Lilburn
“Servir con humildad” un aspecto fundamental de la labor del diácono de Lilburn
By ANDREW NELSON, anelson@georgiabulletin.org | Published noviembre 29, 2018 | Available In English
LILBURN—Después de la misa dominical, el Diácono Evelio García-Carreras lleva la Eucaristía a dos hogares de vida asistida en Lilburn. Acompañado por un hombre y una mujer laicos, los tres llevan el sacramento a aquellas personas que son demasiado débiles para asistir a la iglesia.
“Hay algo en la Eucaristía que me llama la atención. Es Jesús”, dijo. El diácono encuentra alegría al llevar la Eucaristía y pasar tiempo con los ancianos y los enfermos.
A medida que otros recuerdos valiosos se desvanecen para estas personas, los asuntos de su fe parecen permanecer.
“Comienzas el Padre Nuestro, ellos te siguen y repiten la Señal de la Cruz. Es asombroso. “La presencia de Cristo les brinda felicidad y alegría a las personas”, dijo.
Con raíces cubanas, el Diácono García-Carreras creció en el área de Atlanta desde los 14 años con sus dos hermana. Su madre era ama de casa y su padre trabajaba como supervisor de limpieza en la Reserva Federal de Atlanta. La fe fue siempre la piedra angular de su hogar. En su adolescencia asistió a un retiro de fin de semana de Cursillo, el cual formó sus creencias durante más de 50 años. Un hábito que continuo a través de los años. También asiste a misa diariamente y rara vez falta un día.
“He asistido a misa toda mi vida, sin excepción”, dijo sentándose en la sala de conferencias de la iglesia de San Esteban el Mártir.
Como parte de su ministerio, los diáconos se ponen de pie ante la congregación y predican en la misa. Esa responsabilidad casi lo alejo incluso antes de comenzar su vocación.
Con unas gafas con montura de alambre y una cruz de diácono alrededor del cuello, el Diácono García-Carreras habló sobre su impedimento para hablar. Antes de su formación, el diácono, de 74 años, sintió que su dificultad para hablar podría haber sido un obstáculo para su vocación. Su tartamudeo puede variar en intensidad cuando habla. En algún memento consideró detener su solicitud, ya que temía que la gente no aprendiera de un clérigo cuyas palabras eran difíciles de seguir, comentó.
“Para convertirte en un diácono, te conviertes en un maestro”, señaló. “¿Qué clase de maestro podría ser?”
Pero en su lugar, se sintió motivado por su párroco, quien le recordó cómo Moisés enfrentó su debilidad de hablar y cómo Dios lo utilizó.
“Todos, y es cierto, tienen problemas en la vida, dolores y tristezas, eso es generalmente lo que le entregas al Señor. No hay duda al respecto”, dijo. Por lo contrario, su impedimento lo hace accesible y le recuerda un aspecto fundamental de su ministerio, el servir con humildad.
El Diácono García-Carreras y su esposa, Rosie, celebraron su 50 aniversario de bodas este año. Trabajó como ingeniero electrónico cuando criaron a sus cuatro hijos y ahora tienen 14 nietos. Pasa parte de su tiempo haciendo piedras con nylon para camándulas. Hasta el momento, ha hecho alrededor de 4.200 rosarios, los cuales ha regalado.
Él y su familia han estado vinculados a la Iglesia de San Esteban el Mártir desde su inicio, después de pertenecer durante años a la Iglesia de San Juan Neumann. El Diácono García-Carreras fue uno de los dos diáconos que asistieron a la primera misa de la iglesia en la cafetería de la Escuela Secundaria Parkview en septiembre de 1995.
Durante los primeros días después de su ordenación, la fluidez del diácono en español fue muy codiciada. Conducía a tres parroquias para servir a la, en aquel entonces, pequeña cantidad de católicos que hablan español. Más adelante se retiró de ese servicio con el aumento de sacerdotes y diáconos hispanos.
Pero tiene un recuerdo favorito de ese tiempo, cuando preparó a una pareja sobre el significado del bautismo para su hijo. El Diácono García-Carreras recordó que la madre del niño escuchó con atención. De repente le pidió que la bautizara a ella también.
“Allí estaba yo, un instrumento del Señor para bautizarla a ella, no solo a su hijo”, comentó aún asombrado por el recuerdo.
El Diácono García-Carreras dijo que mientras él es el ministro ordenado, siente que son los creyentes quienes le han enseñado lo que significa ser un hombre de fe.
“Ellos son los que apoyan nuestra fe”, afirmó. “Su ejemplo, su aceptación de las dificultades, del sufrimiento. Ellos son quienes me apoyan”.