Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Photo by Jackie Holcombe
Atlanta's newest priests, Father Robbie Cotta, left, and Father Paul Nacey, right, receive a solemn blessing

Atlanta

Nuevos sacerdotes motivados a servir como ‘misioneros de misericordia’

By ANDREW NELSON, Staff Writer | Published junio 24, 2021  | Available In English

ATLANTA– Dos hombres fueron ordenados para servir como sacerdotes en la Arquidiócesis de Atlanta, con un llamado a compartir el “evangelio de la alegría y la justicia”.

Un gran aplauso acompañó al Padre Paul Nacey y al Padre Robert “Robbie” Cotta mientras salían de la Catedral de Cristo Rey, después de ser ordenados el sábado, 12 de junio, por el Arzobispo Gregory J. Hartmayer, OFM Conv.

Desde el púlpito, el Arzobispo Hartmayer se dirigió a los dos sacerdotes hablando sobre los nuevos roles que asumen en la comunidad católica de Atlanta.

“Ustedes se convertirán en embajadores de Cristo, como si Dios obrara a través de ustedes; hoy se convertirán en misioneros de misericordia”, indicó.

Encontrando la fe en medio de la pandemia

En junio de 2020, cuando los dos hombres se convirtieron en diáconos de transición, el mundo llevaba solo unos cuantos meses en la pandemia que nos cambió la vida. La ceremonia religiosa inusual siguió estrictas restricciones de salud pública, con pocos asistentes de la congregación fuera de la familia.

Según el Centro de Recursos de Coronavirus de Johns Hopkins, más de 21.000 personas en Georgia han muerto a raíz del COVID-19.

El arzobispo dijo que la experiencia de este año debería tocar sus corazones para siempre como sacerdotes. La pandemia dejó poca vida intacta. Muchas personas perdieron sus empleos y los creyentes tuvieron que asistir a misa en línea. Muchos murieron solos y la forma de trabajar y reunirnos cambió.

“Los necesitamos para ayudar a las personas a reconstruir sus vidas y darles la bienvenida a la vida sacramental y comunitaria de la Iglesia”, señaló el arzobispo.

Para el Padre Nacey, este año sirvió como un recordatorio para albergar esperanza.

“Desde que comenzó el COVID, una cosa constante que ha estado en mi corazón y ha sido parte de mi vida de fe es este llamado a vivir una vida de esperanza, sabiendo que el Señor permanece fiel a nosotros y a sus promesas, sin importar cuán difíciles puedan llegar a ser las cosas”, escribió el nuevo sacerdote en un correo electrónico.

Las restricciones limitaron al Padre Cotta de lo que le brida alegría.

“Entrar al ministerio de ordenación durante la pandemia ha sido bastante difícil. Una de las grandes alegrías de esta vida es estar con el pueblo de Dios, y este año tuvimos dificultades para hacerlo. Estoy muy agradecido de que estemos abriendo finalmente de nuevo”, dijo.

De hecho, la catedral estaba llena de familiares, amigos y decenas de sacerdotes, muchos de ellos sin cubrebocas.

En su homilía, el arzobispo animó a los nuevos sacerdotes a darse cuenta de que ocupan una posición privilegiada y que las palabras que usan pueden “tocar corazones y reavivar la fe de las personas que pudieran haber estado alejadas de la Iglesia por años”.

Les advirtió que nunca permitieran que los sacramentos fueran simplemente ceremonias rutinarias. Cada momento es una ocasión especial para las familias, una oportunidad para recibir la gracia de Dios, indicó.

Citando al Papa Francisco, el arzobispo dijo que los sacerdotes deben rechazar la rigidez que “carece de humanidad” y ser hombres que “se dejan cambiar por las suplicas de los que sufren”. Los animó a aprender sobre la vida de los inmigrantes temerosos que viven en las sombras de la sociedad y a asegurarse de que la Iglesia sea un refugio seguro para ellos y sus familias.

“Entre los presentes también se encontraban docenas de sacerdotes de la arquidiócesis, algunos invitados de los seminarios en los que estudiaron los sacerdotes recién ordenados, el Obispo Joel M. Konzen, SM; y el Obispo Bernard E. Shlesinger III.

De la vida familiar al sacerdocio

El Padre Cotta, de 29 años, creció en Johns Creek y asistió a las parroquias de San Benedicto y Santa Brígida. Su padre, Norm, trabajó en finanzas en una empresa de fabricación global. Su madre, Kathy, fue maestra de preescolar. Cotta estudió comunicaciones multimedia en la Universidad del Sur de Georgia, cubriendo historias de equipos de béisbol de ligas menores, incluyendo los entonces Bravos de Gwinnett. Cuando era joven, antes de ingresar al seminario, trabajó en un Chick-fil-A local.

