Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Lo Que He Visto Y He Oído (22 Mayo 2008)

Published mayo 22, 2008  | Available In English

“Mis estimados jóvenes amigos:

Gran parte de mi tiempo como Arzobispo de Atlanta transcurre con nuestros jóvenes. Es quizás la parte de mi ministerio que más me gratifica personalmente. Algunas veces fantaseo sobre lo que sería si yo tuviese hijos jovencitos. Sé que, en ciertas ocasiones, muchos padres estarían más que felices de ayudarme a vivir mis sueños dejando que me lleve a algunos de ustedes a mi casa para probar…

Me imagino lo que sería presenciar el nacimiento de un hijo; despedirme de él en el primer día de escuela; ver sus logros en los deportes, la música o el teatro; presenciar sus bien merecidos éxitos académicos, tal como la graduación de ustedes hoy. Pienso que aquellos momentos deben ser los momentos más importantes de la paternidad. Y el corazón de un padre se llena de orgullo, alegría y un poco más de nostalgia. Quizás sus padres hoy traten de buscar palabras para expresar el orgullo y el amor que sienten por todos ustedes. Espero que ustedes también encuentren el momento para decirles cuánto les agradecen por su vida, su amor, su apoyo, y por una educación que los ha preparado para triunfar. Supongo que para ustedes ha de ser difícil encontrar esas palabras, como lo es también para sus padres.

En muchos aspectos, el día de graduación es una destilación de las tareas de la paternidad, y les pertenece a los padres mucho más de lo que les pertenece a sus hijos. Les pido a los alumnos que tengan paciencia por el comportamiento de sus padres en esta ocasión de felicidad— ellos lo han hecho por ustedes tantas veces antes y probablemente les tocará hacerlo muchas veces más en el futuro.

Nuestros alumnos graduados dejarán la escuela católica durante esta ceremonia formal, ¡pero no dejan la Iglesia católica! En nuestras oraciones, ahora y siempre, pediremos que recuerden no solo las lecciones académicas que han aprendido en la escuela católica, sino también las lecciones de fe con las que se han topado. Con el tiempo, éstas demostrarán ser mucho más beneficiosas y perdurables.

Tengan un futuro brillante, colmado de buena fortuna, salud, y risas. Observo a algunos de nuestros jóvenes alumnos graduados y recuerdo lo que se sentía al graduarse de la escuela secundaria. Y pienso, estirando un poco mi imaginación, la alegría que también ha de sentir el padre de un alumno que se gradúa”.


Nuestras escuelas católicas funcionan gracias a la generosidad de padres, feligreses, clero, religiosos, y benefactores cuya benevolencia y dedicación a las escuelas católicas permiten que estas instituciones estén disponibles para los alumnos afortunados que comparten esta bendición. Les agradezco de todo corazón en mi nombre y en nombre de todas las familias que gozan de esta fortuna.