatos Stanley y Solano fueron chicos de granja que tuvieron dificultades en sus estudios seminaristas. Stanley encontró agotador el estudio del latín, y Solanus tuvo dificultades con el alemán, el cual era el idioma de la clase del seminario de Milwaukee. Él finalmente ingresó a los capuchinos, pero fue ordenado como un sacerdote simplex sin facultades para escuchar confesiones ni predicar. Sin embargo, ambos de estos hombres se destacaron por sus vidas santas, lo cual es mucho más importante que una aptitud académica en latín o una fluidez para el alemán. Cuando yo ingresé en la secundaria del seminario en 1961, el incumplimiento de los estándares académicos seguía siendo la causa más común de expulsión.

En la actualidad, la aptitud intelectual continúa siendo un requisito fundamental en la formación sacerdotal, pero la verdadera santidad es todavía más esencial. El pueblo de Dios necesita y merece un clero preparado, pero necesita de sacerdotes santos incluso aún más. Cada uno de estos tres sacerdotes vivió vidas extraordinariamente santas como su mayor reconocimiento. Sin embargo, la mejor combinación para cualquier sacerdote es ser tanto erudito como santo — y la santidad siempre triunfa sobre cualquier otra habilidad, como lo demostraron claramente el Padre Rother y el Padre Casey.

A medida que comenzamos a alabar a Dios por dotar a nuestra nación con estos hombres y mujeres de increíble santidad, debemos darnos cuenta de que una vida santa no se limita a otra época ni a otras tierras o culturas. La gracia de Dios genera también santos en nuestro propio tiempo, hombres y mujeres que hablan nuestro idioma, que lucen como nosotros y que pertenecen a este mismo país que amamos.

Yo he tratado de enfatizarles esa realidad exacta de santidad a los jóvenes a quienes confirmo, ya que están en una edad muy impresionable. A menudo nuestros adolescentes están buscando héroes y heroínas que los inspiren, y la lista de personas famosas a las que ellos usualmente admiran no siempre proporciona candidatos dignos de imitar. Nuestros santos ofrecen opciones maravillosas de modelos a seguir, no solo para nuestros niños sino también para nuestros sacerdotes, laicos, religiosos e incluso para aquellos de nosotros que somos obispos.

Los santos de los Estados Unidos nos inspiran a ver que las personas ordinarias que logran vivir estas vidas santas y extraordinarias pueden verse y escucharse como nosotros. ¿Quizás eso sugiera que Dios nos está enviando esas mismas gracias a ustedes y a mí en estos momentos?