Oraciones por los muertos, un acto de amor y respeto
By OBISPO JOEL M. KONZEN, SM | Published enero 15, 2025 | Available In English
Cuando no estoy muy ocupado y me encuentro en Sandy Springs, a veces paso por el Cementerio de Arlington para visitar las tumbas de los sacerdotes y obispos de la arquidiócesis. Me gusta rezar una oración por ellos mientras hago una visita rápida. Al menos una vez al año, hago lo mismo en el sector de los Padres Maristas en el Cementerio de Westview, donde estamos cerca de las Hermanas de la Misericordia y las Dominicas de Hawthorne.

Bishop Joel M. Konzen, SM
Los maristas, y el clero de la arquidiócesis, tenemos una necrología que acompaña nuestras oraciones diarias. En esta se mencionan aquellos que han muerto ese día, lo que a su vez permite orar por ellos. Sin embargo, siento algo reconfortante cuando repaso los nombres y las fechas de quienes he conocido, ya que mientras oro, evoco imágenes vívidas de los fallecidos.
Algunos católicos (y, como es de esperar, muchos que no lo son) se sorprenden al saber que la Iglesia Católica exige que las cenizas de una persona fallecida se entierren en lugar de colocarse sobre la repisa de la chimenea, o de esparcirse en el mar o en el viento. La Iglesia exige el entierro porque el cuerpo, ya sea en un ataúd o en una urna, debe respetarse como poseedor de santidad incluso en la muerte. Después de todo, se trata de los restos de alguien que ha sido bautizado y que ha recibido los demás sacramentos a lo largo de su vida. La Iglesia nos enseña que nuestra alma ha abandonado el cuerpo en el momento de la muerte, pero que se reunirá a un cuerpo glorificado en el último día. Por lo tanto, la Iglesia exige que las cenizas se mantengan intactas, no que se separen, tal como sería el caso al enterrar el cuerpo.
La cremación se ha convertido en una opción popular para los católicos, lo que ha dado lugar a parroquias con un columbario donde se pueden enterrar las cenizas. Hay algunas en el área de Atlanta que visito cuando asisto a un entierro o cuando estoy en la parroquia por otro motivo. Allí también me resulta fácil ofrecer una oración por los difuntos, muchos de cuyos nombres me son familiares. Esta es una de las principales razones por las que las parroquias ofrecen a los feligreses la opción de ser enterrados allí para que sus seres queridos puedan visitarlos fácilmente y recordar a los fallecidos en sus oraciones.
No todo el mundo siente deseos de visitar el columbario o el cementerio. Algunos prefieren rezar por los muertos en la tranquilidad de sus hogares o en la iglesia. A otros les resulta difícil transitar por los terrenos irregulares de un cementerio. En mi infancia, como monaguillo, me sentía cómodo visitando el cementerio durante los entierros. En nuestro pequeño pueblo, también formaba parte de la banda de la escuela que marchaba hasta el cementerio cada Día de los Caídos para participar en una ceremonia en la que se recordaba a los militares que habían fallecido. Mi madre y mi padre están enterrados en un cementerio rural cerca de la iglesia donde se casaron. De vez en cuando, tengo la oportunidad de visitar sus tumbas.
El respeto por los muertos es uno de los grandes sellos distintivos de la Iglesia Católica, y la forma de enterrarlos expresa las verdades de nuestra fe, recordándonos que se nos insta a rezar por quienes nos han precedido en la muerte y ofreciéndonos la esperanza de que nos reuniremos con ellos cuando hayamos partido de esta vida. Ya sea visitando el lugar en el que está su cuerpo u honrando al difunto en el aniversario de su muerte, tenerlo presente y en nuestras oraciones es un acto de amor y respeto.
A veces, se talla una lápida con la simple petición: “Oren por mí”. Hacemos bien en atender esa petición.