Conyers
El Padre Matt celebra seis décadas de sacerdocio: ‘Una vida de grandes recompensas y alegrías’
By PRISCILLA GREEAR, Especial para el boletín | Published mayo 3, 2018 | Available In English
CONYERS—Después de haber obtenido su título de químico en la universidad, el Padre Matt Torpey, OCSO, disfrutaba un día en la playa en 1950 cuando su novia le entregó la autobiografía del monje trapense Thomas Merton, “La montaña de los siete círculos”, la cual acababa de salir al mercado. Para su sorpresa, el libro envió al hombre de 22 años de edad en el recorrido espiritual de su vida.
“Lo leí, y aborrecí al trapista. No quería nada con ese ‘chiflado’ de Merton, nada que ver con eso”, mencionó el monje trapense de 90 años en una entrevista telefónica desde el monasterio de Holy Spirit en Conyers.
Luego, ese mismo año, vio una película francesa sobre San Vicente de Paúl y se despertó a la mañana siguiente con una profunda sensación del llamado de Jesús. Y cuando se convirtió en voluntario de la Organización de Jóvenes Católicos descubrió un folleto en la basura, “La fuente de poder de la oración”, del maestro de novicios de la Abadía de Nuestra Señora de Getsemaní, en Kentucky, el cual hablaba sobre la vida de clausura, contemplativa.
De hecho, sus planes de posgrado estaban evolucionando.
“Le dije (a Dios), ‘ ¿Qué es lo que quieres?’, pero yo ya sabía lo que él quería, me quería a mí. Simplemente tenía que responderle”, dijo el sacerdote. “Realmente lloré, lloré por el dolor que le causaría a la mujer de la que estaba enamorado”.
Ya que había crecido como católico en Jersey City, aplicó primero al seminario de la Arquidiócesis de Newark, New Jersey, pero el verano antes de comenzar el programa, volvió a encontrar ese molesto folleto sobre la oración contemplativa en el cajón de sus calcetines y finalmente lo leyó en el metro camino a New York City.
“Fue como si el Tío Sam de la primera y segunda guerra mundial te quisiera”, recordó. “Me dije, ‘¡Tómalo y termina con esto!’ Hablo de un hombre que se siente amenazado por un libro del que ni siquiera sabe su contenido. Estoy plenamente seguro de que los pasos y movimientos que he dado durante mi vida han sido como si estuviera siendo guiado, sostenido”.
Así que en septiembre de 1950 ingresó a Getsemaní, el único monasterio que conocía, y fue ordenado en 1956. El Padre Torpey celebrará sus 62 años como sacerdote el 9 de junio.
“Era muy trapense, en mi opinión una especie de aberración, pero funcionó para mí. Allí encontré a Cristo, y él me encontró a mí”, mencionó. “Cuando miro hacia atrás a estos 90 años pienso que nací en una familia muy cariñosa en la que he crecido. No estoy diciendo que no he tenido experiencias dolorosas. Quiero decir que todas han sido redimidas abundantemente. Fueron episodios relativamente cortos en una vida de grandes recompensas y alegrías. He sido sostenido a través de todos estos tiempos difíciles, y a través de todo, he sido conducido. No sé cómo decirlo de una manera diferentemente, estoy lleno de paz”.
En aquellos días de la década de 1950, después de la guerra, en los cuales las vocaciones estaban en pleno furor, los trapenses eran como los Infantes de Marina de las órdenes religiosas, con tres misas diarias y dormitorios tipo barracas, sin puertas, donde los hombres dormían cabeza con cabeza, a unas 18 pulgadas del piso en colchones de paja sobre tablas de madera prensada.
Pero después del Concilio Vaticano II la orden comenzó a cambiar poco a poco su énfasis, enfocándose en la aceptación en lugar de la búsqueda de la austeridad. “La palabra penitencial sugiere una cierta dureza y pobreza. Nosotros no somos pobres, yo no soy pobre; simplemente no poseo nada. Haces un voto de no ser dueño de nada y de confiar en la comunidad para que supla tus necesidades. El acto penitencial es apartarse de superficialidades. Los trapistas se preocuparon demasiado”, reflexionó. “Es vivir juntos y amarnos unos a otros. No dice que debemos caernos bien. Si tienes una familia pacífica podría no gustarte uno de tus hermanos porque pudiera ser algo odioso. Pero amar a alguien es decirle a esa persona con tu corazón y tu ser, ‘ten vida, conviértete en todo lo que puedas ser y vive eternamente’“.
