Desde el momento en el que Dios nos crea, dependemos de la atención y la educación de nuestros padres y otros cuidadores, sin embargo, ellos no pueden prometernos un futuro brillante más allá de Dios.  

Bishop Bernard E. Shlesinger III

A medida que aprendemos a valernos por nosotros mismos, esperamos que una buena salud, una buena educación y suficientes oportunidades laborales, nos permitan trabajar, lo cual hace parte de una vida digna. Sin embargo, cuando las circunstancias en la vida cambian, tales como una enfermedad debilitante, la falta de empleos disponibles o la violencia en nuestros barrios, podríamos encontrarnos emigrando, como tantos hoy en día que buscan trabajo y un hogar para el futuro. 

Recientemente leí la primera exhortación apostólica del Papa León XIV, titulada “Dilexi Te” (Sobre el amor hacia los pobres). Este documento fue iniciado por el Papa Francisco, pero quedó inconcluso debido a su muerte. El Papa León XIV continuó completándolo para que el mundo pudiera atender el llamado urgente a escuchar el clamor de los pobres. El mensaje de nuestro Santo Padre nos desafía a reconsiderar cómo vemos a nuestro prójimo, pues, en sus palabras, «El cristiano no puede considerar a los pobres sólo como un problema social; ellos son una “cuestión familiar”, son “de los nuestros”».  

Usando el ejemplo del Papa León «Cuando encuentro a una persona durmiendo a la intemperie, en una noche fría, puedo sentir que ese bulto es un imprevisto que me interrumpe, un delincuente ocioso, un estorbo en mi camino, un aguijón molesto para mi conciencia, un problema que deben resolver los políticos, y quizá hasta una basura que ensucia el espacio público. O, por otro lado, «puedo reaccionar desde la fe y la caridad, y reconocer en él a un ser humano con mi misma dignidad, a una criatura infinitamente amada por el Padre, a una imagen de Dios, a un hermano redimido por Jesucristo». El Papa concluye anotando que «¡Eso es ser cristianos!» y pregunta, ¿O acaso puede entenderse la santidad al margen de este reconocimiento vivo de la dignidad de todo ser humano?».

Hoy, más que nunca, necesitamos centpanirarnos en escuchar el llanto de los pobres, descubriendo dónde se esconden de nuestra vista y, sobre todo, comprendiendo por qué están padeciendo en sus multifacéticas situaciones. Como buenos samaritanos, no debemos ignorar a estos hermanos en su necesidad y sucumbir a pensar que esto es obra de otras personas o instituciones. Muchos de los que caen en la pobreza en el mundo no la eligen; son víctimas de una mentalidad que falla al abordar las razones más profundas para estar atrapados en un ciclo que simplemente se perpetúa.  

¿Existe un camino para el mundo que se traduzca en justicia y paz entre todos? El Papa León XIV responde, «Estoy convencido de que la opción preferencial por los pobres genera una renovación extraordinaria tanto en la Iglesia como en la sociedad, cuando somos capaces de liberarnos de la autor referencialidad y conseguimos escuchar su grito».