
Atlanta
Declaración del Reverendísimo Bernard Shlesinger, III sobre el Papa Francisco
Published abril 21, 2025 | Available In English
El 13 de marzo de 2013, vi al Papa Francisco por primera vez. Estaba parado frente a la Basílica de San Pedro en Roma, Italia, viendo el humo blanco ascender desde la Capilla Sixtina. Me llenó de alegría ver que había sido elegido un sucesor de San Pedro de América Latina. No podía imaginar en ese momento que él me elegiría para ser obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Atlanta el 15 de mayo de 2017. Durante 12 años, me ha impactado su liderazgo y caridad pastoral.
El Papa Francisco me enseñó que un obispo no debe convertirse simplemente en un solucionador de problemas con grandes habilidades administrativas. También aprendí que primero debo esforzarme por acompañar mejor a las personas que viven en situaciones irregulares y sienten que no reciben misericordia a través de la Iglesia. Me desafió a caminar a veces delante del rebaño, a veces en medio y a veces detrás, permitiendo que aquellos que me han sido confiados asuman un papel más fuerte de liderazgo mientras discernimos juntos la inspiración del Espíritu Santo. De él también aprendí que para avanzar la naturaleza del camino de la Iglesia debe ser sinodal a medida que caminamos juntos como los discípulos hacia Emaús, quienes conversaban sobre el significado de lo que habían experimentado y la esperanza que había en sus corazones.
Este Papa hizo hincapié en que debemos construir puentes que unan a las personas para el enriquecimiento mutuo en lugar de muros que las mantengan separadas y aisladas. De una manera impactante, he aprendido del Papa Francisco que, si vamos a enseñar como obispos, debemos permitir que se cultive primero el contexto de la caridad si queremos ser escuchados y respondidos. Tuve el privilegio de conocer al Papa Francisco en persona dos veces después de haberlo visto por primera vez el día de su elección. Me sentí valorado por un hombre que parecía más interesado en el mundo del que yo procedía que en el mundo en el que él vivía. En resumen, doy gracias a Dios por habernos brindado al Papa Francisco, porque me ha enseñado a ser un mejor discípulo, un hombre más caritativo y un obispo más pastoral. Que nuestro Santo Padre sea acogido en el Reino de Dios y que interceda por mí mientras me esfuerzo por imitar su humilde ejemplo de liderazgo y servitud.