El Padre Torpey vivió desde 1957-67 en el monasterio de Our Lady of New Clairvaux en Vina, California, y llegó el monasterio de Conyers en 1967. Como electricista residente, trajo luz a todos los monasterios, habiendo aprendido electrónica en la Reserva Naval. En California y Kentucky también trabajó al aire libre, ya fuera arando detrás de una mula, cortando heno o cuidando huertos. Tras haber obtenido una licenciatura en filosofía en Roma en 1962, sirvió como profesor de filosofía, en el ministerio y selección de vocaciones y como director espiritual de monjes y laicos. Entre sus ministerios, ha liderado un grupo de discusión sobre la espiritualidad cisterciense para cistercienses laicos desde 2005. Y se expresa en términos sensibles, hablando sobre el espíritu de Dios con palabras sobre ver y sentir, escuchar y tocar.
“Soy yo quien obtiene el mayor beneficio. Uso imágenes sobre lo que está sucediendo, el misterio que hay en todos nosotros, cosas profundas. Dios nos ha dado una participación en su ser divino. Somos seres bastante misteriosos, incluso y especialmente para nosotros mismos”, dijo. “Todos recibimos un poco de ayuda para ser más conscientes, para tener mayor discernimiento de los movimientos en nosotros mismos. De lo contrario estás tan ocupado que no te das cuenta de que existe algo que debes notar y satisfacer”.
El padre motiva a los fieles a buscar la soledad sagrada, y para su propio recogimiento escribe en un diario de oración.
“Les digo que dejen de rezar y hablen con Dios. Y rápidamente les aclaro que cuando estén reunidos el domingo, entonces oren a Dios en Cristo, pero cuando él les pida que entren en su habitación y cierren la puerta, realmente les está tendiendo una trampa”, explicó el padre. “Él se desliza allí, y tu soledad se convierte entonces en ustedes dos en tu soledad. Es ahí donde debes hablarle y tener una conversación con él”.
El Abad Emérito Francis Michael Stiteler, OCSO, elogió al sacerdote refiriéndose a él como un hombre santo que ha dedicado su vida a la Iglesia. Y el Padre Matt influenció profundamente su propia perspectiva espiritual con su enfoque práctico sobre la encarnación de Jesús como un hombre judío. Habiendo llegado al monasterio a comienzos de sus 20s, recibió una dirección espiritual desafiante durante años por parte del Padre Matt, un “hombre de hombres”, de gran inteligencia y lucidez.
El Padre Stiteler recordó haber mencionado alguna vez que no le caía bien a otro monje; su muy franco director espiritual le aconsejó dejar de intentar ser un ángel y ganar el favor de todo el mundo.
“Matt tiene un don especial para la dirección espiritual… Si realmente quieres verte a ti mismo y tratar de comprenderte y enfrentarte verdaderamente a ti mismo, no sé si puedas encontrar una persona mejor que él. No siempre va a ser agradable, pero lo hace cariñosa y compasivamente”, señaló el Padre Francis Michael. “Cuando se trata de la vida espiritual, él tiene una visión y una claridad que he visto en pocas personas… Durante su vida dirigió espiritualmente a muchos en la casa de retiro”.
A través de las décadas, el Padre Matt dijo que siempre ha sentido el apoyo total de la arquidiócesis, menos unos cuantos residentes de Conyers que no saben que los monjes existen. Pero en general, “mucha gente en Conyers nos conoce y nos recibe bien cuando entramos a una tienda. Somos bien recibidos en el Condado de Rockdale y en Atlanta”.
En junio, el Padre Matt terminará con un grupo de laicos cistercienses que ha dirigido por dos años, y bromeó diciendo, es hora de “librarlos de mí.” El nonagenario todavía se levanta con la campana de las 3:45 a.m., pero ahora recibe a menudo la comunión en la enfermería, habiendo enfrentado varias dolencias en los últimos años. A pesar de los años, el Padre Torpey mira hacia atrás alegremente a su “muy extraña historia de amor” con Dios, con todos los misterios y contradicciones de la vida monástica. Ha sido “muy satisfactoria” y “una feliz adición a mi habilidad para tocar el mundo con la gracia sanadora de Cristo”.
El padre citó el último libro del aclamado neurólogo Oliver Sacks, “Gratitud”, observando el ateísmo del autor.
“Vamos a aceptar la idea de que Dios no existe. Pero eso me genera un problema enorme. Yo he tenido una vida muy hermosa y muchas personas a quienes amar, y tengo que encontrar a alguien para agradecerle por todo eso”, anotó el Padre Matt. “Esta vida ha sido entre Dios, Jesús, y yo, y para mí, Jesús es el rostro de Dios. Dios es esa cosa oceánica llamada amor”.