Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Usar la libertad para servir a los demás

Published junio 10, 2022  | Available In English
Bishop Bernard E. Shlesinger III

Bishop Bernard E. Shlesinger III

¿Qué podría decirles Jesús a los graduados de hoy ahora que comienzan una nueva aventura y están libres para perseguir sus sueños? Quizás podría recordarles una lección: “El que ama su vida, la perderá, pero el que no se aferre a su vida en este mundo, la salvará. Tendrá vida para siempre”. (Juan 12:25)

La noción de perder un estilo de vida al que se está acostumbrado podría parecer abrumadora para nuestros graduados. Sin embargo, las palabras de Jesús nos ayudan a comprender nuestra libertad como una capacidad de elegir hacernos libres para beneficiar a nuestro prójimo en lugar de hacerlo para liberarnos de él. Veamos tres aspectos de la libertad:

En primer lugar, la libertad está basada en la verdad. Sin principios morales que los guíen, nuestros graduados pueden optar por glorificar la gratificación sexual sin un amor comprometido; o verse tentados a explorar el poder potente del alcohol y las drogas, el cual pueden afectar su juicio o, peor aún, esclavizarlos a una adicción. La libre elección sin estar ligada a la verdad puede conducir a la frustración, la ira y la pérdida de la esperanza. Puede llevar a no sentir la verdadera alegría de amar a otra persona con un amor auténtico. San Pablo escribió sobre este peligro: “Hermanos, Dios los ha llamado para ser libres. Pero no permitan que la libertad sea una excusa para complacer sus deseos perversos. Mejor ayúdense los unos a los otros siempre con amor”. Gálatas 5:13

En segundo lugar, la libertad se ve amenazada cuando no se respeta la conciencia propia. Muchos jóvenes son indiferentes a la religión, como lo vemos con el surgimiento de los “nones”. Algunos podrían sentir que la religión organizada es intolerante con otras creencias y, por lo tanto, opresiva. Debemos tomar estas críticas seriamente. Como obispo, para mí es importante comprender estas preocupaciones y respetar la conciencia de nuestros jóvenes adultos. El ministerio de los jóvenes adultos de la Iglesia solo puede ser creíble sí reconoce y respeta su subjetividad. Sin embargo, esa libertad de conciencia de los individuos e incluso de algunas instituciones como la Iglesia también debe ser respetada en el ámbito y la política públicos. Es la voz de nuestros jóvenes adultos la que puede asegurar que estas libertades sean protegidas.

Tercero, la libertad tiene sus raíces en el amor. Jesús nos dice: “Ama a tu enemigo y ora por los que te persiguen”. Cuando dejamos que el resentimiento y la ira tomen se apoderen de nosotros, podemos volvernos sujetos a una herida que no sanará y se convertirá en amargura. Es en estos casos que debemos esforzarnos por permitirnos ser libres para amar. Nelson Mandela escribió esto después de 27 años en prisión: “Mientras salía por la puerta hacia la entrada que me conduciría hasta la libertad, sabía que, si no dejaba mi amargura y mi odio atrás, todavía estaría en prisión”. Podemos crear nuestras propias prisiones sintiendo una ira y una amargura que no nos permiten perdonar y encontrar auténticamente a los demás. Es a través de este encuentro, libre de interés propio, que podemos llegar a amarlos.

¿Qué les diría Jesús a los graduados de hoy? “No trabajen para ganar la comida que se daña. Mejor trabajen para ganar la comida que se mantiene siempre en buen estado. La comida que da vida eterna es la proviene del Hijo del hombre”. (Juan 6, 27). Es mi deseo que los jóvenes de hoy elijan a Cristo como su esperanza y garantía de libertad; una libertad enraizada en la responsabilidad, la verdad y el amor.