Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

El tesoro de los abuelos y los ancianos  

By OBISPO JOHN N. TRAN   | Published septiembre 6, 2024  | Available In English

“No me rechaces en mi vejez.” —Salmo 71:9  

Bishop John N. Tran

En octubre regresaré a Vietnam después de 31 años para exhumar los restos de mi madre y mi hermano mayor. Ambos murieron durante la guerra de Vietnam y fueron enterrados en nuestra propiedad, la cual fue confiscada en 1975 después de la caída de Saigón. Quise regresar en 2020, pero el COVID-19 frustró mis planes. Sus restos serán enterrados nuevamente junto a los de mis abuelos maternos según sus deseos.

Mientras planificaba mi próximo viaje, recordé la primera vez que conocí a mi abuela materna en 1993. Ella me preguntó: “¿Quién eres?”. En aquella ocasión, solo pudimos tener una breve conversación debido a su enfermedad. Al mirar al pasado, no recuerdo a ninguno de mis abuelos mientras crecía, lo cual siento como una gran pérdida para mí.

Este año celebramos la Cuarta Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, la cual fue instituida por el Papa Francisco en 2021 para recordar a la Iglesia la belleza de envejecer y la obligación que tenemos como católicos de honrar a los ancianos y su dignidad inherente. En Estados Unidos, la celebración se ha trasladado del cuarto domingo de julio, alrededor de la festividad de San Joaquín y Santa Ana, al domingo después del Día del Trabajo (este año, el 8 de septiembre).

Este es un día para reflexionar sobre cómo vemos a quienes envejecen en nuestra sociedad.

Como escribió el Santo Padre en febrero de 2022: “La juventud es hermosa, pero la eterna juventud es una alucinación muy peligrosa. Ser ancianos es tan importante —y hermoso— es tan importante como ser jóvenes”.

Los ancianos corren el riesgo de pasar desapercibidos en lo que el Papa Francisco llama nuestra “cultura del descarte”. Una cultura que se ha vuelto cada vez más egocéntrica. Como católicos que seguimos el camino de Cristo, estamos llamados a no ignorar, sino a acompañar, a nuestros hermanos y hermanas en este viaje de la vida.

En su carta de este año para la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, el Santo Padre nos da el ejemplo de Noemí y Rut para que lo sigamos. En el libro de Rut, la anciana Noemí les dice a sus nueras que se vayan solas, ya que es viuda y ha perdido a sus hijos y no es de ninguna utilidad para la sociedad. Orpá besa a Noemí y se va, mientras Rut se queda a su lado. “A todos nosotros—acostumbrados a la idea de que la soledad es un destino inevitable— Rut nos enseña que a la súplica ‘¡no me abandones!’ es posible responder ‘¡no te abandonaré!’”.

A través de mis años de sacerdocio, he visto los rostros de quienes se sienten solos y abandonados. He estado con quienes han vivido vidas largas y valiosas y que ahora sienten que no son más que una carga. Al honrar a los abuelos y a los ancianos entre nosotros, ¿cómo podemos asegurarnos de que cada persona sepa que es una bendición y no una carga? Sigamos el camino de Rut y digamos a nuestros hermanos y hermanas mayores: “No te abandonaré”.

Acojamos el sueño del Papa Francisco de que “la prepotencia del tiempo del reloj debe convertirse en la belleza de los ritmos de la vida”. En un momento en el que las personas viven cada vez más, pero se sienten cada vez más aisladas, estamos llamados a ver la bendición de tender la mano, de sentarnos con quienes pueden contarnos sus historias o tal vez con quienes las hayan olvidado. Simplemente sentémonos, acompañemos, entremos en lo que el Papa Francisco llama en su catequesis de marzo de 2022: el diálogo entre generaciones. Es este diálogo el que nos mantiene a cada uno de nosotros arraigados y dando fruto para el reino de Dios.

Mi deseo es que todos recordemos y honremos la belleza de cada paso en este viaje de la vida; que, en cualquier etapa en la que nos encontremos en este viaje, recordemos que Dios nunca nos abandonará ni nos desechará en nuestra vejez. La vida no termina a los 60 años. Nuestro valor no se calcula en “lo que podemos hacer”, sino en ser hijos amados de nuestro Dios amoroso.

¿Qué ven cuando miran a los ancianos? O si tienen la bendición de tener todavía abuelos, ¿qué ven en ellos? ¿Ven la sabiduría en sus ojos? ¿Consideran que las arrugas en sus rostros son un mapa que marca la ruta de sus vidas y que cuenta historias de tristeza y alegría, de dolor y alabanza? ¿Pueden ver más allá de los cuerpos envejecidos y dentro de sus hermosas almas?

Espero que atesoren a los mayores, y especialmente a sus abuelos. De lo contrario, son ustedes quien pierden.