Georgia Bulletin

El periódico de la Arquidiócesis Católica de Atlanta

Photo by Julianna Leopold
Sister Margarita Martin stands in a patch of “Marguerite” daisies planted in her honor near the mobile home park where she has lived for two decades. Many of the people in the neighborhood outside of Athens consider her family. She is a member of the Handmaids of the Sacred Heart of Jesus

Athens

Hermanas que parten fueron ‘el corazón de este barrio’

By ANDREW NELSON | Published mayo 29, 2025  | Available In English

ATHENS—A primera hora de la tarde, decenas de vecinos llenaron el patio de cemento ubicado en medio de las aulas de casas rodantes. Este espacio de reunión al aire libre haría las veces de santuario para albergar a la comunidad durante la celebración de la misa.

Era la festividad de Santa Rafaela, fundadora de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús. Un pequeño altar adornado con coloridos ramos se vislumbra en la parte frontal. Un coro de cuatro miembros, acompañado por dos guitarras, dirigía a los fieles mientras cantaban en español.

El celebrante, el Padre Fabricio Robalino, buscaba protección del sol bajo una sombrilla roja y negra mientras los feligreses movían sus sillas de plástico para escabullirse del cálido sol primaveral. Más temprano, la Hermana Uyen-Chi Dang, miembra de las Siervas, había repartido agua fría embotellada.

Durante la Comunión, dos hermanas religiosas que habían hecho de este modesto sitio de casas rodantes su hogar recibían a la fila de creyentes para colocar cuidadosamente la Eucaristía en sus lenguas y manos extendidas.

Más tarde, esas mismas mujeres repartirían a estos fieles abrazos de despedida. La Hermana Margarita Martin y la Hermana Uyen-Chi se quedarían solo dos semanas más antes de trasladarse a sus nuevos ministerios en Pensilvania, poniendo fin a las dos décadas de servicio de su congregación en Oasis Católico Santa Rafaela.

Sister Margarita Martin, of the Handmaids of the Sacred Heart of Jesus, blesses a youngster during Communion at the farewell Mass for the sisters on May 18. After two decades of living in a trailer park outside Athens, where they organized a tutoring program, the Handmaids were returning to be closer to their community members in Pennsylvania. Photo by Andrew Nelson

Después de la misa, una mujer, con el cabello corto debido a su tratamiento de cáncer de mama, compartió cómo la Hermana Margarita la acompañó al consultorio médico para traducir al español varias opciones complejas de su tratamiento. Para una joven graduada de la Universidad de Georgia, la experiencia de ser tutora en Oasis Católico, que conecta a estudiantes universitarios con el sitio de casas rodantes, le sirvió para salir de la burbuja universitaria. Otra joven, que creció en las casas móviles, dijo que la constante bondad de las hermanas ayudó a muchas personas que acudieron a ellas en momentos de necesidad.

«Han sido el corazón de este barrio», dijo Esveydi Alvear, de 25 años, quien asistió a Oasis Católico en primaria y regresó para servir como tutora. «Han sanado muchos corazones».

Cerca de allí, los invitados podían dejar notas de agradecimiento escritas a mano en una caja envuelta en papel de colores decorado con mariposas. En la mesa de comida, se formaban filas mientras los vecinos repartían platos repletos de tacos cubiertos de cebolla y cilantro. Ahora, era su oportunidad para servir a las hermanas.

Mientras se preparaba para empacar, la Hermana Uyen-Chi indicó que aceptó la decisión de retirarse del ministerio en Georgia después de derramar lágrimas. Estos años en Oasis Católico han sido un «hermoso regalo con todo lo que ha conllevado», y ahora es el momento de confiar en que Dios permitirá a otro grupo «cuidar de la viña», explicó.

Sirviendo entre casas rodantes

El camino hacia las casas móviles Pine Wood Estates es de grava irregular, con árboles que proyectan sombras sobre las casas. En medio de las 200 casas rodantes en las afueras de Athens, se encuentra el convento: una casa móvil de doble ancho que, salvo por la gran imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, es igual a las demás.

Las hermanas llegaron en 2002, cambiando los suburbios de Atlanta por esta comunidad de clase trabajadora. En ese entonces, Georgia tenía una de las tasas de crecimiento de hispanos más rápidas del país. En la zona de Athens, los latinos pasaron de ser un número marginal a casi 12.000 personas, representando el 11 por ciento de la comunidad en 2010, según estadísticas gubernamentales. Las hermanas religiosas fueron invitadas a ayudar a los recién llegados.

A «Armar la tienda en medio del pueblo de Dios», así lo expresó la Hermana Margarita, cofundadora.

Bautizaron la misión en honor a su santa fundadora, quien motivó a sus hermanas a ser generosas con quienes enfrentaban dificultades.

