Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Arzobispo Hartmayer ofrece declaración sobre ceremonia de apertura de Juegos Olímpicos

Published julio 28, 2024  | Available In English

ATLANTA–El 28 de julio, el Arzobispo Gregory J. Hartmayer, OFM Conv., de Atlanta, emitió una declaración sobre los recientes acontecimientos de las ceremonias de apertura de los Juegos Olímpicos en París, Francia:

Los Juegos Olímpicos son el pináculo de los eventos deportivos internacionales y deben reflejar la unidad en la diversidad. Atletas de todo el mundo, de diferentes países y continentes, culturas y formas de vida, se reúnen por un objetivo común: competir bien y de manera justa, y honrar a las naciones que representan. Siempre es edificante escuchar historias individuales de atletas que superan grandes obstáculos, y ser testigos de su fe y del impacto que dicha fe ha tenido en sus vidas.

El lema de los Juegos Olímpicos modernos, “Más rápido, más alto, más fuerte”, fue ideado por el fraile dominico francés Louis Henri Didon, quien se hizo amigo del fundador de los Juegos Olímpicos modernos, el Barón Pierre Coubertin, cinco años antes de los Juegos de Atenas de 1896. El lema, originalmente formulado en latín como “Citius, Altius, Fortius”, había sido utilizado antes del movimiento olímpico moderno en la escuela St. Albert the Great de París, de la cual el fraile dominico era su director. (Fuente: Agencia de Noticias Católicas)

Muchos recordarán la clásica película Carros de fuego/Carrozas de fuego, la cual narra la historia de dos atletas británicos en los Juegos Olímpicos de París en 1924. Uno de ellos, el corredor cristiano escocés Eric Liddell, explicó: “Creo que Dios me creó con un propósito. Pero también me hizo rápido, y cuando corro, siento su placer”. Liddell se negó a correr los 100 metros lisos un domingo debido a su reverencia por el Día del Señor. Mas adelante, ganó la carrera de 400 metros. También cuenta la historia de Harold Maurice Abrahams, un hijo de inmigrantes judíos de Lituania que fue víctima de antisemitismo y prejuicios de clase. Ambos atletas obtuvieron la victoria. De manera similar, podemos observar la dedicación de los atletas musulmanes que entrenan mientras ayunan durante el mes sagrado del Ramadán.

Cien años después, en 2024, París vuelve a ser la ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos. El primer artículo de la Constitución francesa establece que Francia es una república laica. Por lo tanto, los atletas que representan a este país tienen prohibido llevar velo, así como otros símbolos religiosos visibles, como la cruz o la estrella de David; este estado laico deja en claro que no tolerará la religión.

Sin embargo, el país anfitrión de los Juegos Olímpicos de 2024 eligió y utilizó su escenario mundial para burlarse, ridiculizar y difamar públicamente la Última Cena, un momento clave en la vida de Cristo y sus apóstoles, antes de su muerte en la cruz y su calvario. Si bien los cristianos podemos interpretar las Escrituras de manera diferente, estamos unidos en nuestro respeto por la Palabra de Dios, la cual es la historia de nuestra salvación. Al igual que el judaísmo y el islamismo, el cristianismo es una de las religiones monoteístas de El Libro.

La famosa pintura de la Última Cena de Leonardo da Vinci fue recreada por una disc jockey que representaba a Jesús, junto con bailarinas y drag queens, que representaban a los apóstoles, posando a lo largo de una mesa larga imitando la pintura de Da Vinci. Esto fue un acto absolutamente reprensible y groseramente ofensivo para todas las personas de buena voluntad.

San Ireneo, gran obispo de Lyon del siglo II y padre de la Iglesia, escribió: “La gloria de Dios es la persona humana plenamente viva”. Esta cita expresa hermosamente la esencia de los Olímpicos, ya que en estos juegos los atletas utilizan los dones, talentos y habilidades que Dios les ha otorgado para el bien. Es una celebración de logros humanos. Lamentablemente, lo que debería haber sido una plataforma para celebrar lo bueno, lo verdadero y lo bello fue utilizada como una oportunidad para profanar la fe cristiana y escandalizarla. Insto al Comité Olímpico Internacional a que reflexione en sus oraciones sobre la depravación de lo que sucedió para asegurarse de que algo así jamás vuelva a suceder. Animo a los católicos y a las personas de buena voluntad a orar y a ayunar con el propósito de reparar la blasfemia de la que fue testigo el mundo entero.