El nuevo sacerdote da crédito a su madre por moldear su fe. Pero Kathy Cotta dijo que su papel fue solo alimentar el interés que su hijo ya tenía por la vocación. Robbie comenzó a hablar sobre el sacerdocio desde los 7 años, dijo Cotta. Ella acudió a un sacerdote en búsqueda de consejo, quien le dijo que fomentara el interés de su hijo con la asistencia a la misa, y que cuando el joven hablara de querer convertirse en bombero o policía, mencionara el sacerdocio.

“Él me dijo, mantenlo siempre en la lista”, recordó.

Desde participar en viajes misioneros cuando era joven hasta competir con el equipo de lucha de su escuela secundaria, el nuevo sacerdote siempre fue extrovertido.

Kathy Cotta dijo, “Él es muy afectuoso. Tiene un gran sentido del humor. Es muy empático, nunca ha tratado a alguien como a un extraño”.

Kathy Cotta siente humildad al saber el futuro ministerio de su hijo en la Iglesia.

“Me emociono con solo pensarlo. En cierto modo, es una lección de humildad que Dios hubiera elegido a uno de nuestros hijos para que hiciera su obra de esta manera. Y simplemente, al mismo tiempo, me llena el corazón de alegría saber que él realmente ha estado llevando los sacramentos a tanta gente”, dijo.

El Padre Paul Porter, vicario parroquial de San Pedro Chanel, quien asistió al Seminario Mundelein en Illinois con el Padre Cotta después de que ambos estudiaran en la Universidad del Sur de Georgia, dijo que su amigo tiene el don de relacionarse con una variedad de personas y conectarse con ellas. Utiliza la cultura popular como una forma de relacionarse con la gente, indicó el sacerdote.

“Simplemente, él es una persona sociable, de principio a fin. Aporta mucha alegría al ministerio”, añadió el sacerdote.

Un buen consejero

Oriundo de Dallas, Texas, el Padre Nacey, de 30 años, se crio durante un tiempo en Gainesville y LaGrange, Georgia. Su padre, el Diácono Wayne, y su madre, Kay Nacey, viven en Mount Airy, Carolina del Norte. Antes de mudarse a Carolina del Norte, el Diácono Nacey sirvió como diácono permanente de la Arquidiócesis de Atlanta, en la Iglesia San Pedro.

El Padre Nacey asistió al Colegio Estatal de Dalton antes de transferirse a la Universidad Estatal y el Colegio de Georgia en Milledgeville, donde obtuvo una licenciatura en psicología. Más adelante, estudió para el sacerdocio en el Seminario de Notre Dame en Nueva Orleans, Luisiana.

Monica Nacey, quien presenció la ordenación de su hermano desde una banca de la catedral, recordó cómo ella y su hermano mayor rezaban juntos el rosario camino a los retiros universitarios.

Al crecer en un hogar católico, donde los seis niños fueron educados en casa, Nacey dijo que no se sorprendió al enterarse del interés de su hermano en el sacerdocio. Ella lo describió como una persona tranquila, pero alguien que se interesa mucho por los demás.

La gente se dará cuenta de que él es un buen consejero.
“No acaparará la conversación. Será un oído atento”, afirmó Monica Nacey.

Kaitlin Houlton, de 24 años, trabajó junto al entonces Diácono Nacey en el Centro Católico de Georgia Tech en el otoño de 2020, donde sirve como misionera. El entonces diácono cenó con el equipo, compitió en juegos y respondió las preguntas religiosas de los estudiantes. Aproximadamente una docena de estudiantes universitarios asistieron a la ordenación.

Ella mencionó cómo él hacia todo lo posible para involucrar a los jóvenes. Houlton dijo que su amigo reservaba sus sábados para llevar a cabo un club de lectura de estudiantes de primer año. No era una obligación, sino algo que él deseaba hacer, indicó.

Una vez, vino a la arquidiócesis de su seminario de Nueva Orleans para un retiro de estudiantes después de que su tiempo en el Centro Católico universitario ya había terminado. Ese mismo fin de semana, encabezó una procesión mientras llevaba la Eucaristía y se detuvo intencionalmente frente a los estudiantes que oraban, afirmó Houlton.

“Se notaba que en realidad estaba siendo guiado por el Señor”, dijo. “Y fue tan hermoso porque pude ver su amor por los estudiantes que había llegado a conocer y su deseo de que ellos conocieran a Dios.