Ahora, este lugar alberga a dos hermanas. Además, Oasis Católico sirve como centro religioso y cultural. En su fachada frontal cuelga la gran imagen de Nuestra Señora, patrona de las Américas y venerada por los mexicanos. Sus armarios y alacenas contienen pañales y comida enlatada para quien la pida.

Un corredor lateral donde antes la gente se sentaba para recibir el aire fresco ahora se ha convertido en una capilla. Las hermanas se sientan allí a diario en silenciosa contemplación frente al tabernáculo con forma de barca que contiene la Eucaristía. Los vecinos están invitados a orar en la capilla a cualquier hora.

El convento se convirtió literalmente en un refugio durante las tormentas que azotaron el área.

La Hermana Margarita recordó una noche en que la casa móvil se sacudió al paso de una tormenta. El viento parecía levantarla y envolverla alrededor de un árbol. Dando un golpe en la puerta a altas horas de la noche, una pareja con sus hijos pidió entrar, temerosa de que su casa rodante no resistiera.

Las religiosas les dieron la bienvenida. Pero la Hermana Margarita les recordó que su casa móvilno era más segura que la de ellos. Sin embargo, el padre de la familia simplemente dijo: «Pero Diosito está aquí».

«No paran de repetirnos que somos familia», indicó la religiosa. «Que hemos sido una familia para ellos».

Sister Margarita Martin, left, and Sister Uyen-Chi Dang stand before an image of St. Raphaela, the founder of the Handmaids of the Sacred Heart of Jesus, at their porch chapel. Neighbors in the mobile home park near Athens can come to pray there anytime, night or day. Photo by Julianna Leopold.

La labor aquí se ha centrado en los «corazones rotos de nuestros hermanos y hermanas», señalóla Hermana Margarita, desde consolar a familias con problemas de inmigración y mujeres en búsqueda de refugio debido a la violencia doméstica, hasta ayudar a niños en la escuela que no pueden localizar a sus padres.

La Hermana Uyen-Chi dijo que el trabajo siempre se ha basado en la vida de sus vecinos. Dejando de lado la idea de un legado, su trabajo y los esfuerzos de las hermanas que la precedieron, ha sido crear «un lugar en el que (los hispanos) sientan que pertenecen, un lugar en el que puedan reunirse, un lugar en el que celebren quiénes son, un lugar donde los niños puedan desarrollar todo su potencial».

Las Madrecitas

Las familias la llaman «madrecita», un término cariñoso de jóvenes y adultos. La Hermana Uyen-Chi, de 52 años, huyó a Estados Unidos en su niñez desde Vietnam en 1981. La familia se estableció en California. Estudió bioingeniería en la universidad antes de enseñar matemáticas en la secundaria. Por la misma época, asistió a retiros que la introdujeron a la espiritualidad de San Ignacio de Loyola, fundador de la orden jesuita, que enfatiza «encontrar a Dios en todas las cosas». Sus metas comenzaron a cambiar. Buscó una orden religiosa que compartiera esos valores y descubrió a las Siervas del Sagrado Corazón, que unían la espiritualidad ignaciana con la devoción eucarística.

Se mudó a la casa rodante de tres habitaciones en 2018. Vivir aquí ha sido «un privilegio», afirmó la Hermana Uyen-Chi una tarde, sentada bajo el toldo de Oasis Católico, donde cerca de 100 estudiantes universitarios por semestre imparten, como voluntarios, clases particulares, a 60 niños del vecindario cuatro días a la semana. Ella es la directora de Oasis y, al mismo tiempo,trabaja en el Centro Católico de la Universidad de Georgia (UGA), conectando las dos comunidades.

Vivir aquí le abrió el corazón más allá de las barreras culturales y lingüísticas. En la misa de despedida, se presentó ante la congregación y, con la voz entrecortada por la emoción, compartió lo que habían significado para ella su estadía. La fundadora de su orden, dijo, quería que las hermanas tuvieran un corazón universal, como la Iglesia. Un corazón que albergara a todas las nacionalidades. Las personas a las que sirvieron permitieron que pudiera hacerlo.

«Aquí, entre ustedes, vivo con un corazón muy abierto porque nos recibieron con mucho amor y cariño. Realmente no habríamos podido hacer nada sin su ayuda», dijo a los miembros de la comunidad.

La Hermana Margarita está revisando las pilas de papeles y los numerosos álbumes de fotos que ha llenado a lo largo de los años. Fue ella quien, hace años, convenció a un benefactor para que contribuyera con 15,000 dólares para comprar la casa móvil que se convertiría en el convento.

