Lumpkin
Familiares de detenidos encuentran consuelo y apoyo en El Refugio
By ANDREW NELSON, Redactor | Published abril 14, 2016 | Available In English
LUMPKIN—dentro de este acogedor bungaló amarillo, la cocina huele a chorizo frito, cebollas, pimientos y huevos revueltos; y una jarra de café fresco está lista a las 7:00 a.m. a medida que los huéspedes se despiertan en los tres dormitorios.
A una milla de las alambradas que rodean el Stewart Detention Center en el sudoeste rural de Georgia, se encuentra esta casa de hospedaje con su pequeño porche delantero. Los familiares de los detenidos que conducen cientos de millas para pasar una hora visitándolos en el centro, pueden encontrar en este lugar comodidad y descanso. La casa simplemente amoblada es conocida como El Refugio.
En un fin de semana reciente, Sandra Portillo de 30 años, condujo desde Carolina del Norte, saliendo de su casa a las 4:00 a.m. para visitar a su marido mexicano, quien ha estado detenido por un año y medio, durante una hora, dijo. Ella se detuvo para almorzar unos sándwiches de queso y sopa en El Refugio antes de reiniciar las próximas seis horas en la autopista. Sus tres niños corrieron alrededor del jardín. Esta fue su segunda visita a El Refugio, el cual ha abatido la soledad que produce una visita al centro de detención, dijo Portillo.
“Los siento como familia. Ellos fueron de gran ayuda”, dijo. Añadiendo, “pudimos venir aquí y descansar un poco”.
Sin El Refugio, Melissa Sandoval y su nieta hubieran pasado una noche durmiendo en su camioneta.
Sandoval, quien vive en Rome, condujo desde allí para pasar el fin de semana en Lumpkin. Visitaron a su marido, un inmigrante indocumentado nativo de México. Ella dijo que su esposo fue puesto bajo custodia por una señal de pare.
Después de haber dormido una noche y desayunado en el refugio, “Ahora, me siento muy bendecida, dijo.
Más de 1.700 detenidos de inmigración encerrados
Lo que atrae a los familiares a esta ciudad rural es el establecimiento privado de seguridad media Stewart Detention Center. Este es uno de los más de 250 centros de detención de inmigrantes en 28 estados, según la Oficina de Inmigración y Control de Adunas de EE.UU. (ICE por sus siglas en inglés). La organización privada Corrections Corporation of America administra la instalación. Tiene camas para 1.752 hombres. Las reglas permiten a los visitantes ver a los detenidos una hora a la semana. Una barrera de plexiglás separa al detenido de sus seres queridos mientras hablan por un teléfono.
Los activistas se han quejado de este centro. El Centro de Pobreza Legal del Sur (SPLC por sus siglas en inglés) presentó sus preocupaciones a funcionarios del gobierno sobre la manera en la que las prácticas del lugar interfieren con el acceso de los detenidos a abogados. La representación legal puede tener un efecto crítico en los casos de detenidos. De acuerdo con la carta del SPLC, fechada el 21 de marzo, 21% de los inmigrantes con abogados tienen éxito en la corte de inmigración a nivel nacional versus sólo un 2% que no son representados.
Bryan Cox, portavoz de la Oficina de Inmigración y Control de Adunas de EE.UU., rechazó el reclamo sobre la falta de acceso legal. “Parte de nuestra política es permitirle a los abogados tener acceso a sus clientes detenidos por ICE. Cualquier reclamo de lo contrario, es algo que categóricamente refutamos”, dijo en un correo electrónico.
En el 2011, el Sindicato de Libertades Civiles Americanas de Georgia planteó inquietudes sobre el abuso de autoridad hacia detenidos, la falta de acceso a abogados y la transferencia de detenidos a un lugar remoto de Georgia lejos del apoyo familiar.
Según la Oficina de Política Migratoria de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, casi 205.000 padres de niños ciudadanos americanos fueron detenidos y deportados entre julio de 2010 y octubre de 2012.
Para los que apoyan esta iniciativa, El Refugio es una respuesta cristiana para servir a las esposas, hijos y seres queridos de los detenidos, cuyo estatus migratorio en los Estados Unidos está en duda. Algunos entraron sin documentación. Otros se han quedado más tiempo del permitido luego de haber ingresado legalmente. Mientras otros enfrentan deportación tras cometer un delito. Ellos esperan una aparición en la corte de inmigración o la deportación.
Para sus familiares, “hogar” es la palabra usada para describir a este refugio de un baño, donde un dibujo de un árbol lleno de pájaros hecho con crayones está pegado al refrigerador. Las paredes están cubiertas con dibujos hechos por la mano de un niño y cartas de agradecimiento enmarcadas y escritas por familiares. Los niños sacan el tablero para dibujar. El patio grande atrae a la mayoría de los jovencitos para corretear y jugar fútbol. Los tres dormitorios están llenos de literas con espacio para dormir cerca de una docena. No se espera que las familias paguen por su estadía nocturna, aunque algunos dan a los coordinadores unos pocos dólares.
Marilyn McGinnis quien es miembro de Atlanta Mennonite Fellowship, viaja a Lumpkin aproximadamente cada seis semanas para servir como anfitriona en El Refugio.
“Es una forma tangible de hacer una diferencia sobre un tema (personas) del cual me siento apasionada, pero que también me siento sin el poder de cambiar”, dijo, añadiendo que este servicio hace una diferencia en las vidas de las personas en crisis.
