Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Decorando nuestras vidas con los signos de la fe

By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Comentario | Published noviembre 2, 2017  | Available In English

¡Llegó el momento de sacar las decoraciones que guardamos el año pasado!

Sospecho que todos ustedes han comenzado a ver las señales del periodo obligatorio que nos indica que debemos empezar a preparar las decoraciones para los cambios de estación que se avecinan. Calabazas y calabacines, pacas de heno y ramas de maíz nos indican la celebración del otoño y de la cosecha. Las decoraciones de Halloween incorporan brujas y tumbas, junto a telarañas y murciélagos, como símbolos de esta fecha. Muy pronto los adornos navideños nos abrumarán, incluso antes del Día de Acción de Gracias o de la temporada de Adviento.

Estas decoraciones son coloridas y a menudo bastante encantadoras, pero generalmente han perdido cualquier conexión con su significado cristiano. Están más motivadas por los intereses comerciales que por cualquier interés de promover las celebraciones religiosas.

Sería justo reconocer que la mayoría de nuestras celebraciones cristianas estuvieron inicialmente influenciadas de manera muy clara por tradiciones religiosas o seculares. Nosotros los católicos entendemos la importancia de la simbología. Toda nuestra vida ritual está llena de elementos naturales como el agua, el aceite, el pan, el vino, las velas y el incienso, los cuales hacen referencia a verdades religiosas más profundas. Entonces, cuando salimos y vemos estas decoraciones contemporáneas deberíamos preguntarnos: ¿dónde comenzaron, cuál fue su significado original y cómo estas transmiten una verdad religiosa para los cristianos en la actualidad?

Los frutos de la cosecha nos recuerdan la abundante generosidad de Dios para proporcionarle alimento y sustento al hombre. Ellos constituyen una recompensa por el arduo trabajo de aquellos que cuidan la tierra y la cosechan en colaboración con la gracia de Dios.

El mes de noviembre se conoce a menudo como el mes de los Fieles Difuntos, ya que es la época en la que la Iglesia nos invita a recordar a todos aquellos que han partido marcados con el signo de la fe y a aquellos cuyas vidas santas han alcanzado el cielo.

Halloween fue originalmente llamado “Víspera de Todos los Difuntos – Todos los Santo”. Los aterradores fantasmas y duendes que ahora dominan este día fueron una vez almas que necesitaban de nuestras oraciones para poder entrar en el reino de paz y gloria de Dios.

Me encanta celebrar el Día de Todos los Santos con los niños de la escuela de la catedral, ya que con la ayuda de sus padres y abuelos, ellos se disfrazan de santos. Nuestros jovencitos aprenden sobre los santos creando sus disfraces y preparándose para este día. Los padres y abuelos se deleitan al ver a sus pequeños representar a Patricio y Pedro, Kateri y Juana de Arco. Esos disfraces son recordatorios útiles de la importancia de los santos de la Iglesia, tanto los conocidos como los anónimos, y de aquellos de nosotros que estamos intentando unirnos a ese coro celestial.

El Adviento es una época que usualmente no recibe la atención que se merece, debido a que todos estamos muy involucrados en el negocio y la comercialización de la Navidad. Sin embrago, para la Iglesia, el Adviento es la temporada espiritual de preparación para la Navidad y para el regreso eventual del Señor. El Adviento nos invita a prepararnos para algo más que para el intercambio de regalos, las fiestas y la comida especial. Cuando nos vestimos con el sombrío color purpura y prendemos las velas de la corona de Adviento, se nos pide enfocarnos en la esperanza tanto del primer como del último ingreso del Señor en la historia de la humanidad. Debemos preparar nuestros corazones para recibir el mayor regalo de todos, Cristo mismo hecho hombre como nosotros pero libre de pecado.

Estas próximas semanas podemos dedicarlas a las decoraciones, los disfraces y los símbolos típicos de la temporada que nos rodean, pero también debemos intentar no perder de vista los profundos misterios que estas decoraciones y símbolos pretenden recordarnos a nivel religioso. Estos deben servir como recordatorios útiles de la presencia de Dios en nuestras vidas.