Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oído (9 Abril 2009)

Published abril 9, 2009  | Available In English

La magnitud de tal violencia y su imprevisibilidad son fuentes de aflicción y alarma para todos nosotros. No obstante, también seguimos descubriendo maneras de pasar por alto otras formas de violencia en nuestra sociedad. Nuestro país, al igual que muchos otros, todavía permite y autoriza la violencia cuando se mata a los niños no nacidos dentro del útero. Desestimamos tal brutalidad como una expresión legítima de opción de la futura madre que opta por abortar su propio hijo. Defendemos la pena capital como una forma de detener el crimen, aún cuando esa lógica en el mejor de los casos se presta a discusión o es obviamente falsa. Justificamos el maltrato de los inmigrantes indocumentados y de sus familias porque están aquí sin autorización legal. Encontramos la forma conveniente de racionalizar nuestro comportamiento a veces violento, pero luego nos sentimos fastidiados y desconcertados cuando se entromete la violencia casual y aterradora en nuestra vida.

Una vez más llega la Semana Santa y un hombre totalmente inocente será la víctima de violencia por nosotros. Jesús fue un prisionero que soportó la pena de muerte por nosotros. Fue una muerte violenta e injustificada. Escuchamos la narración del Evangelio que cuenta la historia de su pasión y muerte, y nos horrorizamos porque alguien, libre de culpa, fue entregado y recibió una sentencia muy cruel. Esa violenta muerte fue la ofrenda de sacrificio y redención que Él hizo por todos nosotros para que pudiésemos escaparnos del castigo que era legítimamente nuestro.

Mientras leemos sobre las tragedias que recientemente han destruido tantos corazones y vidas, pidámosle al Señor que nos ayude a construir y crear una sociedad menos violenta para que la brutalidad humana disminuya en todas sus formas. Muchos de los autores de estos actos aleatorios de violencia han sido individuos emocionalmente y sicológicamente trastornados. Oremos por sus familias, como también por las familias de las víctimas, para que encuentren curación y consuelo frente a la tragedia y a la pérdida profunda.

Nunca lograremos eliminar la violencia que las personas se infligen unas a otras; es consecuencia del pecado original y de nuestra naturaleza humana imperfecta. Sin embargo, podemos y debemos orar y trabajar para conseguir un mayor entendimiento entre todas las personas. Podemos orar y trabajar para que disminuya la violencia que destruye o desvaloriza toda vida humana.

Durante esta semana, al escuchar una vez más la narración del Evangelio sobre la Pasión, recordemos que gracias a su sufrimiento y muerte fuimos hechos seres completos y libres— quizás el único acto de violencia que alguna vez tuvo un propósito que valiese la pena.