Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oído (3 Marzo 2009)

Published julio 2, 2014  | Available In English

La Cuaresma presenta un dilema para los vegetarianos estrictos, vegetarianos comunes, y para aquellos como yo a quienes les encanta la comida de mar. El requisito obligatorio de abstenerse de carne los viernes durante la Cuaresma no es problema para nosotros porque con gusto podríamos optar por una comida sin carne o por comida de mar todos los días de la semana. A pesar de eso, la tradición de la Iglesia que identifica los viernes de Cuaresma como días de abstinencia de carne sigue siendo un requisito para los católicos. Pero este tipo de gente, que no considera esta obligación una verdadera penitencia, debe encontrar alguna práctica que pueda seguir que sea realmente una penitencia.

El ayuno no es hacer dieta ya que el objetivo de la dieta es logar una figura más esbelta; el objetivo del ayuno es lograr un espíritu más humilde y contrito. La Cuaresma es una época de mortificación y autodisciplina, y todos nosotros somos llamados a encontrar la receta correcta para lograr ese objetivo y propósito.

La oraciones de Cuaresma son una forma hermosa de recordarnos lo que supuestamente debemos ser y cada individuo debería escuchar estas oraciones en vista de su propia condición y situación.

“Padre, tú nos has enseñado a sobreponer nuestras faltas con la oración, el ayuno y las obras de misericordia. Cuando nuestra debilidad nos desanima, danos confianza en tu amor. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, tu Hijo, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, un solo Dios, por siempre y para siempre”. (Oración de apertura del tercer domingo de Cuaresma.)

Todos nos desanimamos algunas veces en nuestras prácticas de penitencia porque somos seres humanos débiles, y cambiar el corazón y el espíritu humano no es un trabajo fácil. Por eso debemos elegir cuidadosamente las penitencias que nos convienen y así lograr la transformación que deseamos.

La mayoría de nosotros piensa en la penitencia como “el abandono de algo” que disfrutamos y generalmente son éstas las prácticas que seguimos. Tenemos la tendencia de dejar de comer postres o chocolates. El arzobispo Benito Cocchi de Modena-Nonantola, Italia, incluso sugirió que la gente de su diócesis “se prive” de enviar mensajes de texto, al menos durante los viernes de Cuaresma. Sin embargo, esta penitencia contemporánea quizás sea un sacrificio demasiado grande de soportar para muchos adolescentes de hoy. Pero privarse de un placer es una forma ordinaria de penitencia.

Me gustaría sugerir una penitencia, y todavía no es demasiado tarde para adoptar esta práctica, la cual podría cambiar no sólo nuestros propios corazones sino también la vida y el corazón de los demás. En esta Cuaresma podríamos abandonar el chismorreo como una mortificación que podría enriquecer no sólo nuestras vidas sino también enriquecer la vida de los demás.

Si muchos de los jóvenes están completamente adictos a los mensajes de texto, pués nuestro mundo entero se encuentra atrapado en la búsqueda lasciva del chismorreo y rumor escandalosos. Ya no nos satisfacemos más con las historias vergonzosas que aparecen en primera plana en los tabloides del supermercado. La televisión ha creado un nicho muy rentable con historias sobre la gente famosa y sus escandalosas aventuras. Hasta los noticieros de televisión están saturados de noticias espeluznantes que explotan a los ricos y famosos. A menudo estas historias son más que chismorrería televisada, y aunque puedan ser ciertas, es difícil ver de qué forma realzan o enriquecen la sociedad la divulgación de las mismas.

¿Qué les parece si en esta Cuaresma, todos, desde el catecúmeno recién llegado hasta el clérigo con más antigüedad, decidiéramos privarnos del chismorreo y del rumor? ¡Qué Pascua nacería en esta Iglesia regional con las reputaciones restablecidas, los rumores terminados, y la integridad personal respetada!

Cada penitencia debería adecuarse a la persona y no ser tan difícil que sin duda lleve a la frustración y por último al fracaso. Quizás privarnos de la chismorrería y de los rumores sea tan exigente como para los jóvenes abstenerse de enviar mensajes de texto. Quizás deberíamos limitarnos a no comer chocolates.