La gratitud como forma de vida
By OBISPO JOHN N. TRAN | Published noviembre 12, 2025 | Available In English
Parece que siempre andamos corriendo en búsqueda de lo siguiente, ¡y a menudo nos estresamos en el proceso! Ni siquiera hemos celebrado el Día de Acción de Gracias, y ya están puestas las luces y decoraciones navideñas. En nuestra prisa, podemos pasar por alto fácilmente el regalo del momento presente. Al no vivir el presente, corremos el riesgo de olvidar detenernos y dar gracias, a Dios y a los demás.

Obispo John N. Tran
San Pablo lo expresa así: «Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5:18). No solo cuando la vida va bien, sino también cuando enfrentamos dolor y sufrimiento. San Pablo conocía bien las dificultades: soportó persecución, maltrato, rechazo y encarcelamiento por causa del Evangelio. Para él, la gratitud no era un sentimiento pasajero, sino una forma de vida: una expresión de fe y un reconocimiento de la bondad de Dios en cada momento.
Noviembre es un tiempo propicio para reflexionar sobre nuestra gratitud hacia Dios y hacia los demás. Comenzamos el mes con la Fiesta de Todos los Santos, honrando a la gran multitud de testigos que nos precedieron, mostrándonos el camino de la santidad. Damos gracias a Dios por su ejemplo de fe y heroísmo como discípulos del Señor. Al día siguiente, conmemoramos a los Fieles Difuntos, orando por nuestros seres queridos que han partido y que esperan la plenitud de la misericordia de Dios, y recordándolos con gratitud por el amor que nos brindaron y la influencia que ejercieron en nuestras vidas.
A finales de mes, celebramos el Día de Acción de Gracias, un momento nacional para detenernos y reconocer las bendiciones recibidas individualmente y como nación. Es un día que refleja la esencia misma de nuestra fe católica, pues la palabra Eucaristía significa «acción de gracias».
La gratitud, entonces, no se limita a un solo día del calendario, ni depende de tener todo lo que deseamos o de circunstancias favorables. Es una forma de vivir en comunión con Cristo Jesús.
Como mi padre nos recordaba frecuentemente de niños: «En Cristo Jesús, cada momento—de alegría o de tristeza—es un momento de gracia». Esas no eran solo palabras piadosas, era la convicción de un hombre que sufrió mucho. Alguien que fue condenado a 18 años de prisión por su fe, por los comunistas en 1954. Un hombre que fue herido y quedo viudo el mismo día durante la guerra de Vietnam; y que perdió todo por lo que había trabajado duro después de la guerra y pasó los años restantes trabajando por el salario mínimo para mantener a su familia. No es de extrañar que se asegurara de que asistiéramos a misa no solo los domingos, sino todos los días. Para él, cada misa era un recordatorio de que la gratitud no es una consecuencia de la comodidad, sino una oportunidad para unir nuestras luchas y bendiciones a la ofrenda de Cristo de sí mismo.
Vivir con ese espíritu de gratitud es vivir con un corazón abierto a la gracia. La gratitud transforma nuestra manera de relacionarnos con los demás, cómo afrontamos los obstáculos y cómo interpretamos la historia de nuestras vidas. Nos ayuda a ser más pacientes, amables y generosos. Brinda alegría, esperanza y paz a nuestras familias y comunidades. La gratitud no ignora el dolor ni niega el sufrimiento; les da perspectiva. Esta revela la silenciosa presencia de Dios en cada instante de la vida.
Por lo tanto, antes de apresurarnos a la siguiente celebración, detengámonos a reconocer los dones que nos rodean y demos gracias a Dios y a los demás. Permitamos que nuestra mente y nuestro corazón reposen en el momento presente. Porque en ese instante, estamos cumpliendo la voluntad de Dios. Es entonces cuando nos convertimos verdaderamente en una Eucaristía viva: ¡un continuo acto de acción de gracias al Dios que nos lo da todo!