Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oído (18 Junio 2009)

Published junio 18, 2009  | Available In English

Mientras que algunos sentidos humanos están más desarrollados que otros, miembros del reino animal a veces tienen un sentido olfativo superior. Algunos tienen ojos de mayor calidad que los nuestros, y otros están equipados con un sentido auditivo que es extraordinario en comparación al oído humano.

Nuestros sentidos humanos están balanceados para que podamos ver, escuchar, oír, olfatear y tocar de tal forma que nos permitan sobrevivir en nuestro ambiente. El sábado pasado, mientras estaba sentado en la capilla oscurecida reservada para el Santísimo en el Georgia International Convention Center esperando que la procesión eucarística llegase al lugar de reunión, sólo podía escuchar los ruidos de esta Iglesia regional, y estos sonidos eran realmente maravillosos.

Podía escuchar las voces de los más pequeños mientras avanzaban por los corredores. Escuchaba el compás rítmico del tambor vietnamés que señalaba solemnemente la presencia del Señor en la Eucaristía. Escuchaba los sonidos de las canciones en español que alababan y honraban festivamente a Cristo y a su Santísima Madre. Escuchaba las peticiones que se daban en idioma creole. Escuchaba la charla de la gente llena de entusiasmo en esta época especial de la Arquidiócesis de Atlanta. Sólo escuchaba estos sonidos sin ver los rostros o las pancartas coloridas o la vestimenta de la gente. Pero escuchar fue suficiente estímulo para darle a mi corazón una excusa para alabar a Dios por su bondad en ayudarnos a realizar una vez más este acontecimiento en Atlanta.

El Congreso Eucarístico es un proyecto grande que se realiza todos los años para la gente de la Arquidiócesis. Lleva innumerables horas de preparación y planificación, y una armada de voluntarios y de personal de la Arquidiócesis para realizar la gran cantidad de tareas que involucra el congreso. Implica la participación de miles de personas que vienen desde los 69 condados y de más lejos para pasar tiempo con el Señor en la Eucaristía y con los demás. Sin embargo, he llegado a creer que todos los esfuerzos y todo el costo justifican el gasto que lleva realizar este festival anual de fe para las personas que participan con tanto entusiasmo todos los años.

Ya hemos realizado 14 Congresos Eucarísticos, y confío en que el respeto y el honor que sienten los católicos de nuestra Arquidiócesis por el Santísimo ha aumentado y se ha profundizado. Todas las personas que proporcionaron los talleres y las charlas han comentado que su propia fe ha sido estimulada y fortalecida debido a la gran muestra de devoción vivida junto a nuestro pueblo. Me sentí sumamente orgulloso de ser testigo de una fe católica tan obvia durante el fin de semana pasado. Agradezco a todos los que tuvieron una participación en logar que el congreso fuera tan exitoso y tan lleno del Espíritu.

Dentro de unos pocos días, el 19 de junio, comenzaremos el “Año de los Sacerdotes” a pedido del Papa Benedicto XVI. El Santo Padre nos ha pedido que durante esta época recemos por nuestros sacerdotes y reflexionemos junto con ellos sobre el gran don que es para la Iglesia el sacramento del sacerdocio de Cristo. Sin sacerdotes no tenemos Eucaristía; ningún sacerdote puede esperar tener éxito en su ministerio sin la Eucaristía como alimento y fortaleza para él y para el pueblo a quien se esfuerza por servir.

He combinado el tema del sacerdocio con el Congreso Eucarístico de 2010 bajo el título “Para Santificar al Pueblo Cristiano,” sacado del Rito de Ordenación de sacerdotes. Los sacerdotes son llamados a hacer esto por la Iglesia y esto es lo que la Iglesia espera de nosotros.

A lo largo del año probablemente escucharán esa frase varias veces en nuestros avisos y publicaciones arquidiocesanas. Cada vez que la escuchen nombrar, les ruego que recen por los sacerdotes y que le pidan al Señor de la Eucaristía que nos provea de sacerdotes santos, alegres, inspiradores, y saludables para que cumplan la misión que Cristo ha confiado a la Iglesia que ama con todo su Sagrado Corazon.