«He cumplido mi misión aquí. Sé que ellos orarán por mí… como yo oraré por ellos», afirmó. «Y mire, como religiosas, no debemos estar en un solo sitio todo el tiempo».

La hermana de 84 años, originaria de España, convenció a sus compañeras para que abrieran el ministerio como un proyecto piloto de un año de inmersión y encuentro. Pero no fue solo su idea. La religiosa atribuyó a una adolescente hispana local, franca y defensora de su comunidad, el haberla retado a volver a pensar el significado del servicio. ¿Por qué la necesidad de viajar a Latinoamérica para servir en una misión cuando las familias mexicanas y los inmigrantes de los alrededores de Athens desean sentirse bienvenidos, vistos y amados?

Más de dos décadas después, esas palabras siguen motivándola.

A statue of Our Lady of Guadalupe is adorned with roses in the mobile home convent of the Handmaids of the Sacred Heart of Jesus in Athens. Below is a statue of baby Jesus, clothed in turquoise with a sheep in hand. Photo by Julianna Leopold

Una fe que inspira

La fe de las hermanas pasaba desapercibida. Era firme y arraigada. Quienes se cruzaban con ellas se sentían inspirados, no por palabras, sino por el amor y el cariño.

Alvear creció con ellas, primero como una joven del barrio y ahora como alguien que, inspirada por ellas, desea contribuir.

«He visto a las hermanas ser serviciales. Las he visto correr de un lado hacia otro para poder servir a la comunidad», explicó.

Alvear indicó que la devoción de las hermanas la ha inspirado a aferrarse a su propia fe, a asistir a misa cuando muchos de sus compañeros han dejado de hacerlo. Ser testigo de esta dedicación la impulsa a hacer más voluntariado y a ofrecer su tiempo a quienes lo necesitan.

El Diácono Jim Gaudin, de 89 años, conoce a la Hermana Margarita desde que llegó, cuando el centro era solo una idea. La ayudó a buscar ubicaciones para establecer un centro.

«Son un claro ejemplo de cómo poner la fe en práctica, de amarnos mutuamente», explicó el Diácono Gaudin, quien se retiró del ministerio activo en 2019. Su fe era concreta, satisfaciendo las necesidades religiosas y materiales. Su misión era la de colaborar. Durante años, se han asociado con un profesor universitario para distribuir miles de huevos a familias del vecindario y de otros lugares. En otra ocasión, las hermanas convencieron a la compañía local de autobuses para que extendiera la ruta para que las mujeres de las casas rodantes pudieran ir a trabajar. «La Hermana Margarita fue una verdadera defensora de estas mujeres», afirmó.

Emma Langford, de 21 años, trabajó junto a las hermanas, primero como tutora y luego como asistente administrativa mientras estudiaba español y comunicaciones en UGA.

Aunque asiste a una iglesia anglicana, se sintió influenciada por su testimonio católico. La diferencia en las tradiciones religiosas no importó, ya que fue testigo, de forma discreta y sencilla, de cómo la Hermana Margarita defendía la dignidad de los demás. Cuando los materiales de tutoría estaban dañados o sucios, la hermana pasaba horas limpiándolos y reparando los libros rotos para asegurarse de que los estudiantes tuvieran materiales completos y en buen estado para estudiar.

«Realmente cambiaron mi perspectiva», indicó Langford, «respecto a que no se puede simplemente ir a la iglesia y leer la Biblia y después decir: “Soy cristiano”. Creo que es fundamental adherirse a esos ideales bíblicos de socorrer a quienes necesitan ayuda y no menospreciar a nadie, tratando con dignidad a todos, incluso a quienes quizás no comparten tus creencias».

Langford añadió: «Siempre priorizan a los demás, y creo que eso dice (más) que simplemente intentar obligar a la gente a creer lo que tú crees».

La misión continúa

El 1 de junio, la miniván alquilada de las hermanas partirá hacia el norte, rumbo a Pensilvania, dejando atrás todo, excepto sus pertenencias. Después de unas dos décadas, dejarán la casa móvily se la cederán a otras.

En 2026, las Siervas celebrarán 100 años de servicio en Estados Unidos. Hoy, dos docenas de hermanas continúan la misión. Dirigen retiros, educan a estudiantes de primaria, cursan estudios de posgrado y trabajan con vecinos en ciudades como San Luis. La Hermana Margarita y la Hermana Uyen-Chi asumirán nuevas asignaciones, en una escuela y en un centro de retiros, respectivamente, cerca de la casa madre en las afueras de Filadelfia.

La organización de los tutores universitarios para el semestre del otoño en Oasis Católico estátomando forma. La casa rodante se convertirá en el hogar de un grupo de mujeres refugiadas de Centroamérica. La misión continúa de una nueva forma.