Al celebrar la gran solemnidad del Día de Todos los Santos, recuerdo que ninguno de aquellos a quienes la Iglesia venera comenzó probablemente su vida pensando que algún día sería honrado a nivel mundial. Es bueno recordar que personas como San Antonio de Padua, Santa Teresa de Ávila, San Ignacio de Loyola, Santa Teresita (y muchos otros a quienes apreciamos) fueron personas de carne y hueso con dificultades, esperanzas, alegrías y temores reales. 

Bishop John N. Tran

Digo esto no para desmerecer a los santos, a quienes invocamos diariamente en la vida y en el trabajo. Sino para decir que a veces los idealizamos, especialmente a los que vivieron hace mucho tiempo. Sus historias de santidad y virtud pueden parecer inalcanzables para nosotros, los seres humanos comunes. Sin embargo, en verdad, la mayoría de ellos lucharon mucho. Si leen sus historias verán que ninguno de los caminos los condujo directamente a la santidad. La vida no fue fácil para ellos, y no es sencilla para nosotros. Los santos fueron seres humanos comunes que resistieron, pelearon una buena batalla y mantuvieron sus ojos enfocados en Cristo.  

Todos estamos llamados a hacer lo mismo; todos estamos llamados a ser santos, aunque el camino sea largo y arduo. En el Día de Todos los Santos, honramos a quienes nos han precedido, mostrándonos la escalera de la virtud que conduce a nuestro hogar celestial. Aunque son nuestros modelos, no estamos llamados a ser otro San Francisco de Asís o Santa Catalina de Siena o San Maximiliano Kolbe. Estamos llamados a ser el santo que Dios quiere que seamos, aquí mismo, en el tiempo y en el lugar en el que estamos. Para usted, eso significa algo diferente a lo que significa para mí. Dios tiene un plan para cada uno de nosotros.  

En su audiencia general en el Vaticano el pasado mes de marzo, el Papa Francisco dijo que es un error pensar en los santos como “una suerte de estrecho círculo de campeones que viven más allá de los límites de nuestra especie”. Y continuó diciendo, los santos son, en cambio, “aquellos que llegan a ser plenamente ellos mismos, que realizan la vocación propia de todo ser humano”. 

El Día de Todos los Santos es una fecha para honrar a todos los santos, los conocidos y los desconocidos, los canonizados por la Iglesia y los reconocidos solo por el Señor. Creo que hay muchas personas que podrían ser llamadas santas, personas que llevaron vidas de santidad ejemplar, que se vistieron de la mente y del corazón de Cristo; gente común como quienes se preocupan por los solitarios y por quienes carecen de amor, sin esperar reconocimiento. Personas extraordinarias como el difunto Cardenal Francis Xavier Nguyen Van Thuan, que fue encarcelado por los comunistas en Vietnam durante 13 años, nueve de los cuales fueron en confinamiento solitario; y quien, en lugar de perder la esperanza, la difundió a través de sus escritos y su perdón.  

No tengo duda de que usted también podría nombrar algunos modelos de virtud en su vida. Éstos son algunos de los santos a quienes honramos e invocamos el Día de Todos los Santos y diariamente. Ellos nos han mostrado el camino hacia la verdadera santidad, cómo ser completamente los seres que el Señor ha diseñado. Al fin y al cabo, el sueño de Dios es que todos seamos llamados santos. Esforcémonos siempre por hacer realidad su sueño.