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Queridos Hermanos: 

¡Paz y todo bien! 

A medida que celebramos el nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, envío mis mejores deseos a ustedes y a sus seres queridos. La temporada de festejos está sobre nosotros y, aunque los desafíos de nuestros tiempos puedan persistir, el mensaje eterno de la Navidad continúa brillando con fuerza, ofreciéndonos esperanza, amor y paz. 

En un mundo en el que a menudo nos enfrentamos a conflictos, guerras, desafíos económicos, problemas sociales y luchas personales, es fácil perder de vista el verdadero significado de la Navidad. De la misma forma en que María y José se enfrentaron a un viaje incierto camino a Belén, encontrándose en un entorno humilde, nosotros también nos topamos con lo inesperado en nuestras vidas. Sin embargo, en medio de las dificultades y los desafíos, se encuentra el mensaje perdurable del amor de Dios. 

Este mensaje es un recordatorio de que, aunque vemos a la Sagrada Familia con mucho cariño, ellos también pasaron por sus propios momentos difíciles. Desde tener que recorrer una distancia considerable en un burro, hasta no encontrar un lugar en la posada. Y, sin embargo, en medio de la pobreza de un establo, nació el Señor de señores y Rey de reyes. El Hijo de Dios entró en nuestro mundo como un bebé indefenso y vulnerable. 

En medio de la oscuridad del mundo, encontramos esperanza en la luz que trae el nacimiento de Jesús. Como los pastores en esa noche santa, no tengamos miedo, porque el mensaje de Navidad es un mensaje de esperanza, una esperanza que trasciende el tiempo y las circunstancias. 

En Nochebuena, el Papa Francisco abrirá la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en Roma, inaugurando así el Año Jubilar de la Esperanza. En sus propias palabras: “El próximo Jubileo, por tanto, será un Año Santo caracterizado por la esperanza que no declina, la esperanza en Dios”.  

Que esta Navidad llene sus corazones con la calidez del amor, la alegría de la esperanza y la paz que supera todo entendimiento. Que la luz de Cristo brille con fuerza en sus vidas, trayendo consuelo y seguridad en los días venideros. Y que el Señor les conceda su paz. 

Reverendísimo Gregory J. Hartmayer, OFM. Conv. 

Arzobispo de Atlanta