Habemus Papam—Tenemos Papa
By ARZOBISPO GREGORY J. HARTMAYER, OM Conv. | Published junio 2, 2025 | Available In English
La temporada de la Pascua de este Año Jubilar de la Esperanza ha sido un tiempo lleno de profunda emoción. En la madrugada del lunes de Pascua, el Papa Francisco regresó a la casa del Padre. Decenas de miles de personas acudieron a la Basílica de San Pedro para rendir homenaje a este gran y humilde pastor.
Durante la misa fúnebre del Papa Francisco, el Decano del Colegio Cardenalicio, el Cardenal Giovanni Battista Re, dijo: «A pesar de su fragilidad y sufrimiento final, el Papa Francisco eligió recorrer este camino de entrega hasta el último día de su vida terrenal. Siguió las huellas de su Señor, el Buen Pastor, quien amó a sus ovejas hasta dar su propia vida por ellas. Y lo hizo con fuerza y serenidad, cerca de su rebaño, la Iglesia de Dios, evocando las palabras de Jesús que citó el apóstol Pablo: “La felicidad esta más en dar que en recibir”».
Después del entierro del Pontífice en la Basílica de Santa María la Mayor, se celebró una novena de misas en toda Roma por su eterno descanso.
Poco después de la muerte del Santo Padre, cardenales de todo el mundo comenzaron a llegar a Roma para su funeral y para participar en las reuniones preparatorias del cónclave que elegiría a su sucesor. El Papa Francisco había nombrado a la mayoría de los cardenales, especialmente a aquellos de las “periferias”. Ellos se reunieron en Roma para debatir las necesidades de la Iglesia en el mundo actual, sus desafíos y oportunidades, y las cualidades deseadas de un futuro papa.
Si bien estas reuniones son bastante formales, su importancia radica en que los cardenales tengan la oportunidad no solo de escucharse, sino también de conocerse.
Una vez que los 133 cardenales en edad de votar ingresaron a la Capilla Sixtina, todas las miradas y cámaras se posaron fijamente en la chimenea de la Capilla Sixtina, a la espera del humo blanco que anunciaría la elección del nuevo Pontífice. Una familia de gaviotas acaparó todas las miradas. En referencia a este hecho, un comentarista escribió: «Cuando es toda una familia de aves la que viene a prepararnos para un anuncio tan trascendental, es inevitable pensar en el papel que ocupa la Iglesia en la protección de la familia y de los más pequeños entre nosotros. Sin duda, el nuevo Pontífice tendrá esa misión en el corazón».
Después de tres votaciones, una humareda blanca emergió de la chimenea de la Capilla Sixtina, anunciando la elección del nuevo papa.
Siervo de la fe y la alegría
Si bien un período había terminado, otro había comenzado mientras esperábamos que el Cardenal Protodiácono dijera: «Annuntio vobis gaudium Habemus Papam» (Les anuncio una gran alegría: tenemos un papa). La alegría y la euforia estaban en su punto máximo cuando el Cardenal Dominique Mamberti se asomó a la gran logia de la Basílica de San Pedro para anunciar que el Cardenal Robert Francis Prevost había sido elegido como nuevo papa y tomaría el nombre de León XIV. ¡El primer papa estadounidense de la historia!

El Papa León XIV visita la Basílica de Santa María la Mayor en Roma, 25 de mayo de 2025. CNS/Vatican Media
Lleno de emoción, las primeras palabras del Papa fueron: «¡La paz sea con ustedes!», el mismo saludo que Cristo dirigió a sus discípulos después de la Resurrección. Originario de Chicago y fraile de la Orden de San Agustín, el Papa León impartió su bendición Urbi et Orbi. En la misa de inauguración de su pontificado, lo vimos una vez más, lleno de profunda emoción, recibir el palio y el anillo del pescador. En su homilía, dijo: «Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo ante ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos como una sola familia».
El Papa León XIV ahora está frente al timón de la Barca de Pedro; su nombre evoca un rico linaje papal; su voz ya resuena con una fuerza discreta y una profundidad espiritual. En los primeros días de su pontificado, el Pontífice se ha mostrado como un hombre de profundo intelecto y de una santidad sencilla y accesible. Sus palabras no han sido apresuradas ni retóricas, sino reflexivas. El Papa Leon XIV ha invitado a la Iglesia a una renovada fidelidad del Evangelio y a un compromiso más profundo con el mundo, no en términos mundanos, sino a través de la lente de Cristo.
Su decisión de elegir el nombre de “León” no pasa desapercibida para muchos. Nos recuerda a San León Magno, defensor de la fe y maestro elocuente de la doble naturaleza de Cristo: plenamente humana, plenamente divina. En nuestros tiempos, donde la verdad a menudo se difumina y la persona humana a veces se reduce a una categoría o ideología, León XIV es desde ahora una voz que nos llama a la dignidad de la Encarnación, a la claridad de la verdad en la caridad y a la perdurable relevancia de la sabiduría moral y espiritual de la Iglesia. Su nombre también nos recuerda al Papa León XIII, el primer Papa en publicar una encíclica sobre la dignidad del trabajo y los derechos de los trabajadores.
El Papa León XIV tiene un corazón pastoral que, incluso en sus primeros gestos y discursos, ha demostrado una profunda ternura hacia los pobres, una clara preocupación por la unidad de la Iglesia y una humilde apertura al diálogo sin concesiones. En él hay una valentía serena: un hombre que no teme enfrentar los desafíos del secularismo y la indiferencia, pero que tampoco teme demostrar misericordia y extender la mano de la Iglesia a todos los que buscan la verdad y la sanación. El Santo Padre nos recuerda que el obispo es, ante todo, un pastor que está llamado a caminar con los fieles, a enseñar con claridad y a amar sin reservas.
Lo vemos no como una figura distante, sino como un padre en Cristo, que acerca a la Iglesia a su Señor. Estos son sus primeros días, y la historia será quien juzgue finalmente su pontificado. Pero ya hay luz: luz en su mirada, luz en sus palabras y luz en el camino que comienza a trazar para nosotros.
Invito a los fieles de nuestra arquidiócesis a orar diariamente conmigo por el Papa León XIV: para que el Espíritu Santo lo fortalezca, la Santísima Madre lo proteja y su ministerio acerque a toda la Iglesia cada vez más profundamente al corazón de Cristo.
Repito el deseo del Pontífice, de que «avancemos, sin miedo, juntos, de la mano de Dios y unos con otros».