Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oído (7 Agosto 2008)

Published agosto 7, 2008  | Available In English

Las comunidades locales también consideran que las competencias atléticas son importantes para los barrios y las familias. Entre las actividades más importantes de las que participan los jóvenes en escuelas primarias, secundarias, y universidades, están los programas deportivos. Los deportes proporcionan la oportunidad de formar la personalidad, aprender lecciones de juego limpio, y simplemente son un entretenimiento para la comunidad.

A mí me encantan los deportes, y lo que me falta en talento deportivo lo trato de compensar con entusiasmo. Disfruto participar de los deportes y mirarlos en el televisor, de la misma manera que muchos lo hacen en nuestro país y en todo el mundo. Nuestras escuelas católica regionales fomentan con entusiasmo y orgullo la participación de los jóvenes en las actividades atléticas, y yo apoyo totalmente esos programas. Los programas de deportes proporcionan a los jóvenes un escape saludable de energía e imparten lecciones importantes para la formación moral y espiritual. Nuestras escuelas tienen excelentes programas en un extenso rango de actividades deportivas.

Sin embargo, los deportes, al igual que tantas otras instituciones, han sufrido muchos escándalos y bochornos públicos. Desde el uso de sustancias para aumentar el desempeño físico, árbitros deshonestos, y comportamientos escandalosos de algunos de los héroes y heroínas deportivas más importantes, el mundo atlético ha soportado más que suficientes humillaciones y vergüenza públicas. En algunos de los programas de deportes en que participan nuestros jóvenes hemos visto padres demasiado agresivos, deshonestidad dentro del liderazgo de los adultos, y atletas jóvenes que han creído erróneamente que vale la pena hacer trampa y comportarse antideportivamente para ganar.

A veces, aún dentro de las escuelas católicas, el programa de deportes puede ejercer presión y aparecer tan importante que los jóvenes pueden tentarse y olvidar que, al final de cuentas, los deportes son para divertirse y para hacer una actividad cuyo fin es formar la personalidad y enriquecer la fe. Ningún programa deportivo escolar es más importante que las lecciones de honestidad, integridad y fe que inspiran a nuestros jóvenes.

Todas las actividades atléticas de las escuelas católicas deberían ayudar a los jóvenes a valorar su fe, su relación con los demás, y la dignidad y la importancia de tratar de hacer lo mejor que puedan. El énfasis dedicado a los horarios de los programas deportivos nunca debería ser un impedimento para que los jóvenes asistan a la misa dominical o a otras actividades de familia. Los padres que muchas veces tienen la voluntad de viajar grandes distancias o hacer grandes sacrificios para asistir a un evento deportivo donde compite su hijo o hija, también deberían tener la voluntad de hacer similar esfuerzo para asistir a misa con sus hijos.

Muy pocos de los jóvenes que se destacan en los deportes de la escuela secundaria o de la universidad encuentran una carrera como deportista profesional en un deporte en particular. La mayoría de los jóvenes que participan en estas actividades, aún aquellos que tienen especiales talentos y habilidades obvias, seguirán otras profesiones en sus vidas. Además de brindarles la alegría de ser parte de un equipo o de un programa de la escuela, el placer en las actividades atléticas escolares les brindará lecciones de mucho esfuerzo, integridad, honestidad, juego limpio y respeto a los demás. Y para aquellos en las escuelas católicas, espero que las lecciones de fe y fortaleza espiritual, que estos programas también deben tratar de infundir, sean un legado perdurable.