Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oído (2 Octubre 2008)

Published octubre 2, 2008  | Available In English

La vida ha cambiado para todos. El año pasado la sequía causó escasez de agua, ahora hay escasez de gasolina. Muchas cosas, que alguna vez pensamos eran ilimitadas, están escaseando cada vez más. Y no siempre es cuestión de mercado libre simplemente. Esto nos debería hacer pausar y reflexionar una vez más sobre la narrativa de la creación en el Libro del Génesis. La creación de Dios es una muestra del amor y de la confianza que Dios nos tiene. Nosotros deberíamos ser los corresponsales de su creación, y si la escasez de estos últimos años es alguna indicación, quizás no hayamos tenido suficiente éxito en nuestra tarea de corresponsales.

Todos conocemos el término “verde.” En términos generales se puede traducir como la conservación y frugalidad de los recursos mundiales. Hasta el mismo Vaticano está adoptando una actitud verde con la instalación de nuevos paneles solares en los tejados del país más pequeño del mundo para conservar energía. El Papa Benedicto XVI ha hablado con frecuencia de la responsabilidad que todos compartimos en el cuidado de la tierra y de sus riquezas.

Este mensaje da qué pensar, en especial a los que vivimos en este país tan afortunado. Tenemos abundancia de los bienes de la tierra; estamos acostumbrados a recibir una participación enorme en los productos del mundo. Tenemos los recursos para traer productos de las costas más lejanas del globo y colocarlos en nuestra mesa o a nuestra disposición. Podemos manejar los automóviles más grandes y podemos hacer que en las grandes ciudades de nuestro país la noche se torne en día. Somos afortunados de tener una industria talentosa y un pueblo muy trabajador. Pero últimamente todos hemos hecho una pausa para preguntarnos si nuestras bendiciones son en realidad ilimitadas, pues son muchas las personas que están usando más y más los recursos del mundo y puede no haber suficiente si continuamos utilizándolos al nivel en que nos hemos acostumbrado. Nuestros excesos han dejado un residuo que amenaza el bienestar del mundo.

¡No somos mala gente! Trabajamos duro y estamos dispuestos a pagar mucho por las cosas que pretendemos o deseamos y ese alto precio también ha estado aumentando su valor. Pero, aunque podamos pagar por esos bienes de la tierra, ¿el Génesis no nos exige que los compartamos con otros y los conservemos para futuras generaciones? Éste es un gran interrogante “verde”: ¿Hasta qué punto la tierra existe como legado y tesoro común para todos los pueblos y generaciones? Y volverse “verde” no significa solamente poder pagar con dólares por una parte desproporcionada de los bienes del mundo. No estoy sugiriendo que se abandone el mercado libre, o nos mudemos a una comuna, cambiemos nuestros automóviles por bicicletas, o adoptemos una forma de vida radical o extranjera. Simplemente sugiero que, mientras ustedes y yo esperamos en la cola de la gasolinera para llenar el tanque, pensemos qué podemos hacer individualmente para conservar los recursos que antes considerábamos ilimitados. Mientras esperamos tenemos tiempo de pensar en estas preguntas. También podemos leer nuevamente un versículo sobre la explicación de la creación en el Génesis: “Tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y le dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase”.