“Cada fin de semana me deja emocional y físicamente cansada, pero la oportunidad de servir a otros en un momento de necesidad es muy gratificante,” dijo Kimberly Nigro, quien vive en Chamblee y asiste a Atlanta Christian Church. Como ex misionera en El Salvador, Nigro ha escuchado “innumerables historias” de individuos que arriesgan su seguridad para venir a los Estados Unidos, dijo.
“Me sentí conmovida con la idea de un ministerio de hospitalidad y visitas como una forma de ‘recibir al extranjero’ a pesar de las políticas poco acogedores de nuestra nación”, dijo.
Líderes de El Refugio inspirados por la doctrina social católica
Las puertas se abrieron en el 2010. Inspirados en el programa JustFaith y la doctrina social católica, PJ Edwards y su esposa, Amy, simplificaron sus vidas dramáticamente. Además de eso, la pareja ayudó a iniciar El Refugio.
PJ dejó una carrera gerencial y dedica su tiempo al trabajo sin fines de lucro y de abogacía. Edwards dijo bromeando que ahora utiliza sus “habilidades diabólicas de negocios para hacer el bien”. Amy continúa con su trabajo de consultoría empresarial. La pareja, ambos de 45, son miembros de la Iglesia St. Thomas the Apostle, en Smyrna, y tienen dos hijos.
Lo que alimenta su misión es la postura de la Iglesia sobre la dignidad humana. El principio básico de la enseñanza social católica es que cada persona es creada a imagen de Dios y por lo tanto es de incalculable valor y digna de respeto, según la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.
“Caminar con estas familias, las cuales son unas de la más valientes y audaces que hemos conocido, realmente ha sido un regalo del que tenemos la bendición de ser parte”, dijo Edwards.
La pareja conduce las casi 150 millas al sur de Atlanta para servir como coordinadores de la casa varios fines de semana al año.
Muchos detenidos son enviados a Stewart de estados lejanos para llenar las camas. El Refugio mantiene una larga lista de detenidos que no tienen visitantes regulares y dirige un flujo constante de estudiantes y grupos religiosos para hablar con aquellos que no tienen familia cerca.
La casa funciona con donaciones para cubrir sus $800 de alquiler y servicios públicos mensuales, la mayoría provenientes de otros graduados del programa JustFaith. Los voluntarios preparan comidas y refrigerios para las familias. Las subvenciones complementan la ayuda de los donantes individuales, incluyendo Lutheran Immigration and Refugee Services, American Immigration Lawyers Association, CIVIC y Catholic Foundation of North Georgia, dijo Edwards.
En el 2014, la casa acogió a cerca de 200 huéspedes que pasaron la noche allí. Según Edwards, los organizadores facilitaron 342 visitas a 152 detenidos diferentes. Esto fue posible con la ayuda de 335 voluntarios dispuestos a servir.
La única certeza aquí durante un fin de semana es lo desconocido. Un pequeño cartel en la entrada del centro de detención podría capturar la atención del visitante y llevarlo a presentarse, o a lo mejor hay gente que hizo planes para quedarse aquí pero no viene. La casa y sus voluntarios se destacan entre la multitud.
“Es una cosa inusual para estas personas que todo lo que escuchan en las noticias es cuánto los odian los americanos y que no son bienvenidos aquí, que vamos a construir un muro; y ver como otras personas —particularmente estas caras blancas— les ofrecen hospitalidad cristiana”, dijo Edwards.
Para Amy, el esfuerzo es estar presentes para las personas, con una puerta abierta y comida lista.
“No hay mucho que pueda hacer. No puedo hacer un milagro ni puedo arreglar o cambiar el complejo sistema que existe en los Estados Unidos, el cual debemos discutir, pero puedo estar allí para otro ser humano”, dijo.
El servicio no siempre es fácil. Ella dijo que por cerca de un año se sintió molesta cada vez que se despertaba a las 6:00 a.m. los fines de semana para manejar por tres horas, pero “después encuentras esta gran paz.”
Seis años después, el centro de detención permanece abierto. Edwards no se desanima porque a veces la fe exige sentarse con la gente.
“Es frustrante que las cosas no avancen tan rápido como quisiera, pero al mismo tiempo, el venir aquí y estar presentes es parte de practicar nuestra fe”, dijo.
“Es realmente practicando y ejerciendo nuestra fe, dijo, trayendo estos valores fuera de nuestra casa en Smyrna, e intentando ponerlos en práctica aquí.”
Alrededor de la mesa de El Refugio desayuna una familia de Nueva York. Débora Calderón, su marido y sus tres hijos montan sus cosas en la camioneta. El día antes condujeron durante 18 horas para visitar a su hermano adolescente, un nativo de Honduras, durante una hora. Lo visitarán de nuevo una hora antes de conducir nuevamente a su hogar en la costa este. Calderón puede permanecer en los Estados Unidos con lo que se conoce como estatus de protección temporal, debido a los daños causados por el huracán Mitch en su país. Ella dijo que su hermano huyó de Honduras recientemente porque miembros de una banda se presentaron en la casa de su madre y además recibió amenazas de la policía.
“Intentamos hacerlo de la manera correcta, pero no es posible,” dijo.
Esta es la segunda visita de su familia a El Refugio. Débora dijo, “Dios es bueno, en una mala situación alguien está haciendo el bien”.
Para obtener información sobre este ministerio, visite elrefugioministry.org.