Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oído (11 Septiembre 2008)

Published septiembre 11, 2008  | Available In English

Pablo es una figura muy importante para la Iglesia y su nacimiento merece por lo menos un año de conmemoración. Si el apóstol Pedro es la roca de la Iglesia y el ancla de la fe, Pablo es el maestro por excelencia. ¿De qué manera este judío fanático se convirtió en un maestro tan importante y un predicador de renombre? La respuesta es, por supuesto, por gracia de Dios. Dios lo eligió a Pablo para trabajar como misionero y evangelizador. Como todas las decisiones de Dios, nos continúa intrigando al corazón.

Pablo se hizo discípulo de Cristo bajo las circunstancias más extraordinarias. Era un famoso perseguidor de cristianos y con justa razón muchos de ellos lo temían. Sin embargo, el Señor llamó a este militante para que se volviera discípulo, apóstol y con el tiempo fue el evangelista más exitoso de la Iglesia. Cuando Pablo se encontró con Jesús en el camino a Damasco, sufrió un cambio completo de inmediato. Dejó de lado su pasado y se dedicó al futuro que Cristo lo estaba llamando, a la proclamación del reino de Dios a todas las naciones.

La esencia del ser discípulo se encuentra en recibir el llamado del Señor, responder a ese llamado y olvidarse del pasado. Cristo llamó a muchos en el evangelio, pero no todos estaban dispuestos a olvidar o pudieron olvidar su pasado. Todos nos acordamos de la historia del joven rico que conmovió el corazón de Cristo y fue invitado al discipulado; pero no pudo abandonar su riqueza. Conocemos otra ocasión en que Cristo llamó a otros más al discipulado, pero ellos querían regresar a sus hogares para despedirse de sus familias. En ambas ocasiones, la invitación de Cristo fue rechazada. El pasado nos puede mantener atrapados.

Nosotros somos los discípulos de hoy; al menos, somos llamados a convertirnos en los discípulos del Señor en el mundo actual. Para la mayoría de nosotros, el pasado todavía tiene el mismo encanto. Es muy difícil dejar el ayer, con los viejos hábitos, con nuestras experiencias. Pero ser discípulo significa estar dispuesto a hacer justamente eso—dejar el pasado y audazmente caminar sin reservas hacia el mañana con el Señor Jesús y trabajar para la venida del reino de Dios.

Ser discípulo significa convertirse en una persona dedicada a los desafíos futuros. Uno de los temas del proceso de planificación estratégica de la arquidiócesis es el discipulado. Nos debemos concentrar en los horizontes futuros de esta vibrante Iglesia regional. Todos somos llamados a anunciar el reino que el Señor ha prometido. Tenemos el desafío de cuidar del pobre, del enfermo, del extraño y del inocente en el vientre materno; ellos tienen un futuro frágil en la sociedad de hoy. Como discípulos, escuchamos la Palabra de Dios y compartimos los sacramentos que fortalecen los vínculos que nos unen. Discípulos son aquellos que están entusiasmados con el futuro y se comprometen a ayudar en proclamar el reino de Dios a todas las criaturas.

Dios eligió a Pablo, como mucho un candidato inesperado de evangelización, y Dios nos elige a nosotros para que trabajemos para la venida del reino. Les deseo que la gracia de Dios, que fue tan poderosa en la vida de Pablo, haga su voluntad en nuestra vida por su gloria y por nuestra salvación. Nuestro plan estratégico de crecimiento y desarrollo de la Arquidiócesis de Atlanta tiene la intención de energizarnos y prepararnos para responder a la invitación que nos hace el Señor al discipulado y su llamado a una vida de santidad.