Un advenimiento del corazón
By ARZOBISPO GREGORY J. HARTMAYER, OFM Conv. | Published noviembre 30, 2023 | Available In English
“Comienza a verse bastante como Navidad”.
Al recorrer nuestros barrios, notamos cómo aparecen adornos navideños tanto dentro como fuera de las casas. Los centros comerciales están llenos de gente en busca del regalo perfecto para sus seres queridos. La música navideña se escucha por todas partes. Las bandejas de entrada de aquellos de nosotros a quienes nos gusta comprar en línea están llenas de publicidad, cupones y ofertas especiales. Y mientras el mundo está ocupado promoviendo y persiguiendo sus intereses comerciales, la Iglesia ha comenzado el tiempo santo del Adviento.
Adviento proviene de una palabra latina que significa “venida, acercamiento, llegada”. El Papa Francisco nos recuerda: “El Adviento es un camino hacia Belén. Que seamos atraídos por la luz de Dios hecho hombre”.
En Navidad, no solo nos preparamos para la venida de Cristo, sino que también lo hacemos para su regreso en gloria al final de los tiempos. Esta es una temporada penitencial, durante la cual se usan vestimentas violetas que significan penitencia y sacrificio.
Durante cuatro semanas, las velas se encienden los respectivos domingos de Adviento. La primera vela morada se llama vela de la profecía y significa esperanza. La segunda, también violeta, representa al cirio de Belén y nos recuerda el viaje de María y José desde Nazaret a Jerusalén antes del nacimiento de Jesús.
El tercer domingo de Adviento se llama Domingo de Gaudete y en este se enciende una vela rosa: la vela del pastor. Gaudete significa alegría. A medida que se acerca la Navidad, nuestro gozo aumenta al esperar la venida de Jesús. Esta alegría es similar a la que experimentaron los pastores cuando viajaban a Belén para rendir homenaje a Jesús en un pesebre. Finalmente, la cuarta vela, se llama la vela del ángel y representa el amor. El niño que fue encontrado en el pesebre será el hombre crucificado en el Cerro del Calvario. Este es el máximo sacrificio de amor: él morirá por nuestros pecados.
Es lamentable que el Adviento pase prácticamente desapercibido en el mundo en el que vivimos. Debido a todas las señales de Navidad que hay a nuestro alrededor, se requiere un gran esfuerzo y disciplina de nuestra parte para entrar en un espíritu de oración durante toda la temporada. Si realmente ingresáramos al Adviento con un espíritu de oración y sacrificio, con toda seguridad cosecharíamos muchos beneficios espirituales. Además, la gozosa anticipación de la venida de Cristo se intensificaría en nuestras vidas.
Hay mucho que podemos hacer para que esta temporada sea fructífera. Quizás podríamos comprometernos a asistir a Misa un día adicional al domingo, o tomarnos más tiempo para leer las Escrituras cada día y los materiales devocionales. El Adviento es una temporada hermosa para experimentar la misericordia de Dios en el sacramento de la confesión. Si pensamos en los pobres y en quienes sufren, podríamos servir como voluntarios en un comedor de beneficencia o visitar a los enfermos. Organizaciones como la Sociedad de San Vicente de Paúl y los Caballeros de Colón, y muchas parroquias y escuelas, llevan a cabo diversas iniciativas para proporcionar alimentos y obsequios a quienes los necesitan.
Los hilos dorados
El Padre Alfred Delp fue un sacerdote jesuita alemán cuyas apasionadas homilías atrajeron a la Gestapo a su parroquia en Berlín. Miembro de la resistencia alemana, estaba bajo el escrutinio nazi. Fue encarcelado en 1944 y ejecutado en la horca el 2 de febrero de 1945. El último Advenimiento de su vida lo pasó en una celda de prisión, desde donde escribió varias meditaciones. Estas fueron sacadas clandestinamente de la prisión y entregadas a sus feligreses.
Uno de sus escritos decía con urgencia que el Adviento era una temporada destinada a sacudirnos hasta lo más profundo: “La sacudida, el despertar: con ellos, la vida simplemente comienza a volverse capaz del advenimiento. Es precisamente en la severidad de este despertar, en la impotencia de tomar conciencia, en la miseria de experimentar nuestras limitaciones, que nos llegan los hilos dorados que corren entre el cielo y la tierra durante esta estación; los hilos que dan al mundo un indicio de la abundancia a la que está llamado, de la abundancia de la que es capaz”.
El Padre Delp sabía que lo mejor en la plenitud de la fiesta navideña va más allá incluso de los regalos de compartir con la familia, abrir de par en par las puertas de nuestros hogares con hospitalidad o celebrar las tradiciones familiares.
“Los hilos dorados que corren entre el cielo y la tierra”, la realidad de Dios haciéndose hombre, es lo verdaderamente importante. Delp incesantemente llama a su pueblo a volver a los temas principales del Adviento: la observación y la espera. En sus palabras: “Muchas de las cosas que están sucediendo hoy nunca hubieran sucedido si hubiésemos vivido en ese anhelo, en esa inquietud del corazón que surge cuando estamos frente a Dios, y cuando miramos claramente las cosas como realmente son. He aquí el mensaje del Adviento: ante Aquel que es el Último, el mundo empezará a temblar”.
Recomiendo ampliamente el libro del Padre Delp como lectura espiritual durante el Adviento. Se llama “Advenimiento del corazón: sermones estacionales y escritos en prisión—1941-1944” (Ignatius Press, 2006).
Que Dios los bendiga en su recorrido de Adviento y les conceda siempre su paz.