Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oído (11 Noviember 2010)

Published noviembre 11, 2010  | Available In English

Disfruto visitar las parroquias de la Arquidiócesis y tener la oportunidad de encontrarme con la gente personalmente. A veces estas charlas casuales que ocurren bajo circunstancias inesperadas ofrecen bastante para pensar y orar.

Luego de la ceremonia de Confirmación del otro día, se me acercó un caballero durante la recepción y me preguntó: “Arzobispo, ¿usted cree que Jesús contaba chistes”? Le comenté que yo estaba convencido de que el Señor tiene un sentido del humor bien desarrollado, y que también estaba seguro de que Jesús se reía con frecuencia. Y cuando pienso en todos los miembros de la Iglesia, en aquellas personas que Él eligió para que sean su pueblo, me convenzo aún más de que al Señor le gustaba la comedia.

Pensándolo más, creo que la pregunta de este hombre era más profunda de lo que me pareció a primera vista: ¿“Nos llama el Señor a ser alegres”? La alegría, según una cita atribuida a Pierre Teilhard de Chardin S.J., es la señal más infalible de la presencia de Dios.

La gente cuenta chistes porque las historias humorísticas generalmente hacen reír. Y el don de la risa es una experiencia humana sanadora. Los chistes por lo general engendran humor dando vuelta a una frase o haciendo sobresaltar algo incongruente de la vida. La alegría es mucho más profunda que la simple risa. La alegría es el fruto de la esperanza dentro del alma. Es la alegría a la que Cristo mismo se refería cuando le dice a los discípulos: “Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto” (Juan 15, 11). Nuestra fe católica debería llevarnos hacia una alegría que es mucho más importante que la risa. Los santos eran personas de alegría, aún aquellos que sufrieron severas pruebas de martirio. Estaban llenos de la confianza  que brinda la fe y que los llevó a tener un corazón sereno. Todos somos llamados a la alegría hoy y no en algún momento distante al final de nuestra vida.

Se nos pide que demos al mundo este testimonio: que nuestra fe nos brinda esperanza y alegría, aún frente a los numerosos desafíos que enfrentamos día a día. El Beato Juan XXIII es una figura de gran calidez y alegría; irradiaba felicidad a todos los que conocía. Su manera alegre también hacía que la gente se le acercara y lo quisiera fácilmente. Su alegría hacía recalcar su humildad. Una de las historias sobre el Beato Juan XXIII cuenta que una vez recibió una carta de un muchachito llamado Bruno. Éste le había escrito comentándole que no estaba seguro si quería ser policía o papa cuando fuera más grande. El Beato Juan XXIII le contestó y sugirió que el jovencito se hiciera policía ya que cualquiera podía ser papa, y él era prueba evidente de esto. Tal humildad picaresca demostraba la grandeza de alma y corazón de este hombre.

La pregunta que me hizo el caballero durante la recepción de la Confirmación puede haber indagado sobre el sentido del humor de Jesús, pero también me hizo reflexionar sobre las palabras de San Juan acerca de lo que Jesús estaba prometiéndoles a sus discípulos la noche antes de que muriese por nosotros. Aún en ese momento en que estaba frente a su propia Pasión y muerte, Jesús les hablaba a los apóstoles sobre su alegría. Debemos aprender una lección con respecto a la forma que enfocamos la vida y los problemas que nos rodean y que a veces nos abruman: Jesús pide a la Iglesia que manifieste una alegría esperanzadora para el mundo.

Somos sus discípulos y hemos de ofrecer testimonio de esperanza en un mundo que está muy cargado de desesperación y temor. Quizás el caballero quería pensar en la maravillosa posibilidad de que Cristo vino para traernos regocijo, felicidad, o quizás risas.

Creo que Cristo ha venido a decirnos que estamos creados para la alegría, su alegría que ha vencido la tristeza y la infelicidad que parecen tan omnipresentes. Los grandes artistas del mundo muchas veces han representado a Cristo en diferentes momentos de su vida: como bebé, como joven, durante su Pasión, en la cruz, hasta en su gloriosa resurrección. Ojalá tengamos más imágenes artísticas  de Cristo con una gran sonrisa en el rostro.