Unas palabras a los fieles de la Arquidiócesis de Atlanta
By WILTON D. GREGORY, Arzobispo de Atlanta | Published agosto 16, 2018 | Available In English
Mi corazón y el corazón de la comunidad de fe de nuestra arquidiócesis están con el pueblo de Dios en Pennsylvania y en todo el país. Compartimos el dolor de las víctimas sobrevivientes y sus seres queridos, especialmente el de aquellos a quienes no se les creyó, no se les prestó atención o fueron ignorados cuando expresaron su tormento a funcionarios de la Iglesia. Oramos por todos aquellos que han sido traumatizados y desalentados por estas revelaciones, y por los fieles del clero que deben soportar esta vergüenza de aquí en adelante. Absolutamente nada puede dispensar la culpabilidad de aquellos que han lastimado y violado a nuestro pueblo en nombre de la religión, ni de aquellos que ocultaron el conocimiento de esos terribles actos. Una vez más, los católicos y las personas de buena voluntad en todas partes están escandalizados por estos acontecimientos.
Todos los católicos, incluyendo a muchos sacerdotes buenos y generosos, están justificadamente enojados, confundidos y avergonzados con este testimonio que manifiesta que el liderazgo de la Iglesia falló al no atender a nuestra gente con compasión y honestidad. Me comprometo en esta arquidiócesis, y como miembro del cuerpo de obispos de este país, con ustedes y con todas las víctimas sobrevivientes y sus seres queridos a tomar los pasos necesarios para
asegurar la vigilancia y rendición de cuentas y fomentar la sanación.
Mientras que mucho se ha hecho en la Iglesia de los Estados Unidos para avanzar en la protección de niños, jóvenes y todas aquellas personas vulnerables, las revelaciones en el trascurso de los últimos días y semanas han demostrado que no ha sido suficiente. Por esta razón, y para rogar por la misericordia de Dios, por Su sanación y para que los obispos y líderes de la Iglesia tengan el valor de tomar las próximas medidas, hoy llevé a cabo una Hora Santa con nuestros sacerdotes en la Capilla de Santo Domingo en la Cancillería, e incentivé a aquellos que no pudieron asistir a hacer lo mismo en sus parroquias a la misma hora.
Que Jesús continúe enviando el fuego limpiador y purificador del Espíritu Santo sobre todos nosotros.