Este Adviento, la Iglesia celebrará un Año Jubilar por los prisioneros de todo el mundo el 14 de diciembre. Esta celebración se llevará a cabo casi un año después de que el Papa Francisco abriera una Puerta Santa en la prisión de Rebibbia en Roma. Esto ratifica el compromiso radical de la Iglesia de incluir en sus celebraciones más sagradas a quienes se encuentran al margen de la sociedad. 

Bishop Bernard E. Shlesinger III

Yo participaré en esta celebración mundial ofreciendo Misa en la prisión federal y uniéndome a un sinnúmero de personas en un enfoque específico en los millones de hermanos en todo el mundo que están encarceladas, detenidos o a la espera de ser ejecutados; personas que no han perdido su dignidad como seres humanos a pesar de su condición de estar presos.  

Además de manifestar un compromiso con nuestros hermanos cuando están en prisión, me siento interpelado a pensar en lo que podría sucederles tras su liberación. ¿Qué tan radical es mi compromiso con ellas en su camino de reintegración a la sociedad?

Ser liberado de prisión no es sinónimo de la restauración de la libertad, especialmente si las personas que han estado encarceladas no son bien recibidas de nuevo en la sociedad. Estos individuos pueden sentir que no hay esperanza para ellos en el futuro y que su dignidad humana ya no es respetada. Incluso, antes de ser liberadas, la ubicación física de las prisiones y el trato deshumanizador de las personas encarceladas rompe los vínculos entre quienes están adentro y sus familias y comunidades en el exterior. El aislamiento no es la respuesta a la evolución de la humanidad. 

Como católicos, creemos que los seres humanos somos sociales, que nuestras relaciones son constitutivas de nuestra propia existencia. Cuando estos lazos relacionales y sociales se debilitan y destruyen a través de presiones sistemáticas y decisiones individuales, vemos un aumento de la actividad delictiva. La restauración y la reconciliación implican apoyar y reconstruir los lazos familiares y comunitarios, los cuales son fundamentales en cualquier esfuerzo para prevenir el crimen y reducir las tasas de reincidencia. Lamentablemente, esta tasa continúa siendo extremadamente alta.

Existen estrategias comprobadas para reducir las tasas de reincidencia, las cuales apoyan todas de alguna manera la reconstrucción de las relaciones y la comunidad. La educación y capacitación laboral, la asistencia para encontrar vivienda, la atención médica y el apoyo social, y los programas de apoyo comunitarios han demostrado ser útiles en el proceso de reinserción. Debemos rechazar las narrativas que nos dicen que las personas que han cometido delitos en el pasado volverán a hacerlo porque está en su naturaleza. Las tasas de reincidencia siguen siendo altas porque muchos de los encarcelados son liberados sin apoyo, a menudo regresando a una sociedad que los etiqueta como “criminales” o “delincuentes” y restringe dónde y cómo pueden vivir, trabajar o estudiar.  

Durante este Año Jubilar de los Presos, podríamos elegir pensar en la Puerta Santa de la prisión de Rebibbia en Roma, pero yo elijo pensar en la puerta de nuestros corazones, la cual debe estar abierta de par en par no solo para Cristo, sino también para quienes han vivido en un ambiente de aislamiento.

El Adviento es un tiempo para hacer espacio a Dios. Cuando pensamos en la respuesta de María al Ángel Gabriel, ella no dijo “¿qué debo hacer?”, sino que preguntó: “¿Cómo puede ser eso?”. Abrió su futuro para acoger a Dios, dejando espacio para él se hiciera hombre.

Mientras esperamos con ansias la llegada de la justicia y la liberación que nos trae el Adviento en la Navidad, debemos preguntarnos: ¿hacemos espacio para los pobres? ¿Promovemos una cultura que reconozca a los no nacidos? ¿Hay espacio en la posada de nuestras mentes, corazones, comunidades y parroquias para los prisioneros?